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RELATOS DE CURACIONES

Comprender la pureza trae curaciones

Del número de junio de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 28 de febrero de 2022 como original para la Web.


Cuando mi hija pequeña de repente tuvo una erupción en su cuerpo, pensé que era una oportunidad para ver la pureza de su identidad como reflejo de Dios. Sabía que la verdadera naturaleza de mi hija era espiritual y, por lo tanto, completamente pura, jamás tocada por la enfermedad o el contagio. Le dije que era pura porque reflejaba la pureza de Dios. Ella y yo decidimos orar para ver sólo la verdad de su ser como hija de Dios.

Comprendí que Dios es absolutamente puro y la fuente de la pureza del hombre. Por ser el reflejo de Dios, mi hija no podía perder la pureza que Dios le había dado, así como Dios no podía perder Su manifestación de pureza. Por lo tanto, sería imposible que ella mostrara imperfección o algún defecto. Ni Dios ni Su manifestación pueden ser contaminados o empañados. El hijo de Dios sigue siendo Su expresión inocente, y no puede ser tocado por ninguna sugestión de impureza.

Me resultaron especialmente útiles dos declaraciones de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Como parte de su respuesta a la pregunta: “¿Qué es el hombre?”, la Sra. Eddy afirma que el hombre “no tiene ni una sola cualidad que no derive de la Deidad; …” (pág. 475). Esto me mostró que, dado que las cualidades del hombre, la verdadera identidad de cada uno de nosotros, se originan en Dios, debemos ser tan puros como Dios. Ni la fuente ni el reflejo pueden ser contaminados. El hombre incluye todos los elementos de la pureza —como claridad, novedad y frescura— y ni una sola característica de la impureza.

Ciencia y Salud también afirma con respecto al hombre: “Lo bello, lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia” (pág. 63). Esta segunda declaración hizo que me diera cuenta de que la composición o sustancia verdadera de cada uno de nosotros es Dios, quien es completamente puro. 

Esta clara comprensión de la verdad de su ser resultó en la curación completa de mi hija. La erupción desapareció rápidamente de todo su cuerpo. 

Otra oportunidad para la curación a través de la oración surgió cuando la enfermera de la escuela encontró piojos en mi hija. De inmediato, oré por la pureza de nuestra familia, nuestro hogar y especialmente de mi hija. También reconocí la pureza de todos los niños de su escuela y de todos con quienes ella había estado en contacto.

Sabía que no había ninguna fuente de contagio. Me centré en esta verdad: “Una idea espiritual no tiene un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo que es nocivo” (Ciencia y Salud, pág. 463). Por ser una idea espiritual de Dios, mi hija no podía tener ni un solo elemento de error. Ella solo incluía la pura verdad de Dios. Ninguna sugestión errónea podía cambiar la pureza de su ser. Confiaba en que conocer esta verdad era la forma más eficaz de eliminar adecuadamente lo que era nocivo.

Otra verdad que me ayudó era del Salmo 91: “Porque has puesto al Señor, que es mi refugio, al Altísimo, por tu habitación. No te sucederá ningún mal, ni plaga se acercará a tu morada” (versículos 9, 10, LBLA). Al orar con estos versículos, comprendí que, dado que mi hija es hija de Dios, su verdadera “habitación”, u hogar, es Dios, y está segura en Su amor y protegida de todo mal. Ningún contagio podía acercarse a ella o impedirle expresar la bondad de Dios. Como nada impuro podía adherirse a su ser, ella permanecía pura y libre. Me aferré a estas verdades, y mi hija sanó por completo. La enfermera de la escuela la revisó y no encontró ningún indicio de la afección. 

Ambas curaciones han sido permanentes. Mi corazón está lleno de gratitud por el poder sanador de la Ciencia Cristiana.

Gina Marie Murphy
Warren, New Hampshire, EE.UU.

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