Era otro día templado y soleado en California en diciembre. Mi familia estaba de vacaciones con parientes durante las fiestas, y en el almuerzo, justo antes de la hora de la siesta, nuestro hijo menor comenzó a toser intensamente. Si bien el estado de California en ese momento había decidido levantar las restricciones impuestas por la pandemia de manera segura y completa, el Covid-19 aún era una preocupación importante para muchos, por lo que mi esposa y yo comenzamos a orar para calmar el temor. La Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, explica: “Cuando desaparece el temor, el fundamento de la enfermedad se va” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 368).
Sabíamos que necesitábamos reemplazar por completo el temor por una comprensión firme de que el cuidado de Dios por nuestro hijo y nuestra familia estaba presente. Si bien queríamos abordar el miedo a través de la oración, éramos conscientes de aquellos a nuestro alrededor que no practicaban la Ciencia Cristiana, así que terminamos nuestro almuerzo y nos fuimos con los niños a nuestra habitación a la hora de la siesta. Mi esposa y yo sabíamos que nuestro hijo menor necesitaba sanar, y de inmediato. Afortunadamente, también teníamos la convicción espiritual de que esto podía sanar en ese mismo momento a través del tratamiento de la Ciencia Cristiana.
Después de acostar a nuestro hijo mayor para que durmiera, mi esposa y yo dejamos que su hermano menor descansara con nosotros. Estaba afiebrado, incómodo y tosía. Nos centramos en brindarle la atención y el amor que la situación merecía e hicimos todo lo posible para que se sintiera cómodo, mientras orábamos para comprender su verdadera identidad espiritual como hijo de Dios.
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