El año pasado, en Navidad, me desperté una mañana sintiéndome muy enfermo con síntomas similares a los de la gripe. Sin embargo, a medida que avanzaba el día, estaba lleno de maravillosas expresiones de amor, gratitud y curación por mi familia. A la noche siguiente, estaba cocinando la cena y completamente libre de todos los síntomas de la enfermedad. ¡Estaba extremadamente agradecido por este rápido cambio y por el gran cuidado de Dios por mí!
No obstante, al día siguiente, una parienta dijo intencionalmente algo falso y cruel acerca de mí a los demás, lo que me enojó mucho. Al final del día, comencé a sentirme mal de nuevo. En los días siguientes, los síntomas similares a la gripe regresaron y se intensificaron. A pesar de todo esto, nunca sentí ningún temor. Lo que sentí fue la necesidad de perdonar y amar a mi parienta.
Cristo Jesús nos dijo: “Ámense unos a otros” (Juan 13:34, NTV), y además enseñó: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44).
Como mi objetivo era amar, el temor no podía entrar a hurtadillas. Como promete la Biblia, “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). Mi enfoque no estaba en sanar una condición corporal, sino en sanar una condición de pensamiento mal encaminada, que podía cambiarse mediante la oración, y en fomentar una comprensión iluminada de Dios y el hombre como reflejo de Dios.
Mientras oraba, esta declaración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy adquirió un nuevo significado para mí: “Revestido con la panoplia del Amor, el odio humano no puede alcanzarte” (pág. 571). Siempre había pensado en esto solo con respecto a que el odio de otra persona no pudiera alcanzarme. Pero ahora me di cuenta de que ninguna sugestión sutil de que yo pudiera odiar o estar enojado con alguien podía atravesar esa panoplia.
Dos cosas me llamaron la atención durante este tiempo. Primero, encontré un artículo corto sobre el perdón publicado en el Journal (“Don't 'beat the horse'”, December 2020). Recibí este número del Journal justo cuando estaba luchando por perdonar. Tuve que sonreír porque estaba seguro de que el momento no era una coincidencia: ¡Dios me estaba mostrando enfáticamente cómo orar! Así que oré con la idea de que podía ver que toda acción errónea estaba separada de mi parienta; como hija de Dios, ella era inocente y libre de maldad. Insistí en que el error en sí mismo es siempre el culpable, y debemos desenmascararlo y destruirlo por ser una mentira sobre Dios y Su creación. En lugar de personalizar el mal, necesitamos verlo como un error impersonal sin poder para influir o controlar.
En segundo lugar, una charla grabada sobre la Ciencia Cristiana tuvo un impacto en mí, y llegué a la conclusión de que no tenemos dos historias: una material y mortal, sujeta al pecado, la enfermedad y la muerte, y otra espiritual, que refleja la imagen y semejanza de Dios, y hereda solo el bien. Solo tenemos una historia verdadera. Podemos salir y rechazar la historia ilusoria de vida en la materia y aceptar gloriosamente nuestro derecho de nacimiento como el hijo perfecto y espiritual de Dios. En el caso de mi parienta, razoné que no hay dos historias para ninguno de nosotros, sino solo una, en la cual cada uno es una idea preciosa de Dios, viviendo en armonía unos con otros.
También fui guiado a pensar más profundamente en una línea específica de uno de los poemas de la Sra. Eddy, titulado “Alba de Navidad”, que, refiriéndose al niño Jesús, dice: “Tierno rayo del Amor viviente” (Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 23, según versión en inglés). Para centrarme en el significado de esta idea, repetía una y otra vez, mental y verbalmente, que, al tener el mismo Padre-Madre Dios que Cristo Jesús tenía, yo también soy un tierno rayo del Amor viviente. Ya que es así como Dios me ve, así es como comencé a verme realmente a mí mismo. ¡Me consoló enormemente saber que el verdadero y único yo no podía hacer nada más que amar!
Después de mucho crecimiento espiritual, me di cuenta de que estaba libre de la ira y no albergaba malos sentimientos. Pude disculparme con mi parienta, y ella, a su vez, se disculpó conmigo. Volvimos a nuestra buena relación anterior, y yo realmente quería solo lo mejor para ella. Naturalmente, todos los síntomas similares a la gripe también habían desaparecido, y estaba completamente libre de la enfermedad.
En toda esta experiencia lo que más significó para mí fueron las revelaciones de la Verdad y las lecciones espirituales que aprendí sobre el Amor divino. Estas lecciones me abrieron los ojos a las bendiciones del perdón, el cual trae armonía y gran paz para todos. ¡Mi corazón rebosa de gratitud!
Lee Brother
Memphis, Tennessee, EE.UU.