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Original Web

Sana de gripe y supera temores del Covid

Del número de abril de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 22 de enero de 2024 como original para la Web.


Al comienzo de mi período de tres años como Primera Lectora de mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico, mi esposo y yo nos unimos a nuestra extensa familia e hicimos un viaje de esquí. Fue un tiempo encantador lleno de aventura y alegría. Pero el último día, comencé a sentirme mal con agresivos síntomas de gripe, algo que había sufrido con diversos grados de gravedad cada invierno. 

Cuando regresamos a casa, necesitaba preparar lecturas para la reunión semanal de testimonios de nuestra iglesia tres días después. Oraba, pero me sentía más aprisionada que libre. Llamé a todos los sustitutos de Primer Lector de la lista, pero ninguno estaba disponible. En respuesta a la oración, un mensaje angelical muy directo de Dios me dijo: “Tú lee. La función apoya al funcionario”. Confiaba en eso y esperaba sanar.

Mary Baker Eddy escribe: “Cuando el objetivo es deseable, la expectativa acelera nuestro progreso” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 426). Las lecturas se combinaron maravillosamente, y el miércoles por la noche, con la fuerza de ese mensaje del Amor divino, conduje hasta la iglesia, con síntomas agresivos y todo. Me quedé sola en silencio y orando de rodillas en el cuarto del Lector antes de la reunión. Oré pensando en que la Palabra de Dios es fuerte y clara, inspirada y escuchada, y eficaz. Y nada puede silenciar la voz de la Mente omnipresente, Dios. Razoné que la mente mortal —independientemente de lo que pretenda oponerse o negar la Mente divina— no tiene voz, ni existencia, ni lugar en la Iglesia. Dios es Todo y está siempre presente.  

Antes de abrir la puerta de la plataforma para comenzar el servicio, oré con fervor una oración que se exhibía en el cuarto del lector. Dice así:

    Aquí estoy, querido Señor; úsame como mejor Te parezca.
Estoy ausente del cuerpo y presente en Ti.
       Ayúdame a perder el sentido material del yo y del público,
                   y deja que Dios me use.

Al cruzar esa puerta, todos los síntomas de la gripe desaparecieron en un instante, incluso antes de que la puerta se cerrara detrás de mí. Estaba completamente sana y así seguí estando. No solo eso, sino que no he experimentado gripe ni siquiera un resfriado en los más de treinta años transcurridos desde entonces. 

Al comienzo de la pandemia en 2020, cerré la oficina de mi empresa y le dije a cada miembro del equipo que trabajara desde casa, según nuestra ley estatal. Mi esposo no había oído hablar del Covid-19, así que se preguntaba por qué estaba en casa. Cuando le dije que era “una cosa”, me respondió basándose en su comprensión de Dios como el bien omnipotente y omnipresente, como nuestro amoroso Padre-Madre que creó todo lo que fue hecho, “y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Él dijo: “Definitivamente no es una cosa”. Luego citó el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud: “Los malos pensamientos, las concupiscencias y los propósitos maliciosos no pueden ir, cual polen errante, de una mente humana a otra, encontrando alojamiento insospechado, si la virtud y la verdad construyen una fuerte defensa” (págs. 234-235).

Estaba muy agradecida por la fortaleza espiritual y la convicción de mi esposo. Pensé profundamente en esa cita tan conocida. Significó más para mí que nunca. Siempre habíamos apreciado la virtud y la verdad, pero ahora las veía como la manifestación misma de la presencia eterna y protectora de Dios, la acción y la evidencia del bien en la tierra como en el cielo. Me encontré pensando: “Por supuesto que son nuestra fuerte defensa. Demuestran la comprensión de nuestra unidad con Dios, nuestra filiación con Dios como lo enseñó y demostró Jesucristo”.

A medida que la pandemia se convirtió en el principal tema de discusión en nuestro país y en el mundo, la comprensión de mi esposo y la mía del pasaje de Ciencia y Salud se profundizó, y nos apoyamos en la verdad que expresaba como la mejor inmunidad posible. Durante esos años, incluso respetando los requisitos de salud pública, aparentemente estuvimos expuestos al Covid en cuatro ocasiones, pero sin consecuencias.

En una de esas ocasiones, cuando las restricciones se relajaron y la gente se sintió más libre para reunirse, asistimos a una fiesta y luego descubrimos que todos los que habían estado en la fiesta más tarde dieron positivo. Nos pusimos voluntariamente en cuarentena durante las siguientes dos semanas y abrazamos a los demás en oración. Aunque no nos hicieron la prueba, no tuvimos síntomas, y los demás pasaron muy rápido por la experiencia.  

Más tarde, una amiga que vivía fuera del estado necesitó ayuda. Su esposo había fallecido por varios problemas, incluido el Covid. Nadie quería ayudar a mi amiga por miedo a la pandemia. Mi amor por ella era tan grande que fui de inmediato a ayudarla. Orando en mi vuelo, tuve la certeza de mi inocencia y de la de ella. Cuando llegué, con alegría y sin miedo la ayudé a atender las cosas relacionadas con el fallecimiento de su esposo.

La Sra. Eddy escribe: “Científicos Cristianos, sed una ley para vosotros mismos para que la malapráctica mental no pueda dañaros ni cuando dormís ni cuando estáis despiertos” (Ciencia y Salud, pág. 442). La Biblia y Ciencia y Salud nos muestran cómo seguir este mandamiento. Me encanta leer estos maravillosos libros repetidamente de principio a fin. Abordan todos los desafíos posibles que podemos enfrentar, individual y colectivamente, y escriben el camino hacia la curación.

Nancy Challenger
Laguna Beach, California, EE.UU.

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