Cuando me nombraron presidente del comité de conferencias de mi iglesia filial, me sentí un poco intimidada. Nunca antes había estado envuelta en la planificación de una conferencia de la Ciencia Cristiana. Sin embargo, oré para saber que Dios me guiaría en este importante trabajo. De lo que no me di cuenta fue de cuánto crecimiento espiritual experimentaría al servir en esta función.
De acuerdo con el Manual de la Iglesia, por Mary Baker Eddy, “La Iglesia Madre y las iglesias filiales deberán solicitar anualmente del Cuerpo de Conferenciantes una o más conferencias” (pág. 95). Todos en el comité escucharon a Dios, la Mente divina, para saber qué pasos dar, incluso al elegir al conferenciante. Nos alegró mucho enterarnos de que el conferenciante que elegimos estaba disponible. Cuando hablé con él sobre mi inexperiencia, me sorprendió al describirla como mi mayor fortaleza. Dijo que probablemente yo abordaría la tarea con nuevos ojos e ideas frescas.
También oramos para ver que, como expresión de Dios, el hombre es receptivo al bien. La Sra. Eddy afirma en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Solo hay una atracción real, la del Espíritu” (pág. 102). También dice: “Millones de mentes sin prejuicios —simples buscadores de la Verdad, fatigados peregrinos, sedientos en el desierto— aguardan expectantes descanso y refrigerio. Dales un vaso de agua fría en nombre de Cristo, y jamás temas las consecuencias” (pág. 570).
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