
Relatos de curación
Fue como si una luz brillante se hubiera encendido en mi consciencia, y pude ver muy claramente que conducir no era una actividad precaria con la que tenía que lidiar, sino que, de acuerdo con el gobierno armonioso de Dios, era una actividad completamente segura.
Mi conclusión de esta experiencia fue que en la curación hay dos cualidades esenciales: la humildad y la obediencia. Tuve la humildad de pedirle a Dios que dirigiera mis oraciones, y luego escuché expectante. Y cuando llegó la indicación, obedecí.
Fue claro para mí entonces que todos escalamos en nuestros viajes espirituales y encontramos seguridad en los brazos del amor de Dios.
Me reí con alegría por el reconocimiento de la omnipresencia de la Verdad y la falta de presencia del mal, o la nada. Me reí con gratitud por mi ser espiritual y mi unidad con Dios como se comprende mediante la Ciencia Cristiana.
Sentí que me liberaba de un gran peso cuando me di cuenta de que podía dejar todas esas preocupaciones a Dios, sabiendo que todos somos Sus ideas y que Él cuida perfectamente de cada idea de Su creación.
Al pensar en la pandemia, la autora oró con un sentido revitalizado del amor de Dios por todos, sabiendo que nada podía separarlos del Amor infinito y, por lo tanto, no podía haber separación ni división.
Al orar con la definición de oídos que se encuentra en el glosario de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, el autor comprendió que los oídos representan una facultad indestructible de los sentidos espirituales, por lo tanto, la capacidad de escuchar siempre debe ser armoniosa.
El autor se aferró con firmeza a Dios como Vida infinita y persistió en conocer su identidad como el reflejo de la Mente infinita, Dios, libre de enfermedad y dolor. Este trabajo basado en la oración trajo renovación física y espiritual a su experiencia.
He aprendido en la Ciencia Cristiana que somos espirituales, no materiales; creados, como se indica en el primer capítulo del Génesis, a imagen y semejanza de Dios, el Espíritu. Entonces, debido a que realmente vivimos en el Espíritu, el dolor en la materia no tiene fundamento.
Tanto la madre como la hija sintieron la protección, el amor y el cuidado tangibles de Dios al orar con el poema de Mary Baker Eddy titulado “La oración vespertina de la madre”.