A medida que 2019 llegaba a su fin, decidí pasar la Navidad y el Año Nuevo con mi hijo y mi ex esposa en los Estados Unidos. Resolvimos reunirnos en Boston, Massachusetts, donde ella vivía en ese momento. Estaba muy entusiasmado con el viaje, porque hacía seis meses que los había visto por última vez en Brasil, donde vivo.
A medida que se acercaba el día del viaje, pensaba en todo lo bueno que habíamos experimentado el año anterior. Mi gratitud por esos días alivió mi preocupación por los problemas logísticos pendientes que debían atenderse antes de partir.
Con el estudio de la Ciencia Cristiana, aprendemos que estar agradecidos por las bendiciones que recibimos abre nuestros corazones para recibir aún más día a día, con la certeza de comprender que Dios nos ama constantemente. Por lo tanto, era permanente el sentimiento de gratitud y alegría por mi próximo viaje, incluso durante el vuelo de 12 horas, que transcurrió sin problemas, y la reunión con mis dos familiares en el aeropuerto. Me conmovió verlos después de tanto tiempo, y estaba seguro de que el Cristo unía nuestros corazones en amor.
Nuestras salidas y encuentros se centraron especialmente en el verdadero espíritu de la Navidad. Como todos somos Científicos Cristianos, celebramos la Navidad con el Alma, Dios, y no de alguna forma materialista.
No obstante, a pesar de toda esta armonía y gratitud, hubo un momento en que recordé una situación discordante, y comencé a enojarme por el pasado. De inmediato empecé a sentirme mal, con dolor de cabeza, vértigo y náuseas, y no pude comer ningún alimento.
Cuando me di cuenta de que este desafío parecía apoderarse de mi pensamiento, me dirigí directamente a Dios en oración para sanar.
En la Ciencia Cristiana aprendemos a recurrir a la oración para resolver cualquier situación que no represente el reino de Dios; cualquier momento en que Dios no parece estar presente, o que nuestro creador, nuestro Padre-Madre, no nos ama.
El Texto Áureo de la Lección Bíblica de esa semana del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana hablaba de la sabiduría de Dios: “Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo” (Eclesiastés 2:26). Entonces me vino la pregunta: “¿No soy bueno ante Sus ojos —estoy desagradando a Dios por algo que aún no he comprendido— y es esa la razón de mi enfermedad?”.
Sabía que esto no tenía sentido en el reino de los cielos, o reino de la armonía. Mis pensamientos se dirigieron al gran amor que Dios tiene por todos nosotros. Dentro de ese amor no hay falta de armonía en la forma en que nos entendemos y nos relacionamos unos con otros. No necesitamos dar crédito al hombre Adán (véase Génesis 2), creado de la materia y no por Dios. Aceptar cualquier noción de no ser “bueno ante sus ojos” era impensable.
A la mañana siguiente, mientras estábamos tomando el desayuno (aunque todavía no podía comer nada), miré por la ventana y noté que la nieve que había estado allí durante una semana se estaba derritiendo y comenzaba a aparecer la hierba. Me sentí encantado con esa transformación, y se me ocurrió que se relacionaba con la falta de armonía que había aceptado en mi pensamiento. ¡Me di cuenta de que es una transformación del pensamiento lo que trae curación cuando se enfrenta cualquier desafío! Al comprender este simple hecho, mi forma de pensar se transformó instantáneamente, y disipó por completo la incomodidad que había experimentado desde la noche anterior.
El estudio diario de la Lección Bíblica es una bendición que nos dejó la Sra. Eddy para nuestro constante crecimiento espiritual, porque nos recuerda que debemos poner en práctica las verdades de la Ciencia Cristiana al reconocer nuestra filiación divina con el amado Padre, y nos inspira a abandonar los falsos conceptos que obstaculizan nuestra comprensión de que Dios es Todo y está siempre presente.
Cuando me di cuenta de que jamás había habido ninguna desarmonía en las relaciones pasadas, sino solo la expresión del amor de Dios en cada situación, sané de la enfermedad, porque hubo una transformación en mi pensamiento con respecto al hombre real, el hombre creado por Dios. Mary Baker Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “La Ciencia Cristiana saca a luz la Verdad y su supremacía, la armonía universal, la totalidad de Dios, el bien y la nada del mal” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 293).
Después de esta curación nuestra estadía fue agradable y divertida, lo que hizo de este viaje algo inolvidable. Mi concepto de la Navidad fue renovado. Sentí que comprendía el verdadero significado del nacimiento de Jesús, el cual reveló la idea Cristo a la consciencia humana. Con eso experimenté el amor más puro y humilde que he recibido de los miembros de mi familia.
Mario Dino Bueno Torres
Indaiatuba, São Paulo, Brasil