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Original Web

“Tú sabes quién eres”

Del número de marzo de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 4 de diciembre de 2023 como original para la Web.


La naturaleza de Dios como bondad pura se refleja naturalmente en cada uno de nosotros; y el Cristo, el mensaje de Dios a la humanidad, nos hace conscientes de nuestra identidad divina, el reflejo de Dios, el Amor divino mismo. Los pensamientos propios del Cristo vienen inmediatamente a nuestro rescate para sacarnos de cualquier situación discordante o amenazante. 

Una mañana, leí donde Jesús les dice a sus discípulos: El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él” (Juan 6:56). Esas palabras pueden parecer confusas o discordantes si no somos conscientes de lo que significan espiritualmente. Así que, después de leerlas, reflexioné sobre el significado, manteniéndome receptiva a lo que Dios, la Mente divina, además me revelaría. La Mente divina siempre es reflejada por el hombre, nuestra naturaleza original y pura como imagen y semejanza espiritual de Dios. 

Somos la expresión eterna de Dios, de la Vida divina, sin principio ni fin.

Un poco más tarde esa mañana, mientras conducía a mi oficina para una cita, comencé a sentir una incómoda opresión en el pecho. En ese mismo momento, en un semáforo, supe que era importante mantenerme firme y apoyarme en Dios, y de inmediato declaré la presencia y el poder del bien omnipotente. Entonces me escuché a mí misma decir algo así como: “Escucha, tú. ¡Despierta! Tú sabes quién eres”. Fue mi manera de tomar conciencia rápidamente de mi identidad armoniosa como hija espiritual de Dios, apartándome mentalmente del temor y de las sensaciones físicas y manteniéndome con el único poder, Dios.

Refuté con claridad, firmeza y confianza el testimonio de los sentidos materiales que sugerían que soy un mortal material sometido a la enfermedad. Antes de que el semáforo se pusiera verde, me vino al pensamiento la inspiración que había recibido horas antes. Recordé lo que Jesús les había pedido a sus discípulos que hicieran, y yo también estaba dispuesta a hacerlo. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, explica: “Su carne y sangre verdaderas eran su Vida; y en verdad comen su carne y beben su sangre los que participan de esa Vida divina” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 25). El pensamiento angelical que me vino fue que mi verdadera identidad, mi verdadera carne y sangre, es propia del Cristo. Podía ser obediente y aceptar y admitir que Dios, la Vida divina, es mi sustancia. 

¡Qué alivio fue esto! La incomodidad desapareció considerablemente, y esto fue seguido por una tranquila sensación de amor y gratitud. Me comprometí a apartar mi pensamiento del cuerpo hacia Dios, la Verdad y el Amor divinos. Aprendí que es importante hacer esto en toda curación de la Ciencia Cristiana o demostración de la Verdad.

Con diligencia, continué llenando mi pensamiento con el amor genuino por Dios. Seguí reconociéndolo y agradeciéndole, con la sinceridad de un niño, por sus abundantes bendiciones. Mi oración se convirtió en una corriente de amor consciente que me brindó la tangible conciencia de mi unidad con el Divino. 

En apenas unos momentos, incluso antes de que llegara a mi oficina, el Amor divino había disuelto todo el temor y cada uno de los síntomas había desaparecido. Sumergida en el amor del Cristo, me sentí amada, sana y libre. 

Pero eso no fue todo. La noche anterior, me había quemado gravemente el interior del labio inferior mientras comía algo muy caliente. Era incómodo y doloroso, y había comenzado a formarse una ampolla. Esa noche todo rastro de la quemadura y el dolor desaparecieron. 

Debido a nuestra espiritualidad innata como hijos de Dios, que refleja la naturaleza de la Verdad y el Amor, todos somos dignos y capaces de caminar, paso a paso, en los pasos de nuestro Maestro, Jesús, y probar, aunque sea en pequeñas formas, que Dios es la Vida. 

Toda curación espiritual, por más modesta que sea, revela que la Vida es Dios. La verdadera relación entre Dios y el hombre ya está establecida tan sólidamente como se ha establecido una regla en matemáticas. Somos la expresión eterna de la Vida divina, sin principio ni fin. Basada en la autoridad divina y en su vida consagrada de oración y amor desinteresado, la Sra. Eddy proporciona esta guía con respecto a nuestro derecho individual a reclamar nuestra semejanza a Dios: “Admitir para uno mismo que el hombre es la propia semejanza de Dios, libera al hombre para dominar la idea infinita. Esta convicción cierra la puerta a la muerte y la abre de par en par hacia la inmortalidad” (Ciencia y Salud, pág. 90). 

Podemos elevarnos al orar para discernir nuestra coexistencia con Dios y, al hacerlo, obtener una comprensión espiritual más clara de lo que Jesús quiso decir cuando dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). 

Esforzarse por la mera perfección humana no es útil, ya que esta aspiración puede engañarnos sutilmente para que pensemos que tenemos mentes y egos propios. Esto puede hacernos obstinados, o incluso hipócritas. Pero lo bueno es que Dios nunca nos dejará allí. Él nos eleva si estamos dispuestos a volvernos a Él y descubrir nuestra presente inmortalidad. Sólo hay un Ego y una voluntad divina: el bien infinito. Este Ego se expresa continuamente, e incluye a toda la creación en una unidad llena de amor, infinita, pero cohesiva.  

Estamos firmemente abrazados en el majestuoso universo espiritual de Dios. Nuestra elección individual de ceder, reflejar y recurrir a las cualidades beatíficas que se encuentran en el Sermón que Jesús dio en el Monte —cualidades como misericordia, humildad y amor— pueden desempeñar un papel importante en la curación de la enfermedad y el pecado.

Al ver la necesidad vital de reflexionar sobre quiénes somos realmente en relación con Dios, la Sra. Eddy da esta guía en el Manual de La Iglesia Madre: “La gratitud y el amor deberían reinar en todo corazón cada día de todos los años” (pág. 60). Esto puede parecer una tarea difícil; sin embargo, si lo hacemos de buena gana, trae curación y alegría espiritual. Es útil tener en cuenta que el encabezado de este Estatuto se titula “Observancia de la Pascua de Resurrección”. Esto me muestra que la gratitud y el amor son cualidades de la resurrección. Nos elevan mentalmente para que reconozcamos la influencia divina en el pensamiento y en el corazón. Este reconocimiento es sanador.

Para el sentido espiritual, cada curación en la Ciencia Cristiana es una “revelación” —un descubrimiento o elucidación— de nuestra verdadera naturaleza inmortal propia del Cristo como reflejos de Dios. Grandes y preciosas lecciones espirituales siguen fluyendo de cada demostración de curación. Valorémoslas. Son nuestras bendiciones cotidianas de la Pascua, levantando constantemente el velo de la materia y la carga de la mentalidad material. 

Tú eres la expresión misma de Dios, y Él está expresando Su propia semejanza como tú, continuamente, de maneras audaces y nuevas. Debido a que Dios te ha dado la libertad para admitir e insistir con gratitud en estos hechos espirituales en la Ciencia del ser, puedes decirte a ti mismo con confianza: “Tú sabes quién eres”.

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