Después de graduarme de la universidad y comenzar mi carrera profesional, me dieron un ejemplar del Christian Science Sentinel. Yo no sabía nada acerca de la Ciencia Cristiana en ese momento. Sin embargo, cuando leí los testimonios de curación registrados en las páginas de la revista —curaciones que se lograron solo a través de la oración, en lugar de medios médicos— sentí como si una llama se hubiera encendido profundamente dentro de mí. Fue evidente desde el principio que esta llama eclipsaría mi amor por mi profesión actual.
Años antes, había esperado encontrar algún día un medio diferente de bienestar y atención médica al que conocía. De las historias del Nuevo Testamento de la Biblia, había observado que Dios es sabio y amoroso, y también todopoderoso. Sobre esta base, confiaba en que en algún momento encontraría el tipo de cuidado afectuoso que introdujeron las curaciones de Cristo Jesús, el cuidado perfecto que Dios nos proporciona. Mientras leía los relatos de las curaciones de la Ciencia Cristiana en el Sentinel ese día, me di cuenta de que mi esperanza se estaba cumpliendo.
De ahí en más, me dediqué seriamente a aprender todo lo que pudiera sobre la Ciencia Cristiana. Al mismo tiempo, continué ejerciendo mi profesión. Sin embargo, la llama que se encendió cuando leí por primera vez esos testimonios se hizo más brillante y cálida. Pronto tomé instrucción de clase Primaria, un curso de estudio que explica las enseñanzas de la Ciencia del Cristo y cómo practicar la curación mediante el Cristo para uno mismo y para los demás.
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