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Original Web

Sana de cálculos renales

Del número de agosto de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 18 de junio de 2018 como original para la Web.


Escribo para expresar mi gratitud por una curación en la Ciencia Cristiana de cálculos renales. En nuestra familia hubo varios casos de esta dolencia. Mi madre, mi padre y mis dos hermanas menores hablaban sobre los síntomas, los tratamientos médicos y la prolongada duración de esta afección.

Un viernes por la tarde comencé a experimentar los síntomas, incluso con un dolor angustiante, que coincidían plenamente con los mencionados por los miembros de mi familia, y que yo nunca antes había experimentado. Inmediatamente recurrí a la Biblia y a Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, porque sentía que esta situación requería un tratamiento metafísico directo y específico. Para apoyar mi oración, escribí citas que me ayudaron a calmar mi pensamiento.

Por ejemplo, en Ciencia y Salud, en el capítulo “La práctica de la Ciencia Cristiana” encontré esta referencia del juicio alegórico de un hombre “acusado de haber cometido el delito de dolencia hepática” (pág. 430). “No tenemos ningún juicio por enfermedad ante el Tribunal del Espíritu divino. Allí, el Hombre es considerado inocente de transgredir las leyes físicas, puesto que no hay tales leyes” (págs. 441–442). De esto, acepté el hecho de que era inocente y que no podía ser esclavo de enfermedades de ningún tipo.

También me ayudó el Himno 20 del Himnario de la Ciencia Cristiana:

Dios sólo crea perfección:
mi ser perfecto está en Él;
y Dios revela con Su luz
que el hombre hijo Suyo es.
(Kate L. Colby, adaptación)

Comprendí que mi ser perfecto no incluía dolor y no requería ningún remedio material. Además, me di cuenta de que esta curación podría ser inmediata, así como ocurre con las sombras que se disipan cuando se “revela” la luz de la Verdad.

Pensé en estas palabras de Mateo 3:17, cuando Jesús fue bautizado por Juan: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Al aceptar la individualidad eterna y espiritual de Jesús, el Cristo, por ser el linaje perfecto y amado de Dios, también acepté mi verdadera naturaleza como hijo amado de Dios, espiritual, perfecto en todos los sentidos, y no sujeto a la herencia humana, los malestares o las historias.

Además, este pasaje de Ciencia y Salud me alentó a continuar con la Ciencia Cristiana: “Para reducir la inflamación, disolver un tumor, o curar la enfermedad orgánica, he encontrado que la Verdad divina es más potente que todos los remedios inferiores. ¿Y por qué no, puesto que la Mente, Dios, es la fuente y la condición de toda existencia?” (págs. 180–181).

Repasé algunas ideas sanadoras relacionadas con estas referencias varias veces hasta que se quedaron en mi pensamiento. Entre ellas estaba la idea de que soy inocente; que soy el hijo de Dios; que no estoy gobernado por la acción o condiciones orgánicas, sino por la Verdad. Fui fiel en abrir mi pensamiento a estas ideas sanadoras, y sabía que no podría haber obstrucción al poder de la Verdad.

Me dormí profundamente. Cuando desperté el sábado por la mañana, no encontré evidencia del padecimiento. Estaba perfectamente bien.

Estoy profundamente agradecido por esta demostración del poder sanador de la Ciencia Cristiana, la cual ocurrió hace más de un año.

Wayne Hawkins
Dayton, Ohio, EE.UU.

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