Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

EDITORIAL

Nuestro nuevo nacimiento, momento a momento

Del número de abril de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 30 de enero de 2023 como original para la Web.


Recientemente, en un viaje en taxi a la iglesia, tuve una charla que invita a la reflexión. 

Surgió el tema de la espiritualidad, y resultó que mi conductor era un ferviente creyente en la reencarnación. Insistía en que cada uno de nosotros tiene un alma personal que continúa la vida en un nuevo cuerpo terrenal después de la muerte; replantada en circunstancias materialmente mejores o peores de acuerdo con el comportamiento anterior. Estuvo de acuerdo conmigo en que la vida es eterna, pero veía esta eternidad como un ciclo continuo de renacimiento en formas físicas cambiantes. 

Ciertamente respeté su derecho a mantener estos puntos de vista. Pero cuando el conductor me dejó en la iglesia de la Ciencia Cristiana, me sentí agradecido de escuchar una perspectiva diferente de la vida y la muerte. El tema de la reencarnación no se abordó directamente en la Lección-Sermón de ese día, compuesta de citas leídas de la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Pero las ideas compartidas explicaban que Dios es Vida y es Todo, y que la muerte es lo opuesto a esta totalidad de Vida infinita y espiritual; por lo tanto, una irrealidad, a la luz de la realidad eterna de la Vida.

La comprensión de que esta Vida totalmente espiritual es la única vida de todos demostró ser poderosamente práctica en las obras sanadoras de Cristo Jesús y su resurrección. Él encarnó al Cristo, el mensaje de que somos creados y sostenidos espiritualmente por el Amor omnipresente e imparcial. En lugar de presentar un poder crítico y castigador que continuamente nos forma de nuevo en un cuerpo material, el Cristo revela que el verdadero gobernador, “como en el cielo, así también en la tierra”, (Mateo 6:10), es Dios, tan incapaz de negarnos Su envolvente abrazo como el sol de distribuir parcialmente su luz. El Alma divina nos mantiene para siempre dentro de sí misma. La creencia de que somos un alma personal atrapada en un cuerpo carnal invertiría esta visión verdadera. No obstante, en última instancia, no es que un cuerpo nos atrape, es un pensamiento que parece hacerlo: la convicción equivocada de que somos un alma limitada dentro de un cuerpo material. Y es de esta idea falsa que el Cristo nos despierta.

Este despertar se describe en Escritos Misceláneos 1883-1896, por la Sra. Eddy, como un nuevo nacimiento que redime el cuerpo. Lo hace al elevar la consciencia más allá de la materia, lo cual es radicalmente diferente de un renacimiento o reencarnación en la materia. El nuevo nacimiento es un nacimiento espiritual más que físico, logrado no mediante la muerte, sino en una multiplicidad de momentos antes y después de lo que parece ser la muerte. Es un cambio continuo en el pensamiento más bien que un cambio repentino de forma. Escritos Misceláneos dice: “El nuevo nacimiento no es obra de un momento. Empieza con momentos y continúa con los años; momentos de sumisión a Dios, de confianza como la de un niño y de gozosa adopción del bien; momentos de abnegación, consagración, esperanza celestial y amor espiritual” (pág. 15). 

Todas estas son acciones mentales que expresan nuestra individualidad espiritual que refleja a Dios, a la que podemos seguir cediendo a diario. Maravillosamente, hacerlo conduce a mejores circunstancias humanas, aquí y ahora. Sin embargo, la ganancia mayor es el descubrimiento de nuestra vida totalmente espiritual como hijo o expresión de Dios. 

Tomando prestada la frase del apóstol Pablo “el viejo hombre”, la que usó para describir la creencia común pero errónea de que las vidas limitadas y pecaminosas son nuestro destino en la vida, el artículo en Escritos Misceláneos dice, además: “¡Qué pensamiento iluminado de fe es éste! que los mortales pueden despojarse del ‘viejo hombre’, hasta que se halle que el hombre es la imagen del bien infinito que llamamos Dios, y aparezca la plenitud de la estatura del hombre en Cristo” (pág. 15).

Tenemos la oportunidad a cada momento de despertar aún más a nuestra vida como reflejo de Dios, crecer a la estatura del Cristo y cosechar las recompensas de sanarnos a nosotros mismos y a los demás. Al hacerlo, las creencias limitantes sobre la existencia, incluida la creencia de que el alma está en el cuerpo, se vuelven menos convincentes para nosotros, hasta que comprendemos que incluso la percepción mental errónea de que el alma es finita no puede existir, ya que Dios no malinterpreta —y jamás podría malinterpretar— la creación y nosotros reflejamos a Dios.

Tales momentos del “nuevo nacimiento” provienen de orientar nuestros corazones hacia Dios al reconocer y comprender la Ciencia divina de la Vida y la creación de la Vida, como se revela en la Biblia y Ciencia y Salud. Cuando era un estudiante relativamente nuevo de esta Ciencia, descubrí que tales momentos pueden ocurrir a toda hora y en cualquier lugar. Una vez, al reflexionar sobre las verdades espirituales en un tren lleno de gente, comprendí con gran claridad que jamás nací en la materia; realmente no estoy pasando por la materia; no estoy esperando morir debido a la materia. 

Detrás de estas audaces ideas estaba la profunda consciencia de que eran verdad; no solo para mí, sino para todos. Vislumbré lo que escribió la Sra. Eddy una vez: “La vida individual del hombre es infinitamente superior a una forma corpórea de existencia...” (Escritos Misceláneos, pág. 309). Eso trajo de inmediato una liberación mental. Y la transformación de mis perspectivas de la vida, que habían parecido inestables, continuó gradual pero permanentemente. Momentos similares del “nuevo nacimiento” han traído curación física para mí y para los demás. 

Tales momentos también pueden transformar el mundo, como lo demostró la evolución del apóstol Pablo, quien pasó de ser un motivado perseguidor de la nueva fe cristiana a ser su principal defensor. Los relatos bíblicos de su vida registran muchos momentos del “nuevo nacimiento”, incluido uno en el que claramente estuvo consciente de la realidad de Dios. Describió haber experimentado “el tercer cielo” (2 Corintios 12:2), el reino de lo real, que es invisible a los sentidos físicos. Esta es la Vida puramente espiritual, nuestra verdadera unidad con Dios que Jesús demostró plenamente después de su resurrección. Es decir, “[Jesús] se elevó por encima del conocimiento físico de sus discípulos, y los sentidos materiales no lo vieron más” (Ciencia y Salud, pág. 46). Esta fue la prueba absoluta de que, en realidad, cada uno de nosotros está totalmente separado de toda existencia material.

Entonces, si nuestras vidas no están verdaderamente en un cuerpo material en primera instancia, no pueden reencarnarse en la materia en segunda instancia. Somos continuamente espirituales. Cada momento nos brinda la oportunidad inestimable de renovarnos al vislumbrar nuestra verdadera existencia espiritual. Comprender qué es realmente la Vida sana nuestros cuerpos y regenera nuestro carácter, ya que el Cristo nos lleva a la expresión más completa de la armonía perfecta de la Vida que es nuestra verdadera identidad y la de todos los demás. 

Tony Lobl
Redactor Adjunto

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / abril de 2023

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.