Durante muchos años me he sometido a exámenes físicos por una variedad de razones. Prácticamente en todos ellos me dijeron que tenía hipotiroidismo y que debía tratarse tomando una píldora diaria durante el resto de mi vida para compensar la deficiencia. Accedí a tomar la píldora y continué haciéndolo por un tiempo.
Sin embargo, esta nunca fue una decisión fácil. Mi comprensión de Dios como el Todo-en-todo y la única causa y creador, no dejaba de llevarme a rechazar la idea de que yo o cualquier persona necesitara tomar algún suplemento para estar completo. He estudiado la Biblia y la Ciencia Cristiana toda mi vida, y por ese estudio conocía y amaba el hecho de que el hombre es en verdad la idea perfecta de Dios, el Espíritu, y que Dios satisface todas las necesidades del hombre. Continué orando para encontrar dirección y guía acerca de la situación.
El momento decisivo llegó cuando leí un testimonio en el Christian Science Journal acerca de otro Científico Cristiano en una situación similar que tuvo una curación cuando se alejó de los métodos materiales para recurrir al Espíritu. Sentí que esta era la guía que había estado buscando.
Entonces, dejé de tomar la píldora, aferrándome a la promesa de Cristo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, explica: “La Verdad eterna destruye lo que los mortales parecen haber aprendido del error, y la existencia verdadera del hombre como hijo de Dios sale a la luz” (págs. 288-289). Me comprometí a ver solo a Dios y Su reflejo en el hombre.
Por aquel entonces, me hicieron un examen físico que confirmó la condición. Además, una de mis hermanas que es enfermera médica, nos dijo a mi otra hermana y a mí que nuestra familia tiene un historial de hipotiroidismo y que eso no se debía ignorar. Me sentí contento de saber que no estaba ignorando el problema y continué abordando la condición de la mejor manera posible: a través del tratamiento por medio de la oración en la Ciencia Cristiana.
Cada vez que me venía al pensamiento el diagnóstico médico, oraba para saber que en la creación de Dios no hay deficiencia ni exceso. No hay el más mínimo grado de escasez o excedente de ninguna idea. Como la Biblia nos asegura: “Todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá” (Eclesiastés 3:14). También recurrí a este pasaje de Ciencia y Salud: “La Verdad es un alterante para todo el organismo, y puede ‘[sanarlo] completamente’” (pág. 371). Estas ideas fueron la base de cómo oré, reconociendo el poder de la Verdad para eliminar la pretensión de discordia y deficiencia.
Pasaron los años, y permanecí con el tratamiento de la Ciencia Cristiana. Estaba en paz acerca de la situación. Sin embargo, mi familia todavía estaba preocupada y seguía pidiéndome que me hiciera una revisión. No parecía justo o amoroso mantenerlos en un estado de intranquilidad, así que accedí a otro examen físico.
Cuando me encontré con el nuevo médico, le expliqué que era Científico Cristiano. Me dio las gracias por habérselo dicho, y procedimos con respeto mutuo y una atmósfera cordial. El médico expresó que esperaba que la prueba de laboratorio mostrara una deficiencia de tiroides, ya que en cada examen anterior se había encontrado esa condición. Solo le dije: “Ya veremos”.
Más tarde ese mismo día, el propio médico me llamó para decirme que ya no tengo una deficiencia de tiroides. Le di las gracias por la noticia y le agradecí a Dios por la demostración de la perfección del hombre. Estoy realmente agradecido.
Robert Rupp
Seattle, Washington, EE.UU.