Relatos de curación
Hace unos meses sentí náuseas y me enfermé. Mi temor era que me podía desmayar, y aunque estaba en casa, no habría nadie alrededor para ayudarme.
En el año 2010 fui seleccionada para una consultoría de 15 meses con las Naciones Unidas en la República Dominicana. Me sentí muy feliz por esta oportunidad que Dios me estaba dando en mi carrera, y deje mi país con mucha expectativa y alegría.
Hace varios años, me contagié de un herpes en la lengua. Era algo muy doloroso y no podía comer.
Un fin de semana de hace un par de años, mientras estaba viviendo en Francia, tuve una curación instantánea. Un domingo de mañana me desperté muy temprano para jugar con el equipo de fútbol del que había sido parte durante varios meses.
Una mañana, durante el primer trimestre de 2015, sentí un dolor en la espalda, pero no me molestó el resto del día. Al caer la noche, el dolor se hizo más intenso, y empecé a darme un tratamiento científico como he aprendido con el estudio de la Ciencia Cristiana.
Hace algunos años falleció mi padre, y este hecho me sumió en una tristeza inmensa. Durante la misma época, quedé embarazada y empecé a tener muy baja autoestima.
Hace algunos años mi esposa y yo concurrimos a una conferencia de la Ciencia Cristiana, de la cual salí convencido de que necesitábamos la forma de vida que esta religión enseñaba. Llegamos a esta conclusión por las expresiones que vimos en los rostros de las personas presentes y por la salud y felicidad que manifestaban, pues pensamos que no habíamos entendido mucho de lo que se había dicho.
Cuando yo era niño, vi cómo mi hermano sanaba de sus piernas arqueadas mediante la Ciencia Cristiana. Tenía las piernas tan curvadas que no se podía parar en ellas.
Hace más de veinticinco años me diagnosticaron un tumor interno grande e incurable. Con mucha amabilidad, mi médico por último me informó que la ciencia médica ya no podía ayudarme, y que posiblemente me quedara un año o año y medio de vida.
Supe de la existencia del libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy a través de una sobrina. Ella me dijo que lo había escrito una señora que sanaba como Jesucristo, y de inmediato quise adquirirlo.