En la Ciencia Cristiana he aprendido que el hombre es la expresión del ser infinito de Dios y que este hecho espiritual puede demostrarse en la escena humana. También he descubierto que “las quejas son pobreza” y “riqueza es gratitud”, como dice un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana (Vivian Burnett, N° 249).
En un momento dado, cuando estaba en transición entre un trabajo y otro, me sentía estresado por las finanzas y vigilaba mis gastos cuidadosamente. Un domingo, mientras estaba sentado en la iglesia, tratando de decidir si debía contribuir con mi cantidad habitual a la colecta, pensé en algo que un practicista de la Ciencia Cristiana había compartido conmigo: que una mano abierta que está lista para dar también está lista para recibir. Representa la abundancia que fluye hacia adentro y hacia afuera. Un puño, que está cerrado y no puede dar ni recibir, representa la escasez.
Con esa idea, decidí dar mi cantidad normal. Me sentí en paz, porque mi estudio y práctica de la Ciencia Cristiana me habían demostrado que Dios es la fuente infinita de todo el bien, y que el hombre es la expresión completa de Dios, y no le falta nada.
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