Siempre he sentido una fuerte conexión con mi casa. Pero hasta el verano pasado no me había dado cuenta de que puedo alcanzar un sentido más expansivo de hogar en cualquier lugar.
Me habían contratado para ser consejera en un campamento de verano para Científicos Cristianos. Llegué al campamento extasiada por estar allí, pero muy pronto me embargó una inesperada ola de nostalgia. Comencé a sentirme incómoda porque parecía que la paz, la comodidad y la seguridad que asociaba con mi casa no estaban allí. Cuanto más me centraba en estos sentimientos, peor me sentía, hasta que me di cuenta de que la tristeza había consumido toda mi primera semana. No veía cómo podía tener una experiencia de campamento productiva o feliz de esta manera. Algo tenía que cambiar, o el verano sería muy largo.
Sabía que el campamento era un gran lugar lleno de buena gente y actividades divertidas, pero este razonamiento solo podía llevarme hasta cierto punto. Para tener una experiencia de campamento verdaderamente feliz y memorable, necesitaba cambiar mi forma de pensar. Me di cuenta de que podía orar. Para mí, la oración es escuchar lo que Dios me está diciendo acerca de mí misma, acerca de la forma en que Él me ve. Comprendí que puesto que Dios es Amor, en lugar de tratar de razonar mi proceder a través de esta nostalgia, podía confiar en que el Amor me ayudaría a sentirme como en casa. En el fondo sabía que no tenía que estar en casa para sentirme como en casa. Dios podía ayudarme a sentir todas las cualidades del hogar en el campamento.
Cuando encontré un lugar tranquilo para orar, me vino una de mis declaraciones favoritas de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (pág. 494). Para mí, esta era una promesa de que Dios ya me estaba proporcionando lo que yo pensaba que me faltaba. Sabía que podía orar con esta idea buscando las formas en que el Amor estaba respondiendo a mis necesidades allí mismo en el campamento.
Otra idea que me vino a través de mis oraciones fue que estaba en el campamento porque Dios tenía un propósito para mí allí. Al continuar escuchando a Dios, pude reconocer mi propósito en el campamento aún más plenamente. Me sentí mucho mejor al orar con estas ideas.
Decidí que todos los días escucharía para recibir la inspiración de Dios que me ayudaría a apoyar a otros en el campamento. Al hacerlo, comencé a reconocer las cualidades del hogar en mí misma y en los demás.
Encontré paz al conectarme con viejos amigos y un conflicto del pasado se resolvió. También vi paz en la belleza del ambiente que me rodeaba y el amor expresado por los caballos con los que estaba trabajando en el corral. Encontré consuelo en el apoyo constante y amoroso de mi supervisora, quien sabía que estaba luchando y me ofreció su propia inspiración. Me sentí segura superando los desafíos del campamento porque fui guiada por Dios, y eso bendijo a los campistas, y a mí, y a todos los demás.
A los pocos días, me di cuenta de que mi hogar físico no era el único lugar donde podía ser feliz y útil. No importaba dónde estuviera, podía encontrar todas las cualidades del hogar porque son espirituales y provienen de Dios.
He leído la siguiente explicación en Ciencia y Salud muchas veces antes, pero esta experiencia realmente me mostró de qué se trata: “La oración no puede cambiar la Ciencia del ser, pero tiende a ponernos en armonía con ella” (pág. 2). Mis oraciones en realidad no cambiaron el campamento o mi ubicación física, pero me ayudaron a ver y experimentar la armonía del hogar, en todas partes.
