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Original Web

La enfermedad autoinmunológica desapareció

Del número de enero de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 13 de septiembre de 2021 como original para la Web.


A principios de 2016, tuve una reacción grave después de usar una tintura para el cabello que había usado muchas veces antes. Se me inflamó el cuero cabelludo, y pronto me aparecieron erupciones en la cara y el cuello. La condición me afectaba todo el día y por la noche cuando intentaba dormir.

Había crecido asistiendo a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, pero en ese momento no practicaba la Ciencia Cristiana. Busqué ayuda de un médico muy amable, que trató de aliviar el dolor con varios medicamentos y métodos, pero no logró resolver el problema. Finalmente, las erupciones se extendieron por todo el cuerpo de la cabeza a los pies, y padecía de una severa incomodidad, lo que me impedía hacer hasta las tareas más sencillas en la casa.

Después de seis meses sin ninguna mejoría, me diagnosticaron una enfermedad autoinmunológica. El médico dijo que necesitaría usar medicamentos —lo que entrañaba varios riesgos— por el resto de mi vida.

Aunque nunca había puesto en práctica mi comprensión de la Ciencia Cristiana, sabía que una curación permanente solo se lograría por medio de la Ciencia Cristiana. En ese momento, me di cuenta de qué se trataba el “llamado” previo de Dios. Meses antes de enfrentar este desafío, había escuchado un mensaje muy claro como una voz suave, diciéndome que leyera el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Continué ignorándolo, porque no tenía ningún sentido; hacía mucho tiempo que no tocaba el libro. Pero ahora supe que había sido un mensaje angelical de Dios.

Después de casi un año de no ver ninguna mejoría significativa del tratamiento médico, decidí recurrir a la Ciencia Cristiana para la curación, y les pedí a mi esposo e hijos que me apoyaran, y así lo hicieron. Me tomé en serio el estudio de la Biblia y Ciencia y Salud durante el día todos los días. Poco a poco, tomé cada vez menos medicamentos, y finalmente los dejé por completo.

Comencé a sentir mejoría tanto mental como físicamente. Pero los últimos tres meses antes de que se produjera la curación completa, la incomodidad no solo regresó, sino que se volvió más severa tanto mental como físicamente. Estaba tan mal que me quedé en mi habitación, solo salía para usar el baño y comer una pequeña merienda. Me dediqué a estudiar la Ciencia Cristiana más profundamente y no rendirme.   

Mis padres y mi primo me recomendaron comunicarme con un practicista de la Ciencia Cristiana para recibir tratamiento a través de la oración, cosa que me había negado a hacer antes, pensando que necesitaba hacer esto por mi cuenta. Decidí seguir su amoroso consejo, y cuando me puse en contacto con el practicista, sentí como si me hubieran quitado una carga de los hombros.

Durante bastante tiempo, había estado luchando por dormir toda la noche, lo cual me resultaba especialmente difícil cuando al cerrar los ojos de repente me venían pensamientos perturbadores. Recuerdo específicamente tres noches extremadamente difíciles antes de que se produjera la curación.

La primera noche luché para silenciar cada pensamiento sombrío concentrándome en cada palabra del Padre Nuestro. Sabía que Dios, la Mente divina, siempre me guía y tiene el control total de mi ser y de mis pensamientos.

La segunda noche esos pensamientos sombríos parecían venir uno tras otro. Esta vez recordé la cita que el practicista me había enviado: “Sé el portero a la puerta del pensamiento. Admitiendo sólo las conclusiones que deseas que se realicen en resultados corporales, te controlarás armoniosamente a ti mismo” (Ciencia y Salud, pág. 392). Pude detener estas sugestiones mentales agresivas. Las detuve a la puerta de mi pensamiento y las rechacé, con la comprensión de que la Mente es el único poder, y no hay otro poder o inteligencia.

La tercera noche, las sugestiones llegaron cada vez menos, hasta que finalmente callaron por completo. Me sentí muy en paz; una paz que nunca antes había sentido. Fue tan hermoso. Sentí total libertad. El temor y la duda fueron eliminados por completo. Me sentí muy ligera, y en ese mismo momento supe que estaba sana.

Poco después de esto, las erupciones desaparecieron. Y a pesar de que por un tiempo aún podía ver las cicatrices dejadas por las erupciones, lo más importante era que sabía en mi mente que estaba libre. Finalmente, todas las cicatrices también desaparecieron. Esta curación ocurrió a principios de 2018 y ha sido permanente.  

Estoy muy agradecida a Dios, a Cristo Jesús por mostrarnos quiénes somos realmente, y a Mary Baker Eddy, quien explicó las enseñanzas de Jesús para que las comprendamos y pongamos en práctica.

Christine Wittenberg
San Diego, California, EE.UU.

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