
Relatos de curación
Sigo orando, sigo recibiendo pensamientos angelicales, sigo aprendiendo y avanzando.
Al realizar una larga excursión como parte de un grupo, la autora sufrió de síntomas de agotamiento, que le dificultaban su andar y sintió temor por su condición física en general. Al suceder esto, comenzó a orar y en cada etapa de la travesía se sintió entusiasmada y lista para reconocer la presencia del único Creador, el único Dios supremo que le mostraba Su belleza y armonía a cada paso.
Mientras pasaba por el proceso de afiliarme a la iglesia en las semanas que siguieron a la llamada telefónica, ocasionalmente sentía punzadas de dolor cuando me movía de ciertas maneras; sin embargo, cada vez pude declarar mentalmente que había lidiado con el tema y que este no tenía autoridad para regresar, porque Dios no lo permitía.
Comprendí que, como imagen y semejanza espiritual de Dios, yo era en realidad la expresión de hermosas cualidades y que nada podía detener esa expresión.
Había estado dejando que este problema dominara mi pensamiento, pero podía optar por no permitirle que lo hiciera.
Fue como si una luz brillante se hubiera encendido en mi consciencia, y pude ver muy claramente que conducir no era una actividad precaria con la que tenía que lidiar, sino que, de acuerdo con el gobierno armonioso de Dios, era una actividad completamente segura.
Fue claro para mí entonces que todos escalamos en nuestros viajes espirituales y encontramos seguridad en los brazos del amor de Dios.
Mi conclusión de esta experiencia fue que en la curación hay dos cualidades esenciales: la humildad y la obediencia. Tuve la humildad de pedirle a Dios que dirigiera mis oraciones, y luego escuché expectante. Y cuando llegó la indicación, obedecí.
"A medida que aumentaba el dolor, trataba de frotar el pie de una manera que lo aliviara, pero pronto me di cuenta de que solo quería el toque sanador de la Verdad que Cristo Jesús enseñó. Debido a que Dios es nuestro Padre y nosotros somos uno con Él, afirmé mi verdadera identidad como la idea, o imagen y semejanza, de Dios, el único Espíritu armonioso".
Cuando la hija de la autora tuvo dificultades para respirar, ella supo que podía confiar en los mensajes angelicales de Dios y estos le hablaban de la sustancia espiritual de su hija, siempre armoniosa y libre de error.