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Original Web

El ritmo del Espíritu

Del número de abril de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 12 de diciembre de 2022 como original para la Web.


Estaba físicamente fuera de ritmo. Algunos podrían llamarlo un latido cardíaco arrítmico. Sea lo que fuera, estaba afectando mi nivel de energía. Incluso estaba teniendo problemas para leer un libro de cuentos con mi pequeña nieta, que estaba de visita junto con su padre y hermanos. Estaba aún más ansiosa porque quería que todos se divirtieran.    

Durante varias semanas antes de esto, había enfrentado más intencionalmente con la oración los problemas a medida que surgían y recurrido de inmediato a la Verdad espiritual. Así que no iba a posponer el tratamiento de este.

Esa noche me tomé un tiempo a solas para orar de la manera en que había aprendido a hacerlo en la Ciencia Cristiana. Escuché tan profundamente como pude —sin ningún plan en especial— lo que mi Padre-Madre Dios, el Espíritu infinito, me estaba diciendo. Pronto se hizo evidente que necesitaba orar para despertar en lugar de tratar de solucionar el problema con la oración. Necesitaba despertar de una opinión limitada de mí misma como un ser humano vulnerable y envejecido y reconocer mi verdadero ser como una idea espiritual ilimitada. El hombre no está atrapado en la materia. Ni ahora, ni nunca. Así que es natural estar consciente del Espíritu y experimentar sus efectos vivificantes. Podía despertar de este problema de la misma manera que podía despertar de un sueño nocturno. 

Lo que me vino a la mente después de eso fue la palabra ritmo, junto con este claro mensaje: Necesitas tener un mejor sentido del ritmo: el sentido espiritual. 

Mary Baker Eddy escribió esto sobre el ritmo del Espíritu: “¡Cuanto más deberíamos buscar comprender las ideas espirituales de Dios, que afanarnos por los objetos de los sentidos! Para discernir el ritmo del Espíritu y ser santo, el pensamiento tiene que ser puramente espiritual” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 510).

Pero ¿cuál es exactamente el ritmo del Espíritu?

La Sra. Eddy escribe: “La Mente inmortal es Dios, el bien inmortal; en quien, según las Escrituras, ‘vivimos, y nos movemos, y somos’. Esta Mente, entonces, no está sujeta a desarrollo, cambio o disminución, sino que es la inteligencia divina, o Principio, de todo el ser real, que mantiene al hombre eternamente en el ciclo rítmico de una felicidad creciente, como testigo viviente e idea perpetua del bien inagotable” (Escritos Misceláneos 1883-1896, págs. 82-83).

Ese es un lugar genial donde mantenerse, en el ciclo rítmico de una felicidad creciente. No somos simplemente una idea ocasional de Dios, el bien, sino una idea perpetua e inagotable. Esto es cierto para cada uno de nosotros. Los ritmos materiales como los pulsos eléctricos o las contracciones musculares no pueden impulsar o mantener una idea espiritual del bien. No pueden afectar la identidad espiritual del hombre más de lo que un imán puede afectar el oro puro. Vivimos en sincronía con el ritmo del Amor divino, Dios, no con creencias basadas en la materia. 

Al orar de esta manera, comencé a ver que cualquier ritmo “apagado” no es ritmo porque nada interfiere con el Espíritu. Y en cuanto a cada uno de nosotros como hombre, la idea de Dios, nuestra “armonía… es tan inviolable como el ritmo del universo…” (Mary Baker Eddy, Retrospección e Introspección, pág. 61).

El ritmo del Amor nunca pierde el compás. Nunca es discordante o desalineado. Se mueve por la gracia que impulsa todo el movimiento natural hacia adelante y la cadencia progresiva del universo. Además, la Verdad, otro sinónimo de Dios, se da a conocer perpetuamente; es el ritmo mismo del pensamiento. Y cuando la humildad abre el camino para escuchar y sentir este ritmo, es inconfundible. Se expresa a través de la única Mente divina, no de la materia, y se ve en la vida eterna y la salud perfecta, no en la enfermedad, el pecado o la muerte. 

Este ritmo del Espíritu guía cada acción. Sus patrones animados y espirituales nos energizan. Es por eso que podemos vivir sin prisas, sin carga y sin preocuparnos por nada. 

Pensé en el hecho de que el Amor ilimitado nunca tropieza consigo mismo, y tampoco se adelanta a sí mismo. Jamás está ansioso, nunca llega demasiado pronto o demasiado tarde, nunca está fuera de servicio o pausado. El hombre y el universo están gobernados por un Principio o Dios, y por lo tanto nunca pueden estar fuera de sincronía. El Amor tampoco puede hacer girar secuencias de maldad, fatiga o mala salud. El Amor entreteje constantemente sus buenas ideas en un tejido unificado y polirrítmico.

A medida que la autora comprendía mejor que vive en sincronía con el ritmo del Amor y el Espíritu divinos, supo que podía despertar de cualquier creencia material falsa y abrazar su individualidad alegre y feliz.

Todas las ideas se mueven dentro de esta prosodia espiritual, con cada función perfectamente marcada. Además, el pulso constante y tranquilo del Espíritu se puede discernir incluso cuando alguna creencia fuera de ritmo parece tan evidente. A medida que el pensamiento se vuelve más espiritual, sentimos y expresamos una armonía más perfecta en nuestras rutinas diarias.

Con estos pensamientos reconfortantes y poderosos, me quedé dormida en paz. A la mañana siguiente, el problema físico había desaparecido. No hubo más agotamiento intenso, solo muchas historias felices y un montón de juegos animados.

Al término del día uno de los niños me pidió que lo ayudara con una canción que estaba creando en su nuevo teclado. Le sugerí que encendiéramos el metrónomo. Luego le pedí que escuchara atentamente. Fue un momento de iluminación. Escuchó el ritmo constante y reconoció que lo subyace todo, informando los patrones rítmicos y las melodías que quería para su canción. Esto guiará todos sus esfuerzos musicales, pensé, así como mi mejor comprensión del ritmo constante del Espíritu siempre guiará mi comprensión de la salud y el bienestar. 

El resto de la visita familiar de esa semana fue tranquila y alegre, con un ritmo animado arraigado en el progreso espiritual.

Estoy aprendiendo a no tratar de reorganizar, controlar o solucionar ningún problema material con la oración metafísica, sino a escuchar humildemente y despertar al hecho de que ya estoy en perfecta sincronía con el ritmo del Espíritu, que es constante, omnipresente y alegre. 

Tú también estás sostenido en el ritmo santo del Espíritu, en “el ciclo rítmico de una felicidad creciente”.

 

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