La naturaleza de Dios como bondad pura se refleja naturalmente en cada uno de nosotros; y el Cristo, el mensaje de Dios a la humanidad, nos hace conscientes de nuestra identidad divina, el reflejo de Dios, el Amor divino mismo. Los pensamientos propios del Cristo vienen inmediatamente a nuestro rescate para sacarnos de cualquier situación discordante o amenazante.
Una mañana, leí donde Jesús les dice a sus discípulos: “El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él” (Juan 6:56). Esas palabras pueden parecer confusas o discordantes si no somos conscientes de lo que significan espiritualmente. Así que, después de leerlas, reflexioné sobre el significado, manteniéndome receptiva a lo que Dios, la Mente divina, además me revelaría. La Mente divina siempre es reflejada por el hombre, nuestra naturaleza original y pura como imagen y semejanza espiritual de Dios.
Somos la expresión eterna de Dios, de la Vida divina, sin principio ni fin.
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