Como madre joven con una niña en edad preescolar y un bebé, me encontré frente a una difícil emergencia un día, cuando mi esposo estaba en el trabajo.
La niña tenía un pequeño escritorio donde se sentaba a martillar pequeñas clavijas de colores en el escritorio perforado. El bebé estaba en su corralito en un área cercana. Como necesitaba cambiar el pañal del bebé, lo saqué de su corralito y lo llevé a su habitación. Cuando lo puse boca arriba en el cambiador, comenzó a llorar. Entonces, de repente, dejó de hacerlo y comenzó a ponerse azul.
Con profunda preocupación y necesidad de ayuda inmediata, recurrí a Dios, y la pregunta que me vino fue: “¿Qué haría Jesús?”. La respuesta no tardó en llegar: él amaba a los niños pequeños; y con eso, tomé a mi hijito en mis brazos para amarlo y consolarlo.
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