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Original Web

Supera el temor de viajar al exterior

Del número de agosto de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 11 de junio de 2018 como original para la Web.


Cuando me enteré de que podría asistir nuevamente a mi reunión de asociación de la Ciencia Cristiana (después de seis años de ausencia), me sentí muy feliz. Esta reunión es una asamblea anual de los alumnos de la maestra de Ciencia Cristiana con quien había tomado un curso de instrucción de dos semanas en esta Ciencia. Estas reuniones siempre refuerzan lo que hemos aprendido acerca de Dios y nos ayudan a ver las cosas espiritualmente.

Mi maestra celebra sus reuniones de asociación en Los Ángeles, y yo tendría que viajar muchas horas por avión a los Estados Unidos. Así que empecé a preocuparme mucho. Mi visa de los Estados Unidos estaba vencida, y tendría que solicitar una nueva en la Embajada de este país en Yakarta. Mi mente recordó enseguida la experiencia que había tenido cuando había solicitado esa visa la última vez para poder viajar desde mi casa en Indonesia a California, a fin de tomar el curso de dos semanas sobre la curación en la Ciencia Cristiana.

En aquella ocasión, cuando entré por la puerta de la embajada en Yakarta, parecía una zona de guerra. Los guardias portaban montones de armas. Con un tono muy autoritario nos dijeron a todos los solicitantes: “Pongan todas sus pertenencias aquí”. Cada uno de nosotros estaba bajo vigilancia y nos hicieron sentar en un área al aire libre mientras esperábamos que nos llamaran para una entrevista personal. Los entrevistadores nos hicieron preguntas para averiguar si estábamos tratando de comprar mercancías o vivir en los Estados Unidos, preocupados de que no regresáramos a nuestro país.

Temerosa de que esto volviera a ocurrir, le envié un correo electrónico a la secretaria de la asociación diciendo que para mí tal vez ese no era el mejor momento de asistir a mi reunión de asociación. Pero la secretaria me alentó a presentar mi solicitud para obtener la visa, y me dijo que me apoyaría con la oración y llenaría todos los documentos necesarios.

A partir de ese momento, oré día y noche a Dios pidiéndole que me guiara. Oré: “Muéstrame el camino, Señor, si quieres que vaya. Indícame qué camino debo tomar, y lo seguiré”.

Después de preparar la solicitud de la visa, la envié a la Embajada de los Estados Unidos, y me informaron el día y la hora de mi entrevista.

Nunca dejé de orar. Cuando llegué a la embajada para la entrevista, vi que había una fila larga de unas cien personas afuera de la puerta de entrada. Pero en ese momento, supe que Dios estaba conmigo porque Él está en todas partes. Recordé que la Biblia dice: “Creó Dios al hombre a su imagen”, y “vio Dios todo lo que había hecho, y… era bueno en gran manera” (Génesis 1:27, 31). Y puesto que la verdadera identidad de cada persona que trabajaba en esa embajada reflejaba la naturaleza de Dios y era buena, entonces ellos tenían que ser serviciales.

Me saludó un guardia, desarmado, que muy amablemente me preguntó: “¿Está usted aquí para la entrevista de la visa? Por favor, póngase en la fila”. ¡Hasta los guardias sonreían y eran amables! 

Cuando llamaron mi nombre, la entrevistadora también me sonrió y me hizo algunas pocas preguntas. Luego dijo: “Su visa está aprobada”. ¡No habían pasado ni cinco minutos y había terminado!

Durante mi vuelo internacional, continué orando. Después de llegar al aeropuerto, me dirigieron a una oficial de inmigraciones. Cuando me llamó, me hizo una pregunta de la cual yo no sabía la respuesta. Me quedé pasmada. Pero ella dijo: “Querida, ¿por qué tienes que irte en una semana?” (Mi visa era por ocho días.) “Tendrías que haber planeado quedarte por lo menos dos semanas. Disfruta de tu estadía. Adiós, querida”.

Toda mi visita, incluso mi día de asociación, fue muy satisfactoria. Me llenó de energía con nuevas ideas acerca de cómo superar los problemas espiritualmente, como enseña la Ciencia Cristiana. Me capacitó para mantenerme con más firmeza en favor de la Verdad cada día, y decir “no” a las creencias erróneas acerca de Dios y el hombre. También me fortaleció en la fe de que cuando hablamos con Dios y escuchamos Su guía, siempre podemos resolver bien nuestros problemas.

Esta fe fue puesta a prueba en mi viaje de regreso. Justo cuando estaba por salir para el aeropuerto, recibí un mensaje de texto de la aerolínea diciendo que lamentaban informarme de que habían cancelado el primer tramo de mi viaje. Por unos momentos entré en pánico; si no lograba hacer este viaje perdería mi conexión con el vuelo de regreso a Yakarta.

La familia con la que me estaba quedando y yo decidimos ir al aeropuerto de todos modos. Yo oraba y empecé a vencer mi temor. Comencé a escuchar a la “voz callada y suave” de la verdad que me recordó que Dios tiene dominio sobre toda la tierra, incluida la gente que trabajaba en el aeropuerto y todas las cosas relacionadas con las aerolíneas, los horarios y vuelos de conexión.

Cuando llegamos al aeropuerto, vimos una fila larga frente a los mostradores de la aerolínea. Decidí no aceptar ninguna limitación humana. Sabía que las circunstancias materiales no podían informarme de nada; solo Dios podía hacerlo. Él nos da a cada uno de nosotros el sentido espiritual para conocer lo que es real. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana dice: “El sentido espiritual, contradiciendo los sentidos materiales, entraña intuición, esperanza, fe, comprensión, realización, realidad” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 298).Por medio del sentido espiritual conocemos que Dios tiene dominio sobre todo y cuida de todo lo que Él ha creado. Me puse ciento por ciento bajo el cuidado de Dios, manteniendo mi pensamiento en el bien, en Dios.

A mi derecha, una mujer estaba diciendo que tenía que estar en la India a la mañana siguiente. A mi izquierda, algunas personas estaban diciendo que tenían que estar en Hong Kong. Pero yo sabía que estaba ahora y siempre donde debía estar: con Dios. Dios me da a mí, y a todos Sus hijos, fortaleza, paciencia y valor; todo lo que necesitamos. Él nunca nos dejaría desamparados.

Una persona en entrenamiento de la aerolínea me estaba ayudando a encontrar un vuelo. Pensé: “Dios está con él. Dios lo está guiando”. Al principio, los únicos vuelos que podía encontrar tenían muchas, pero muchas horas de espera en la conexión. Luego, tras unos pocos minutos, dijo que había encontrado un buen vuelo con solo dos horas de espera, que salía a la mañana siguiente. Logré tomar ese vuelo y llegar a casa sin problema.

No puedo expresar con palabras lo agradecida que estoy por estas experiencias. Me siento muy bendecida de haber podido asistir a mi reunión.

Andaruwati “Yayu” Pratjoyo
Yakarta, Indonesia

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