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PROVECHO Y RECOMPENSA

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 19 de junio de 2014

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Diciembre de 1960


La parábola de Jesús sobre los talentos indica que esencialmente no hay diferencia entre uno, dos o cinco talentos. Los mismos señalan variedad, no cantidad. De acuerdo con la Ciencia Cristiana solo hay una cantidad: la esencia de la sustancia universal del Espíritu, Dios, del cual emanan todas las cualidades y atributos. Los talentos ilustran los múltiples aspectos de Dios. De modo que un talento es tan precioso e importante como cinco talentos, para la inteligencia divina, y por ende, para el mundo.

¿El propósito fundamental de la parábola no es acaso poner de manifiesto, por un lado, la imparcialidad de Dios, dentro de un concepto parcial de la creación, y por el otro, el potencial que tienen por igual todos los hombres, cualquiera sea el alcance de sus acciones humanas? ¿Acaso el siervo que recibió un talento no sería tan capaz y competente como aquellos que recibieron dos y cinco talentos, en lo que atañe a la oportunidad, realización y productividad? El mandato divino es que utilicemos nuestros talentos. Es decir que al perezoso no se le acumulará ninguna recompensa.

Jesús consideraba que la laboriosidad, la responsabilidad individual de producir, multiplicar y volver a sembrar la tierra, de ganar, poseer y vender, debía tener una retribución justa. Enseñaba que a aquel que utiliza bien sus talentos debe dársele una recompensa por mérito. Mientras que el que se niega a emplear su talento, inevitablemente tendrá una recompensa de pérdidas. Él enseñó y demostró que, como Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, afirma: “La devoción del pensamiento a un logro honesto hace el logro posible” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 199).

No hay ningún obstáculo insuperable que pueda impedirnos utilizar nuestro talento, y el uso del mismo no puede dejar de generar utilidades. La actividad inteligente es necesaria en todo emprendimiento correcto, para garantizar seguridad, abundancia, paz y satisfacción, las cuales son la recompensa de todo trabajo abnegado. Debemos utilizar nuestro talento sin ser inhibidos por la desconfianza, las dudas y los temores, para poder cosechar la recompensa de este sistema de rendimiento divino. También es cierto que hemos de obtener provecho incluso de los errores cometidos, cuando nos hemos arrepentido de ellos, y no los volvemos a cometer.

El verdadero Científico Cristiano enfrenta sólo provecho, no pérdida. Entonces, ¿cómo debemos comportarnos en un orden social que tiende cada vez más a apartarse del cristianismo como Jesús lo enseñó y vivió? Él nos dejó el ejemplo en este y en todos los otros aspectos de la vida humana. Cuando un fariseo le trajo una moneda, Jesús preguntó: “¿De quién es esta imagen y la inscripción?” (Marcos 12:16).

“De César” fue la respuesta.

Entonces Jesús respondió: “Dad a César lo que es de César, y a Dios, lo que es de Dios”. Y pagaba sus impuestos y obedecía las leyes del país.

El Maestro no participaba activamente en política, y le indicó claramente a Pilato que su reino no era de este mundo. Mary Baker Eddy en una ocasión hizo esta declaración a la prensa: “Me preguntan: ‘¿Cuáles son sus ideas políticas?’ En realidad no tengo ninguna, sino la de apoyar a un gobierno justo, amar a Dios supremamente y a mi prójimo como a mí misma” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 276). Hablaba abiertamente de sus opiniones y convicciones, sin embargo, jamás se apartó de la misión y ministerio que divinamente se le había encomendado. Ella usó su talento y ganó cinco más al cumplir con su destino, bajo el sistema de rendimiento divino de la Ciencia Cristiana práctica y eficaz.

Al aplicar la Ciencia divina a la humanidad, no existe ninguna actividad que no dé provecho. Cuando esos campos están blancos para la siega, la cosecha da a algunos treinta, a otros sesenta y a otros más de cien por uno.

No hay nada errado en la Mente universal, Dios. No hay nada equivocado en la idea espiritual, el hombre, el Hijo creado por Dios, por más variada que sea esa creación. La salud, la perfección, todas las cualidades o ideas buenas, pertenecen a la Mente y son los componentes del hombre. Son inherentes al hombre individual, el hombre expresado en variedad y originalidad infinitas.

Mary Baker Eddy veía a cada mortal desde una perspectiva impersonal, no lo veía como espiritual. Ella, más bien, se esforzaba por ver al hombre real donde para el sentido humano parecía haber un mortal. En realidad, Dios no está allá en el espacio, y nosotros aquí abajo. Solo existe una consciencia, la Mente, individualizada en el hombre, como idea. Y este hombre real está allí mismo donde parece estar un mortal.

No existen dos hombres, el real y el irreal. En la consciencia humana está el trigo, o las ideas verdaderas, el opuesto de la cizaña, o conceptos falsos. Todo lo que es bueno en la consciencia humana es la idea verdadera, es de Dios, y representa al hombre real, y ver este bien es ver la identidad real. Todo lo que es malo en la consciencia humana es irreal y está desapareciendo, y reconocer que es malo contribuye a acelerar su partida.

Cuando la última cizaña sea detectada y destruida, el hombre verdadero será revelado como la idea correcta, o el trigo. De esa manera observamos que todo es provecho en esta economía, hasta la pérdida es ganancia. Percibimos que la persona que ahora identificamos por nombre, retiene todas las características o identidad buenas sin la cizaña, o los conceptos falsos, que ahora han desaparecido.

En la generación espiritual no habrá ninguna pérdida de identidad, sino que habrá la retención y glorificación de todo el bien que percibimos en las personas que conocemos y en aquellas de las que oímos hablar. El bien jamás se pierde. La venganza del Señor recae sobre el mal, nunca sobre el bien. La retención del bien es tan cierta como la existencia del bien. ¿Acaso el camino del Señor no es justo? Una vez que descubrimos que el bien es un componente de nuestro ser, nunca podemos dejarlo ir; es nuestra consciencia, nuestro ser, nuestra Vida.

En el sistema de provecho de la Ciencia Cristiana descubrimos una ley básica establecida por el Maestro: “El obrero es digno de su salario” (Lucas 10:7). Esto presupone honrada dedicación y empeño, no las quejas de un tonto haragán. Representa todo lo que la honorable y gloriosa palabra trabajo significa. Expresa también lo que Mary Baker Eddy quiere decir cuando aconseja a los estudiantes que cobren honorarios adecuados por sus servicios, y luego los ganen a consciencia. Significa lo que Pablo quiso decir cuando señaló que aquel que siembra poco segará poco; mientras que aquel que siembra con generosidad segará abundantemente. 

Jesús lo expresó de la siguiente manera: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38).

Dios sin duda vendrá con recompensa de justicia y de provecho. El hombre en la Ciencia es el sirviente de la Mente, de la Mente sosegada. Si nuestro corazón está dedicado al trabajo, a aquello que nuestras manos han encontrado para hacer, podemos dejar que el orden divino se encargue de la recompensa, puesto que tanto el dar como el recibir benefician a ambas partes. Servir es la razón fundamental de la existencia, y aquel que no sirve, corrompe la tierra. Al servir con abnegación ganamos no simplemente el mérito, sino la dignidad de ser merecedores de nuestra recompensa.

Si bien Jesús afirmaba que los pobres están siempre con nosotros, de ninguna manera respaldaba la pobreza ni la aprobaba. Él simplemente se refirió a un hecho. Pero toda su vida fue de gran afluencia, por lo que Pablo exclamó maravillado y con admiración: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!” (Romanos 11:33).

Isaías percibió la riqueza y sabiduría de las ideas, y vio cómo enriquecían y ennoblecían vidas estériles. Percibió la recompensa divina de estar en cercana comunión con la Mente. Escribió: “Así ha dicho el Señor, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy el Señor tu Dios, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes seguir” (véase Isaías 48:17).

¿Acaso nuestras experiencias individuales no nos enseñan que los caminos de Dios son provechosos? La riqueza del Padre son las riquezas del Hijo. Como el cántaro de aceite de la viuda, las fuentes y los recursos nunca fallan. La provisión es el reflejo de la sustancia, y el reflejo es simplemente la objetivación del pensamiento. A los hombres se les puede quitar el dinero, pero no se les puede privar del pensamiento constructivo y creativo que les permite ganar dinero. Por eso decimos: “No puedes mantener oprimido a un hombre bueno”. Él siempre tiene la recompensa de lucro.

Si las riquezas materiales pueden acumularse con todo éxito, cuanto más puede obtener una recompensa de ideas el hombre verdaderamente estudioso que siempre se esfuerza por recibir la enseñanza de Dios, la Mente, para beneficio. ¡Es sumamente correcto obtener una compensación! El hijo pródigo debido a su insensatez sufrió privaciones, pero aprendió a sacar provecho de sus duras experiencias. Aprendió que es insensatez ser sabio en las sendas mundanas, y que siempre podemos alcanzar el reino del Padre caminando por el único sendero hacia la riqueza, la salud, la santidad, la seguridad, el sendero que lleva a la casa que tiene muchas moradas, de la creación de la Mente. Aquel que se pone del lado de Dios siempre gana.

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