En la India el mes de octubre está lleno de festivales, y la gente está ocupada con las compras, dando regalos, decorando y limpiando sus hogares. Para muchos en mi país, los rituales son una forma de buscar bendiciones, y la gente disfruta celebrándolos. Mis padres, que no siguen la Ciencia Cristiana, también hacen estos rituales.
El año pasado, un día a finales de octubre, me puse a hacer la limpieza con mis padres. Mientras trabajaba solo, quitando un cartón grande de la parte superior de la almirah (armario de ropa), un marco de fotos que estaba encima del cartón se deslizó y cayó, golpeando mi labio y haciéndole un corte profundo. El labio me sangró considerablemente y se hinchó. Corrí de inmediato al baño y lo enjuagué con agua. Fui a mi habitación e iba a llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle que orara por mí, pero me vino el pensamiento de que soy estudiante de la Ciencia Cristiana con instrucción de clase y había aprendido a sanar. Además, había aprendido que Dios es “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1) para cada uno de nosotros.
Decidí orar por esto yo mismo, así que me senté tranquilamente y comencé a hacerlo. Durante este tratamiento de oración, recordé que el miércoles anterior, la Primera Lectora de la Sociedad de la Ciencia Cristiana de la que soy miembro, abordó el tema de los rituales en las lecturas que compartió de la Biblia y de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Estas lecturas me impulsaron a pensar en el hecho de que la adoración de cualquier dios que no sea el único Dios, el Espíritu divino, en realidad no puede bendecir de ninguna manera, ni pueden esos llamados dioses maldecir.
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