El tala es un árbol de hoja caduca que forma parte de la flora autóctona de mi país, Uruguay. Lo encontramos en todo tipo de suelos, pero donde más se lo puede ver es en los pedregosos. Allí nace y crece en condiciones que serían casi imposibles para otro tipo de árboles. El tala puede adaptarse a los medios más adversos; a pesar de que les lleva tiempo, los pequeños brotes de la planta rompen hasta las rocas más duras en su afán de llegar a la luz del sol.
La resistencia del tala a ser oprimido por la aridez e inclemencia de su entorno, y su habilidad para desarrollarse a pesar de lo que lo rodea, me da algo en que pensar. Como el tala, a veces podemos encontrarnos en ambientes difíciles, agobiados por condiciones inhumanas, sintiéndonos esclavos del temor, la enfermedad, el resentimiento, el pasado. Puede que incluso nos hallemos caminando por la vida afligidos por todo tipo de límites que Dios nunca creó.
Conocer la Ciencia Cristiana fue como descubrir un mundo nuevo; un mundo pleno de luz y libertad.
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