Durante esas horas en que Jesús estuvo en la cruz, cuán desmoralizados deben de haberse sentido sus seguidores. Veían que estaban perdiendo lo que más apreciaban en el mundo. Jesús parecía estar muriendo, su mensaje sanador y su ejemplo se estaban desintegrando. Escuchaban a la gente decir sarcásticamente: “A otros salvó; sálvese a sí mismo, si este es el Cristo, el escogido de Dios” (Lucas 23:35).
Si tú y yo pudiéramos retroceder en el tiempo y estar allí, debajo de la cruz ese día, no nos gustaría lo que estaríamos viendo, pero no nos sentiríamos desanimados. ¿Por qué? ¡Porque ya sabríamos cómo resultó todo! Incluso después de ver que rodaban una enorme piedra frente a la tumba de Jesús —una piedra que parecía encerrar para siempre todo lo que Jesús le había dado al mundo— estaríamos emocionados por lo que sabríamos que vendría después: la resurrección y ascensión victoriosas de Jesús; un triunfo completo y absoluto para él y, realmente, para todos.
Hoy en día, se podría decir que simbólicamente esa piedra todavía se está rodando frente a una tumba u otra. Cuando parece que se oculta la bondad en el mundo, o peor aún, se desintegra, podemos adoptar involuntariamente el tipo de pensamiento que los discípulos de Jesús tuvieron durante la crucifixión. Es fácil enojarse por cualquier supresión de la bondad y la pureza. Lo que puede seguir a continuación es la desesperanza. Y, entonces, como algunos de esos discípulos, podríamos finalmente caer en el abismo de la apatía o incluso de la desesperación.
Sin embargo, nuestra época actual es diferente. Debido a nuestra conciencia y comprensión del ejemplo y la victoria de Jesús, sabemos, en última instancia, cómo resultará todo. Jesús mismo nos aseguró: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Lucas 21:33).
Debido a nuestra conciencia y comprensión del ejemplo y la victoria de Jesús sabemos, en última instancia, cómo resultará todo.
Sí, las palabras de verdad de Jesús, y todo lo que presagian, siempre tienen el respaldo de la totalidad de la fortaleza, presencia y autoridad de Dios. A la luz de esto, es sensato abordar y exponer como infundado todo lo que haría que las personas se sintieran temerosas, desesperadas y, especialmente, apáticas respecto a la bondad permanente de la curación cristiana, sobre su vitalidad y posibilidades actuales.
Una de estas pretensiones erróneas e infundadas es que las personas son simplemente máquinas físicas que deben poner todas sus esperanzas en soluciones materiales. Las innumerables veces que se repite esta mentira nunca harán que se convierta en un hecho. La Ciencia Cristiana enseña que el creador de todos nosotros no es lo físico, sino Dios, el Espíritu divino. Y Jesús declaró claramente: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6).
Si nacemos del Espíritu, entonces es lógico que sigamos siendo semejantes al Espíritu o espirituales. Si no somos máquinas materiales, entonces la curación y la salvación que amamos no son sucesos físicos o materiales, sino revelaciones inspiradas. Revelan la hermosa verdad de que la creación de Dios existe para siempre, y proclaman la bondad permanente, la naturaleza y la perfección del Espíritu. ¡Y eso no es nada por lo que sentirse apático!
Otro concepto erróneo que se repite con frecuencia sobre la creación de Dios es que incluye el odio, lo cual haría que fuera normal odiar. La animosidad puede parecer más extendida que nunca, pero negaría u ocultaría la bondad que Dios expresa en el hombre. El rencor y la falta de afecto nunca serán cualidades de Dios, el Amor divino, y eso significa que nunca serán naturales para la creación del Amor divino. Afortunadamente, la bondad es permanente, y las interacciones alegres con los demás y el amor desinteresado por todos son normales, razonables e incluso fortalecedoras. En el libro de Mary Baker Eddy: Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, ella señala: “Todo lo que mantiene el pensamiento humano en línea con el amor abnegado recibe directamente el poder divino” (pág. 192). El verdadero cristianismo sana cualquier cosa que haga que las personas se sientan desconectadas, desesperadas y apáticas.
Una tercera creencia predominante es que el mal posee realmente el control y que se nos mantiene a todos esencialmente ignorantes de esto. Las personas que sienten que los órganos gubernamentales o las fuentes de noticias les mienten quizá vivan bajo la sospecha constante de que, oculto a la vista, el mal está en acción continuamente. Esto también parecería negar u ocultar la bondad de Dios al desviarnos de lo que es moral y correcto. Pero nada de eso es cierto. Acerca de la descendencia de Dios, la Biblia dice: “Le hiciste tener dominio…; pusiste todo debajo de sus pies” (Salmos 8:6, KJV).
Tenemos el dominio completo que Dios nos ha dado sobre cada mentira engañosa y desalentadora acerca de Dios y Su creación que alguna vez podría ser expresada o incluso pensada. La descendencia de Dios piensa y habla activa y correctamente desde la autoridad que es Dios, la Verdad. Por lo tanto, podemos hacer las “obras mayores” que Cristo Jesús prometió que haríamos (Juan 14:12) y demostrar que el mal en cualquier forma es impotente e irreal.
Si bien un mundo de dudas humanas quizá nos tiente a obsesionarnos con lo que parece ser una desintegración del bien, sabemos que toda la bondad pura de Dios está constante y plenamente presente. Está presente para ser vista, expresada y valorada. Al reconocer esto, no nos sentimos apáticos, sino llenos de energía. ¡Es hora de regocijarnos! Cuando fue removida la piedra que cubría la tumba de Jesús, el mundo comenzó a regocijarse y ha continuado haciéndolo durante veinte siglos.
¿Por cuánto tiempo más continuará la celebración? Continúa para siempre. Así como el ángel se sentó sobre la piedra después de que fue removida de la tumba de Jesús, el Cristo, la Verdad, se sienta victoriosamente hoy sobre todo lo que escondería la Ciencia de la curación cristiana. La victoria de Jesús sobre la muerte, el miedo, la apatía, el odio, etc., no fue solo para un momento y una persona en particular. Fue una victoria para toda la eternidad y para todos. Por lo tanto, su victoria continúa, y podemos estar agradecidos por el hecho de que lleva hacia adelante a todo el mundo con ella, y seguirá haciéndolo. Incluso cuando parece que la curación cristiana está en la cruz, Cristo Jesús ya nos ha demostrado que la curación es inevitable porque “la Verdad es siempre vencedora” (Ciencia y Salud, pág. 380). Como nos dice la Sra. Eddy,
. . . del trono del tirano vil,
Dios puede bien
simiente pura hacer surgir
por quien Le es fiel.
(Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 160)