La parábola de Jesús sobre los talentos indica que esencialmente no hay diferencia entre uno, dos o cinco talentos. Los mismos señalan variedad, no cantidad. De acuerdo con la Ciencia Cristiana solo hay una cantidad: la esencia de la sustancia universal del Espíritu, Dios, del cual emanan todas las cualidades y atributos. Los talentos ilustran los múltiples aspectos de Dios. De modo que un talento es tan precioso e importante como cinco talentos, para la inteligencia divina, y por ende, para el mundo.
¿El propósito fundamental de la parábola no es acaso poner de manifiesto, por un lado, la imparcialidad de Dios, dentro de un concepto parcial de la creación, y por el otro, el potencial que tienen por igual todos los hombres, cualquiera sea el alcance de sus acciones humanas? ¿Acaso el siervo que recibió un talento no sería tan capaz y competente como aquellos que recibieron dos y cinco talentos, en lo que atañe a la oportunidad, realización y productividad? El mandato divino es que utilicemos nuestros talentos. Es decir que al perezoso no se le acumulará ninguna recompensa.
Jesús consideraba que la laboriosidad, la responsabilidad individual de producir, multiplicar y volver a sembrar la tierra, de ganar, poseer y vender, debía tener una retribución justa. Enseñaba que a aquel que utiliza bien sus talentos debe dársele una recompensa por mérito. Mientras que el que se niega a emplear su talento, inevitablemente tendrá una recompensa de pérdidas. Él enseñó y demostró que, como Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, afirma: “La devoción del pensamiento a un logro honesto hace el logro posible” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 199).
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