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Original Web

La razón de nuestra existencia

Del número de abril de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 12 de diciembre de 2022 como original para la Web.


A veces podemos preguntarnos: “¿Cuál es la razón de nuestra existencia?”. Si bien un modelo biológico o psicológico de vida puede resultar insatisfactorio, la visión espiritual que ofrece la Ciencia Cristiana revela una respuesta profundamente significativa a esta pregunta. Desde esta perspectiva espiritual, encontramos que no se trata de lo que tenemos o de lo que las opiniones humanas sobre nosotros podrían sugerir. Más bien, nuestro propósito y alegría en la vida radica en lo que podemos dar espiritualmente.

Esta ofrenda es la expresión de los atributos o cualidades de Dios, las cuales reflejamos abundantemente por ser Su semejanza. Debido a que Dios es infinito y llena todo el espacio, en verdad, solo podemos experimentar y expresar lo que Dios ordena o decreta. Esta es la ley de Dios, Su voluntad, la que no puede ser anulada o abolida. Por lo tanto, todos son capaces de expresar las cualidades espirituales de Dios. San Pablo lo indica de esta manera: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13).

Esta es la base de nuestra salvación y la salvación del mundo. No es algo que vaya a suceder en el futuro. Está presente ahora mismo. No hay poder que pueda impedir que Dios, el Amor divino, exprese Su propia naturaleza, que desarrolle Sus cualidades espirituales en cada uno de nosotros. Todos son abrazados en esta impartición del bien infinito.

La Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, escribe: “Como parte activa del único estupendo todo, la bondad identifica al hombre con el bien universal. Que cada miembro de esta iglesia pueda así elevarse por encima de la tan repetida pregunta: ¿Qué soy yo?, a la respuesta científica: Yo soy capaz de impartir verdad, salud y felicidad, y ésta es mi roca de salvación y la razón de mi existencia” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 165).

A medida que ponemos en práctica nuestra comprensión de Dios, progresamos y abandonamos las falsas creencias basadas en los sentidos físicos e impuestas sobre nosotros por la mente humana y sus opiniones. Por más reales y válidas que parezcan, estas creencias que limitarían el bien que podemos expresar y experimentar no tienen poder ni verdad para controlarnos. Cuando dejamos de medir cualquier condición o situación por las apariencias materiales y nos regocijamos en los hechos espirituales de la existencia, logramos un progreso significativo, y la humanidad se beneficia de este modo.

Somos creados por el Espíritu, Dios, por lo tanto, nuestra espiritualidad absoluta y perfecta es la realidad de la creación.

El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, explica que el progreso es la ley de Dios. No debemos creer que no estamos progresando. Eso es justo lo que la mente carnal quiere hacernos creer; pero es una mentira, la falsa creencia de que hay un poder o consciencia que se opone a Dios, la Mente divina. Abandonar las creencias mortales por la verdad inmortal revela que el estado real de la creación de Dios es completo, armonioso y está satisfecho. Nada puede detener esta comprensión espiritual y su demostración.

Las cualidades y la naturaleza de Dios se manifiestan en nuestra individualidad espiritual. La creencia de que dependemos de alguna condición mortal o material para nuestra felicidad, realización y plenitud es errónea. También lo es la creencia de que cualquiera puede obstaculizar nuestro progreso. La bondad de Dios nunca puede ser cambiada por la falsa creencia de una mentalidad carnal, que supuestamente nos afecta u obstaculiza nuestra práctica de la Ciencia Cristiana. No estamos personalmente apegados a una condición material o a un pensamiento mortal, porque jamás estamos separados de Dios, quien es nuestra fuente, nuestra Vida, nuestro Principio vivificador, nuestra única Mente real.

Cada uno de nosotros está llamado a cumplir el propósito de Dios para nosotros. No hay otra actividad. Este propósito es la expresión o revelación del bien, la revelación de que el bien es omnipresente y omnipotente, que no hay otra presencia o poder sino Dios, la Verdad y el Amor. El bien es omni-acción porque Dios es todo-acción. Somos creados por el Espíritu, Dios, por lo tanto, nuestra espiritualidad absoluta y perfecta es la realidad de la creación.

En nuestras oraciones, es mejor comenzar con Dios y no con nosotros mismos o un problema; comenzar con lo que Dios conoce, ve, hace y ama. Esto es lo único que realmente podemos experimentar, porque el propósito de Dios es que expresemos la naturaleza divina. Comprender que hay un solo Dios, un poder, una causa y efecto en acción, es obedecer el Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20: 3). Esto significa no solo pensar en Dios, sino saber lo que Dios sabe y está haciendo o dando.

En una ocasión compré varios ventiladores de techo para mi casa. Cuando le pregunté al proveedor quién podía instalarlos, dijo que vendría después de cerrar su negocio y los instalaría. Llegó alrededor de las 6 de la tarde y terminó a las 9:30 de la noche. Antes de irse, dijo: “Cada vez que he hecho este trabajo después de cerrar, me he sentido absolutamente agotado al terminar. Pero esta noche me siento fresco y no estoy cansado en absoluto”. 

No le había hablado de Dios o de religión, sino que simplemente había estado agradecido por su trabajo preciso y bien hecho y lo amaba por ello. Él había sido tocado por el Cristo, la Verdad. Fue la fuerza, la energía y la vitalidad de Dios lo que el proveedor expresó y experimentó. Esta es la esencia de la vida: Dios expresándose, impulsando todo el bien en pensamiento y acción.

No hay acción voluntaria o involuntaria en el pensamiento o la actividad mortales. En lugar de que exista algo mortal, solo está la manifestación armoniosa de la Mente divina que nos permite a cada uno de nosotros “impartir verdad, salud y felicidad”. La Mente divina es la única inteligencia. Reconocer humildemente que la Mente determina toda acción, tanto la del cuerpo como la del pensamiento, abre el camino para la curación.

Confiar en la Mente divina es el antídoto contra la falsa creencia de que nosotros mismos somos capaces de vivificar, controlar o facilitar la obra de Dios. La mente humana no tiene poder para sanar, pero el reconocimiento de que la Verdad y el Amor son omnipresentes y omnipotentes —de que no hay otro poder o causa— revela la luz de la armonía propia del Cristo, lo que llamamos curación.

Jesús expresó su propósito de esta manera: “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad” (Juan 18:37). Debemos seguir el ejemplo de Jesús, dar testimonio de la Verdad divina y así bendecir a la humanidad. 

El pacto que Dios ha hecho con cada uno de nosotros se resume en Filipenses 2:13: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

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