Cuando mi esposo y yo recibimos la llamada de que nuestra hija había entrado en trabajo de parto con su segundo hijo, nos dirigimos al hospital para cuidar a nuestro nieto mayor (que entonces no tenía dos años). Sentada en la sala de espera, comencé a sentirme mal y no estaba segura de poder cumplir con mis próximos deberes. Cuando nuestro yerno dijo que pasaría un rato antes de que nos necesitaran, fui a sentarme en el auto a orar, mientras mi esposo nos compraba algo de cenar.
Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy —el libro de texto sobre la Ciencia Cristiana— ayuda a los lectores a obtener una comprensión más clara del amor inmutable de Dios por todos y de nuestra relación con Él; comprensión que trae curación. Cualquiera puede recurrir a este libro junto con la Biblia, orar con su inspiración, y demostrar prontamente la Ciencia contenida en sus páginas. Me gusta tanto este libro que tan pronto como termino de leerlo, empiezo de nuevo por el principio. Además de leer Ciencia y Salud de principio a fin de forma regular, a menudo encuentro la inspiración necesaria al abrirlo al azar.
Así que, mientras esperaba en el auto, dejé que el libro se abriera y vi un pasaje que había leído muchas veces antes, pero que ahora tenía un nuevo significado para mí: “Mantén perpetuamente este pensamiento: que es la idea espiritual, el Espíritu Santo y el Cristo, lo que te capacita para demostrar, con certeza científica, la regla de la curación, basada en su Principio divino, el Amor, que subyace, cobija y envuelve todo el ser verdadero” (pág. 496). El Principio y el Amor divinos son dos nombres para Dios. Comencé a considerar que el Cristo —la Verdad divina que dio poder a las obras sanadoras de Jesús— está presente aquí y ahora, tal como lo estaba hace dos mil años. El Cristo nos capacita para probar que la bondad sanadora de Dios siempre está operando, siempre activa, siempre a la mano. Dios es Espíritu, el bien supremo, y nosotros somos Su descendencia espiritual, siempre bajo Su tierno cuidado. Ceder a esta verdad disuelve todo lo que parece oponerse a ella.
Dios nos proporciona de manera confiable la capacidad de discernir las verdades espirituales, comprender su relevancia y aceptarlas y aplicarlas.
Mientras oraba, una creciente sensación de libertad emergió en mi pensamiento, y el dolor, el miedo y la sensación de sentirme inútil se disolvieron. Para cuando mi esposo se subió al auto con nuestra cena —ni siquiera se había ido 15 minutos— yo estaba completamente bien. Comimos y regresamos al hospital, donde pronto nació nuestro nieto. Después de una breve visita, nuestro nieto mayor y yo fuimos a su casa y pasamos unos días encantadores y activos. La inspiración de esa curación continuó llenándome de energía durante las siguientes dos semanas mientras apoyaba a esta dulce familia.
Ciencia y Salud explica, al referirse a Cristo Jesús: “Nuestro Maestro dijo a todo seguidor: ‘¡Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura!... ¡Sanad enfermos!... ¡Amarás a tu prójimo como a ti mismo!’ Era esta teología de Jesús lo que sanaba a los enfermos y a los pecadores. Es su teología en este libro, y el significado espiritual de esta teología, lo que sana a los enfermos y hace que ‘deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos’” (págs. 138-139).
La lectura de la Biblia junto con las explicaciones inspiradas que se encuentran en el libro de texto de la Ciencia Cristiana ilumina las enseñanzas de Jesús y su relevancia práctica hoy en día. Son una fuente inagotable. Una claridad cada vez más profunda con respecto a uno conduce a una comprensión más completa del otro.
Por eso sigo leyendo Ciencia y Salud. Estoy muy agradecida por la continua y ampliada comprensión de Dios y de la Ciencia Cristiana que esto trae.
Melissa Hayden
Portland, Oregón, Estados Unidos
