
Relatos de curación
No obstante, cuando llegué a casa esa noche, comencé a tener síntomas agresivos de indigestión. De inmediato me volví a Dios.
La curación no se produjo de inmediato, pero fue inevitable. De hecho, tomó unos cuarenta años, que según la Biblia fue el tiempo que los hijos de Israel deambularon por el desierto después de salir de Egipto.
Así como el árbol con hojas verdes y raíces sanas que se extienden junto al río, yo también era erguida, saludable, sustancial y buena.
Me di cuenta de que mis oraciones diarias tienen el propósito de que comprenda cada día más claramente que la vida está en Dios.
A medida que mi comprensión espiritual continuó creciendo, las dificultades respiratorias se hicieron cada vez menos frecuentes con el tiempo, hasta que desaparecieron por completo.
Me volví a Dios para saber qué hacer. Quería confiar en Dios para sanar como siempre lo hemos hecho en nuestra familia, porque hemos experimentado maravillosas curaciones.
Verdaderamente, el Señor es nuestra confianza: la tuya, la mía, la de todos.
La curación del dolor de espalda me inspiró a orar por las personas en la zona del terremoto, sabiendo que son hijos amados de Dios, tal como yo.
Me quedó claro que lo más importante en mi vida era mi relación con Dios, y que necesitaba poner eso en primer lugar.
Afirmando silenciosamente que mi naturaleza es espiritual, no material, rechacé este testimonio de los sentidos físicos porque era falso.