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Original Web

EDITORIAL

Un corazón ardiente

Del número de agosto de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 5 de junio de 2023 como original para la Web.


El fin de semana de la boda de un amigo, el servicio religioso dominical de la Ciencia Cristiana era sobre el tema “Denuncia de la nigromancia antigua y moderna, alias mesmerismo e hipnotismo”. El servicio había sido incluido en el programa del fin de semana como uno de los eventos, por lo que dos invitados de la fiesta de bodas que no sabían nada sobre la Ciencia Cristiana decidieron ver de qué se trataba. Sentada directamente frente a ellos durante el servicio, me preocupaba que el lenguaje o el tema les pudieran parecer extraños. 

Al final del servicio, me volví hacia ellos y los invité a compartir, francamente, sus impresiones del mismo. Estaba preparada para escuchar observaciones educadas pero quizás curiosas de ellos, en el mejor de los casos. En cambio, se veían realmente felices. Uno dijo: “Esto es exactamente lo que he sentido toda mi vida y nunca había podido poner en palabras”. El otro estuvo de acuerdo.

¡Eso fue un despertar para mí! Y puso fin a cualquier noción limitada de cómo la Ciencia Cristiana podría tocar los corazones. Mary Baker Eddy describe esta Ciencia como “ardiente de Amor divino” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 367). Qué natural es, entonces, que un corazón receptivo a las desbordantes bendiciones de la bondad de Dios arda cuando es tocado por esa bondad, como estaban esas dos personas en la iglesia ese día. 

Esto hace eco de aquellos que menciona la Biblia cuyos corazones ardían dentro de ellos cuando eran tocados por la bondad de Dios; desde una mujer que había estado sangrando durante 12 años y se abrió paso entre la multitud para que Jesús la sanara (véase Mateo 9:20-22), hasta el hombre en el estanque de Betesda que tenía el sincero deseo de ser libre y hacía décadas que anhelaba sanar (véase Juan 5:1-9). Su receptividad al amor sanador de Jesús sugiere la necesidad de estar dispuesto como un niño a ser transformados y renovados por Dios. Jesús enseñó esto al decir que a menos que lleguemos a ser como niños pequeños, no podemos entrar en el reino de los cielos (véase Mateo 18:3). 

Volverse como un niño es ser receptivo a las ideas que transforman la vida; volverse hacia Dios con inocencia y asombro. Es un estado de expectativa, el afán de recibir el bien y bendiciones. El libro de texto de la Ciencia Cristiana articula esta receptividad: “La disposición de llegar a ser como un niño y dejar lo viejo por lo nuevo, torna el pensamiento receptivo a la idea avanzada” (Ciencia y Salud, págs. 323-324). 

Al igual que esos visitantes de la iglesia, cuando encontramos por primera vez nuevas ideas que nos inspiran, es fácil dejar lo viejo y que nuestros corazones estén ardientes. Sin embargo, la disposición propia de un niño para experimentar asombro y reverencia hacia las cosas del Espíritu —las cosas de Dios— nos permite obtener la idea avanzada y encontrar renovada inspiración.

¿Qué hacemos cuando no sentimos que nuestros corazones arden dentro de nosotros, ya sea en la iglesia o en la vida en general? Cuando dos de los discípulos de Jesús se dirigían a Emaús, se sintieron desalentados al hablar sobre los recientes sucesos en los que el hombre que pensaban que había venido a salvar a su nación fue, en cambio, crucificado. No obstante, cuando Jesús se acercó después de la resurrección y habló con ellos, sintieron el toque del Cristo, la verdadera comprensión de Dios, tan claramente que dijeron que sus corazones ardían dentro de ellos (véase Lucas 24:32). Se despertaron para recordar lo que él les había enseñado.

Juan el Bautista había dicho de Cristo: “Él los bautizará con el Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11, Nueva Versión King James). Esta purificación espiritual por el fuego santo de la Verdad no solo separa el falso sentido de nosotros mismos del verdadero, sino que también destruye la mentira de la mortalidad, el pecado, la discordia, la muerte. El Cristo nos permite sentir el poder y la vitalidad de Dios, el Amor divino, y esa luz nunca puede extinguirse. 

Ciencia y Salud dice esto acerca del Cristo: “Esta idea inmaculada, representada primero mediante el hombre y, según el Revelador (el autor del Apocalipsis), por último mediante la mujer, bautizará con fuego; y el bautismo de fuego quemará la paja del error con el calor ardiente de la Verdad y el Amor...”. Este bautismo quema la escoria de la forma material de vivir para iluminar el “oro del carácter humano” (pág. 565); del hombre como la expresión espiritual espontánea e inmutable de Dios, ardiente de Amor divino. Y nos sentimos renovados y revitalizados, como un bosque que ha sufrido una quema controlada con el propósito de generar un nuevo crecimiento. 

Esta regeneración despierta nuestro corazón para que esté ardiente con el amor de Dios, a través de la humildad propia de un niño. Trae una alegría que no tiene ningún fundamento para la aprensión; una espontaneidad y frescura de pensamiento; una perspectiva llena de confianza; el afán de perdonar y amar. 

Jesús ejemplificó la humildad de un niño al relacionarse con Dios como su Padre; al estar dispuesto a renunciar a lo mortal por lo divino, al depender de Dios con absoluta confianza, al insistir en la plenitud del gozo. Estas cualidades son naturales para cada hijo de Dios. No se estancan, no desaparecen, no pueden ser enterradas bajo los hábitos del comportamiento. 

La niñez que hace que nuestros corazones sean receptivos a la Verdad divina no es infantilismo. La verdadera niñez es una reprimenda al infantilismo que es esencialmente egoísmo y que se resiste al cambio, que se aferra a sus propias percepciones y se opone a dejar lo viejo por lo nuevo. Sin embargo, a medida que la consciencia humana cede ante el Cristo, renunciamos a todo lo que es material y estamos dispuestos a abandonar las viejas creencias y las viejas formas de pensar. La Ciencia del Cristo cambia nuestro punto de vista de lo mundano y estancado a la vitalidad de la vida en y del Espíritu.  

La convicción tan común de que la vida es mortal tiene la tendencia a hacernos aferrar tenazmente a las creencias erróneas, simplemente porque nos resultan familiares, y se oponen a la inspiración y comprensión espirituales. Esta actitud huye de la agitación que pueden provocar las ideas frescas y los nuevos puntos de vista; mientras que las nuevas formas de pensar y actuar basadas en el Espíritu no son negativas y perjudiciales. Trastornan el error; no lo que es verdadero y bueno. Puede ser necesario un esfuerzo para dejar de lado la tendencia a dejarnos ir a dondequiera que nos lleve la corriente del pensamiento mortal y comprometernos, en cambio, a perseguir ideales espirituales. No obstante, es un esfuerzo que resulta en una mayor paz y armonía. 

Las cualidades de Dios se renuevan y manifiestan constantemente de maneras expansivas. A medida que fomentamos la disposición de experimentarlas —así como un niño pequeño está ansioso por aprender y dar nuevos pasos— percibimos más de la armonía y el gobierno de Dios. Podemos experimentar el reino de Dios, aquí y ahora, y sentir nuestros corazones ardientes por todo lo que el Amor está dando, a cada momento. 

Larissa Snorek
Redactora Adjunta

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