Hace unos dos años, comencé a tener una severa picazón en la piel. Cuando la condición no cedió inmediatamente a la oración, recurrí a un médico en busca de ayuda y me diagnosticaron hipertiroidismo, que cambió a hipotiroidismo después de unos meses. Me dijeron que la disfunción era incurable y que tendría que tomar medicamentos por el resto de mi vida.
Me sentí abatida, obligada a hacer algo que no quería hacer. Y debido a que de repente gané mucho peso, las personas que me conocían me bombardearon con preguntas sobre lo que me había sucedido. Entonces, para mi sorpresa, descubrí que varias mujeres que conocía sufrían del mismo problema.
Me negué a aceptar que el veredicto médico era absoluto y comencé a buscar en JSH-Online.com curaciones de hipotiroidismo a través de la oración en la Ciencia Cristiana. Con alegría descubrí que había muchos. Esto me dio esperanza, y me sumergí en un estudio más profundo de la Biblia y de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Oré para obtener una comprensión más clara de lo que realmente gobierna el cuerpo, y de mi propia identidad como una idea espiritual en la Mente divina, o Dios, siempre sana y completa, que jamás necesita medicamentos para funcionar correctamente.
Fue alentador recordar curaciones anteriores que había experimentado mediante la oración. Me consoló darme cuenta de que el cuerpo solo está sujeto al saludable gobierno de la Mente divina, no a supuestas leyes materiales de salud o a remedios farmacéuticos. La Sra. Eddy explica: “En la Ciencia, el cuerpo es el siervo de la Mente, no su amo: la Mente es suprema. La Ciencia invierte el testimonio del sentido material con el sentido espiritual de que Dios, el Espíritu, es la única sustancia; y que el hombre, Su imagen y semejanza, es espiritual, no material” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 47).
Alrededor de esa época, fui elegida Primera Lectora de un grupo informal de Científicos Cristianos en nuestra ciudad. Sabía que los Lectores en las iglesias de la Ciencia Cristiana tienen el deber de ser cristianos ejemplares. La Sra. Eddy declara en el Manual de la Iglesia: “Deben guardarse sin mancha del mundo, —incontaminados del mal,— a fin de que la atmósfera mental que exhalen pueda promover la salud y la santidad, o sea ese ánimo espiritual que tanta falta hace universalmente” (pág. 31).
Fue natural dedicar más tiempo a orar por el mundo, por mi comunidad, por mi iglesia e incluso por mis vecinos en el edificio de apartamentos donde vivo. Cuando las conversaciones con los demás derivaban hacia sus problemas de tiroides, me esforzaba por mantener mi pensamiento en línea con la verdad del cuidado amoroso de Dios por Sus hijos.
Después de unos pocos meses volví al endocrinólogo para mi último chequeo, y con asombro me informó que estaba sana y que no necesitaba tomar ningún medicamento. Las pruebas confirmaron que la tiroides era normal en todo sentido. El médico lo declaró un milagro, pero yo sabía que era el resultado natural de la oración en la Ciencia Cristiana. Y estoy feliz de decir que mi peso también ha vuelto a la normalidad.
Un pasaje en la página 495 de Ciencia y Salud resume la transformación de mi pensamiento y cómo eso resultó en curación: “Cuando la ilusión de enfermedad o de pecado te tiente, aférrate firmemente a Dios y Su idea. No permitas que nada sino Su semejanza more en tu pensamiento. No dejes que ni el temor ni la duda ensombrezcan tu claro sentido y calma confianza de que el reconocimiento de la vida armoniosa —como la Vida es eternamente— puede destruir cualquier sentido doloroso o cualquier creencia acerca de aquello que no es la Vida”.
Melissa de Teffé
Milán, Italia