Hace años, cuando caminaba en el Parque Nacional de Yosemite, me caí y me lesioné el tobillo. Pensé que podría estar roto, no obstante, pude salir del parque cojeando. Una vez que llegué a casa, el dolor se intensificó y pensé que sería prudente que me hicieran una radiografía del tobillo. El médico dijo que no estaba quebrado, pero que tenía los ligamentos seriamente desgarrados, y que por 12 semanas no podría caminar con él. Comentó que realmente no había nada que él pudiera hacer y, sorprendentemente, me dijo que lo único que yo podía hacer era orar al respecto.
Al día siguiente tuve que asistir a mi fin de semana como Reserva de la Fuerza Aérea, donde tenía una posición administrativa en el hospital base. Era amigo de los médicos de la unidad, y ellos sabían que era Científico Cristiano y confiaba en la oración para sanar. Entré con muletas, y se divirtieron burlándose de mí sobre cómo iba a sanar este problema espiritualmente. No me ofendí, pues teníamos una relación muy cordial, y se turnaron para examinarme, llegando a la misma conclusión que el médico original había tenido el día anterior: ligamentos desgarrados que tardarían unos meses en sanar.
Esa noche el dolor empeoró. Aunque todavía me causaba gracia pensar en el médico que me había dicho que orara, tomé en serio su comentario. Y oré… en serio. Se me reveló que necesitaba sanar la desgarrada relación que tenía con un miembro de la familia. No pensé más en el tobillo, sino que abordé este tema de familia en oración. Me quedé dormido sintiendo nada más que amor por este miembro de la familia mientras me aferraba a la relación verdadera e inquebrantable que tenía con ella: Ambos somos hijos del mismo Dios amoroso. Cuando hablé nuevamente con ella, fue como si nunca hubiera habido un problema. Nuestra relación original y afectuosa fue completamente restaurada.
Me encanta esta cita del libro de Mary Baker Eddy Escritos Misceláneos 1883-1896 que habla de la convicción que podemos tener cuando enfrentamos dificultades: “Ninguna evidencia de los sentidos materiales puede cerrarme los ojos ante la prueba científica de que Dios, el bien, es supremo” (pág. 277).
Me desperté a la mañana siguiente libre de dolor y capaz de caminar libremente. Entonces regresé el segundo día al hospital base para completar el fin de semana de reserva, donde mis amigos médicos estaban incrédulos. Pasamos el día hablando sobre la Ciencia Cristiana y cómo sana la oración.
El libro de texto de la Ciencia Cristiana dice: “Debemos examinar en profundidad el realismo en vez de aceptar sólo el sentido exterior de las cosas” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 129). Al hacer esto, seremos testigos de la salud y la armonía que siempre han estado presentes, esperando a ser discernidas por la consciencia iluminada.
Michael Mooslin
Newport Beach, California, EE.UU.