“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9). Esta es posiblemente la más conocida de las hermosas promesas, desde entonces llamadas las Bienaventuranzas, que comienzan el Sermón de Jesús en el Monte. Cada bienaventuranza comparte una cualidad espiritual que lleva a las bendiciones, bendiciones que incluyen una profunda felicidad, paz y bienestar. Pero ¿qué significa hoy en día ser un pacificador? Debe significar algo más que simplemente evitar o resolver discusiones.
Según el American Dictionary of the English Language de Noah Webster de 1828, la definición de paz incluye “un estado de quietud o tranquilidad; estar libres de perturbación o agitación”, “libres de conmoción interna”, “armonía; concordia” y “descanso celestial”. Esto me ayudó a comprender que la paz debe sentirse genuinamente dentro de nosotros mismos; la apariencia externa de calma y paz no es suficiente. Yo no puedo ser una pacificadora eficaz para los demás hasta que sienta paz y armonía yo misma, al esforzarme por liberarme de cualquier forma de malestar o ansiedad.
La paz debe y puede sentirse genuinamente dentro de nosotros mismos; la apariencia externa de calma y paz no es suficiente.
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