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Concurro a las reuniones testimoniales de la Christian Science los...

Del número de octubre de 1946 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Concurro a las reuniones testimoniales de la Christian Science los miércoles por la noche, a veces con mi madre, pero como vivimos muy lejos de la iglesia, no siempre puedo ir. Me encantan los testimonios que mi madre siempre me lee del Christian Science Journal (Revista Mensual de la Christian Science) y del Christian Science Sentinel (Centinela de la Christian Science), y por eso me gustaría enviar este testimonio para que otros niños lo lean.

Una tarde, al salir de la escuela, hacía mucho calor, por lo que me decidí ir a nadar. Estaba nadando en la piscina, tirándome de cabeza y divirtiéndome de lo lindo, cuando me tiré del trampolín más alto, casi tanto como un poste telegráfico y pegué en el fondo. No me fijé que algunos niños habían estado jugando con la tubería del desague, al final de la piscina y que el nivel del agua había bajado tres o cuatro pies y por eso toqué el fondo. Cuando salí a la superficie, todo lo veía negro y pasó un rato antes de que pudiera ver. El encargado de la piscina quería llevarme a un puesto de primeros auxilios, mas insistí en volver a mi casa. En el camino encontré a mi madre, así es que ambos fuimos a casa y declaramos la verdad. Entonces me dormí y al despertar me sentía muy bien. Todo el mal había desaparecido y estaba muy contento. Me dieron de comer y me sentí lo mas bien. Pero al despertarme, a la mañana siguiente, estaba aturdido, pues al sentirme tan bien la noche anterior, me olvidé de hacer mi trabajo mental protector. Luego me comuniqué con una practicista y ella me ayudó. Al poco tiempo desapareció todo el aturdimiento al igual que el chichón que produjo el golpe en mi cabeza y desde entonces he estado perfectamente bien.

Estoy agradecido a la Christian Science, a la señora Eddy, a mi maestra en la escuela dominical, a la amable practicista y a mi madre, por la ayuda que todos me dan.

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