Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

El problema del árbol de nogal

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 26 de mayo de 2014

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Marzo de 1911


Un árbol de nogal que da sombra a nuestro jardín, últimamente nos ha enseñado una muy valiosa lección. Relato aquí su historia en beneficio de otros que, en sentido figurado, pueda que tengan “nogales” en sus propios jardines.

Cada año, la llegada de la primavera hace que los otros árboles desplieguen sus hojas, pero este nogal permanece, durante semanas, demacrado, desnudo y feo. Por más que el sol brille con todo su esplendor, los suaves vientos soplen, las cálidas lluvias golpeen todo lo que quieran, este árbol no ofrece respuesta alguna. Mientras todo a su alrededor crece verde y hermoso, el nogal permanece distante y frío, sin tomar parte y, aparentemente, sin deseos de participar en el despertar general. No obstante, a nosotros esto no nos preocupa en lo más mínimo. Sabemos que al poco tiempo aparecerán pequeños brotes que comenzarán a expandirse y a crecer sin desarrollarse, hasta que se mantienen erguidos en todas sus ramas nudosas como rígidas velitas de Navidad. Entonces, tal vez, llueva una noche, seguida por un día de sol radiante, ¡y se produce el milagro! Las velas navideñas se ablandan y despliegan formando pequeñas hojas, las cuales cuelgan por unos días como espiguillas plumosas, y luego imperceptiblemente toman tal forma y color, que antes que nos demos cuenta, nuestro terco y viejo árbol de nogal se erige vestido con una túnica verde que es un gozo de contemplar todo el resto de la temporada.

En una ocasión, estábamos disfrutando de su sombra exuberante, cuando me vino este pensamiento: ¿Por qué no podemos ser tan pacientes con nuestros seres queridos que están luchando por salir adelante, como somos con los árboles? Las personas, al igual que los árboles, tienen características propias, entonces ¿por qué habremos de impacientarnos y preocuparnos porque todos los procesos mentales no son iguales? La violeta se abre paso entre las hojas mojadas casi al primer soplo apacible de la primavera, mientras que la rosa requiere semanas de cuidado y vigilancia por parte del jardinero antes de poder alcanzar su total esplendor. Sin embargo, ¿quién puede decir que una es más bella que la otra? ¿Está la violeta en posición de criticar a la rosa, o debería la rosa juzgar y condenar a la violeta? Cada una simplemente se desenvuelve de acuerdo con su propia naturaleza, y ni el fariseísmo de la violeta, ni la auto-condenación de la rosa, facilitará el crecimiento de ninguna de ellas. Entonces ¿es que vamos a tener menos paciencia con nuestro hermano y nuestra hermana, de lo que tenemos con la hierba del campo “que hoy es, y mañana es echada en el horno”?

Quizás podemos mirar atrás y preguntarnos honestamente si siempre hemos utilizado en nuestra relación con los demás, el mismo sentido común que hemos usado respecto a nuestro árbol de nogal. Al pasar una y otra vez debajo de sus ramas desnudas, ¿se nos ha ocurrido alguna vez, por ejemplo, reprocharlo por su lentitud?, o detenernos y preguntarle ¿por qué no comenzó a ponerse verde como los otros árboles? Tengo la certeza de que nunca derramamos lágrimas por eso, tampoco lo hemos importunado por ello, ni hicimos su vida desdichada al suplicarle continuamente que saque algunas hojas, “¡solo para complacernos!” De igual manera, tampoco le señalábamos el sauce llorón del vecino de al lado, comentando lo felices que debían estar esas personas por tener un árbol tan hermoso en su jardín. Simplemente, pasábamos de largo en silencio, como personas razonables, ocupados con nuestros propios asuntos, teniendo la seguridad de que el árbol de nogal estaba haciendo lo mismo. El hecho de que había crecido en nuestro jardín y nos pertenecía, no era razón para que perdiera su individualidad, o su libertad absoluta para resolver su propia salvación, a su manera.

La Sra. Eddy nos advierte que debemos “recordar que el mundo es grande; que existen miles de millones de voluntades, opiniones, ambiciones, gustos, y afectos humanos diferentes; que cada persona tiene una historia, una constitución, una cultura, y un carácter diferente de todos los demás; que la vida humana es el trabajo, el juego, la incesante acción y reacción del uno sobre el otro, de estos distintos átomos” (Escritos Misceláneos, pág. 224). ¿Entonces, por qué desanimarse? El hecho de que no haya evidencia visible de un cambio para los sentidos materiales, no significa que ya no se esté produciendo en la consciencia humana. Nadie vio la lucha interna por la que tuvo que pasar el árbol antes que la dura corteza se ablandara lo suficiente como para dejar aparecer el primer brote; y de la misma manera nadie ve el conflicto a través del cual algunas especies tantean su camino hacia la luz. Los procesos más íntimos del corazón no siempre son revelados, ni siquiera a los seres más queridos y cercanos. Pero en este intervalo de espera ¿no podemos acaso tener la suficiente fe en el resultado final como para ser un poco más pacientes, un poco más amorosos?

Quizás, se presente el argumento: “El amor mismo que siento es lo que me hace sentir impaciente. Si no amara tanto no me preocuparía”. Pero, ¿es realmente el amor, o el corazón preocupado? Tenemos que estar seguros de esto, porque no existe otro sentimiento que tenga tantas probabilidades de ser mal interpretado. Si exploramos el corazón con suficiente profundidad, lo que con tanto cariño creemos que es amor por el árbol, a veces resulta ser solo amor por nosotros mismos, es decir, el deseo de que el árbol se ponga verde para que nuestro jardín se vea más bonito, y en consecuencia nos sintamos más felices. Antes de comenzar a lamentarnos con tanta persistencia por nosotros mismos, e insistir con tristeza que hemos hecho “todo lo posible”, qué tal si nos preguntamos si hemos hecho lo más difícil de hacer —de hecho, es tan difícil, que algunos de nosotros jamás lo hemos intentado— esto es, dejar de lado nuestro propio sentido de responsabilidad personal en el asunto.

¿Qué pasaría si nos esforzáramos un poco más por recordar que el árbol no es “nuestro” en absoluto, sino de Dios? Si tratáramos de hacer menos real su terquedad, su fealdad, su perversidad, y recordáramos, en cambio, que el verdadero árbol y el verdadero hombre, son ideas perfectas en la Mente, y que, como tales, Dios está siempre consciente de ellas. Supongamos que tratamos de recordar que la obra de Dios ya está hecha, que para Él, el árbol de nogal ya es tan hermoso como el sauce llorón del vecino, porque Él puede ver lo que todavía está oculto a nuestros enceguecidos ojos: la creación espiritual, perfecta y completa; y que a Su manera (no a la nuestra), y en Su momento (no el nuestro), este hecho eterno se manifestará en la consciencia humana.

Mientras tanto, ¿queremos sinceramente que el árbol resuelva su problema? Entonces, ¿qué te parece si nos hacemos a un lado y le damos la oportunidad de hacerlo? Es posible que lo único que necesita es que lo dejen solo, y es más que probable que esta sea la única cosa que jamás hemos hecho, porque a la mente mortal no hay nada que le guste más que tratar de manejar los asuntos de otros. Supongamos que nos hacemos a un lado solo por un momento. Puede que el fariseísmo haya echado una sombra más oscura y fría sobre esto, de lo que pensábamos. La Sra. Eddy nos dice que el amor propio es “más opaco que un cuerpo sólido” (Ciencia y Salud, pág. 242 ), y este a veces también ha impedido que la luz llegue a cosas mucho más valiosas que los árboles de nogal. La mente humana tiene también una extraña característica denominada justificación propia. Sin embargo, si oramos con suficiente fervor, podemos liberarnos incluso de eso. No ahoguemos la idea que lentamente se está desenvolviendo, porque a veces la ansiedad tiene un efecto sofocante. Sería conveniente apartarnos lo suficiente como para permitir que los libres vientos del cielo soplen y los cálidos rayos del sol hagan su trabajo. El árbol era de Dios antes de que fuera nuestro. ¿No podemos confiar en que Él cuidará del árbol?

¡Ánimo, nostálgico jardinero! ¿Ves que han pasado semanas y meses, y tu árbol no responde? Puede que mañana, al amanecer, veamos aparecer el primer brote casi imperceptible; y mientras tanto todavía hay algo que podemos hacer, una prueba final tan importante que solo aquellos que han pasado por ella pueden entender lo que implica. ¿Amamos realmente? ¿Tenemos realmente las mejores intenciones en el corazón para nuestro ser querido? Entonces pruébalo. Aquello que es realmente amor, y no su contrahechura, no solo puede

Decir la palabra que se necesita,
sino guardar silencio también: sin olvidar
que cuando las cosas parecen erradas,
a veces el amor más grandioso se expresa,
estando dispuesto tan solo a esperar.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más artículos en la web

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.