EN la página 5 de su libro The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia Científica de Cristo y Miscelánea) Mary Baker Eddy hace la siguiente notable declaración: “Completamente aparte de este sueño mortal, esta ilusión y decepción de los sentidos, la Christian Science viene a revelar al hombre como la imagen de Dios, Su idea, coexistente con El—Dios otorgando todo y el hombre poseyendo todo lo que Dios le otorga.” Comprendiendo el significado vital de esta declaración, el Científico Cristiano, basándose en la verdad, jamás dirá: “Yo no tengo”, pues estas palabras han sido eliminadas de su vocabulario en cuanto se relacionan a lo que es bueno. El aprovecha la lección enseñada por el Maestro Cristo Jesús en su parábola de los talentos, en la cual, refiriéndose al sirviente que se dejó dominar por los pensamientos negativos, dijo: “aún lo que tiene le será quitado.” Notando esta advertencia, el estudiante de la Christian Science estará siempre alerta y progresando activamente. No se le encontrará temeroso, enterrando su talento en la sepultura de la frase “Yo no tengo” o “Yo no puedo.”
Esta posesión positiva del bien, nada tiene que ver con los “castillos en el aire”, la voluntad humana, o la herencia personal, más bien es la ley y regla del Principio divino impersonal, expresando su propia bondad infinita. En la página 470 de Science and Health with Key to the Scriptures ( Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras) la señora Eddy dice: “El hombre es la expresión del ser de Dios.” Siendo así, el hombre posee todo lo bueno por el hecho de ser la expresión de todo lo bueno, de manera que el Científico Cristiano aprende a decir: “Tengo, porque soy”, y “Porque soy, puedo.” Siendo “la expresión del ser de Dios”, el hombre posee por reflejo el poder de Dios o el bien. El entendimiento de este hecho científico, capacita a uno para despojarse de todo lo que no es semejante a Dios y que trate de posesionarse de él e influenciar su modo de pensar y actuar en sentido contrario a su propio bienestar. Aprende que posee el poder de rehusar positivamente la entrada en su mente a cualquier pensamiento o cualidad que tendiera o pretendiera negar el bien positivo que es suyo eterna e inevitablemente.
Como “la expresión del ser de Dios”, el hombre manifiesta la inteligencia que es omnipresente y omnisciente, jamás separado, ni por un instante, de la dirección infalible de la Deidad. Dicha inteligencia no está basada en el criterio humano, ni en las experiencias humanas que se repiten, hasta que por fin adquieren la apariencia de ley. En ciertas ocasiones, estas pueden servir como postes para señalar el camino que debemos atravesar, pero la inteligencia divina jamás está limitada por sus restricciones. Suele, en vez, hacer a un lado tales restricciones y revelar las posibilidades de la Mente, cuya ley divina no conoce limitación alguna para el bien y sus manifestaciones. Mediante la aceptación y el gobierno de esta inteligencia divina, grandes hechos son consumados que, al juicio humano, habíanse descartado como imposibles. Poseyendo esta inteligencia divina, por reflejo, uno jamás carece de dirección, jamás teme tomar decisiones y jamás se niega a dar un paso hacia una oportunidad mayor.
¡Cuántas veces el argumento, “No tengo dinero” se presenta como una barrera infranqueable para actuar como es debido! Esto no es sino una de aquellas sugestiones del “no tengo” que se debe vigilar cuidadosamente y rechazar por completo, ya sea como base del pensamiento, como poder para influirlo o como finalidad alguna del mismo. No se deberá permitir que el dinero reemplace a Dios en los cálculos humanos. La confianza en el dinero, que en sí carece de toda inteligencia, no deberá substituir la confianza inteligente en la Mente y sus cualidades e ideas divinas. Tal y como uno se mantiene firme en su confianza en el poder de las ideas correctas, y en la humildad que no reconoce poder alguno aparte de Dios—la frase “Yo no tengo,” que se origina en los sentidos materiales, será desplazada por el “Yo tengo”, del entendimiento espiritual, y los medios materiales (así llamados) se encontrarán inevitablemente a la mano—las cosas que son añadidas. De esta manera, el paso progresivo se hará posible, inteligente y honradamente.
La capacidad de Dios es infinita y el hombre refleja esa capacidad sin límite. Quien acepta esta capacidad como su posesión actual, puede ampliar sus perspectivas y utilizar las facultades escondidas o reprimidas, aceptando nuevas responsabilidades sin temor alguno y aumentando sus aptitudes para ser útil, para enoblecer sus propósitos, para enriquecer su manera de vivir y para extender su servicio a la humanidad. A veces, uno puede sentirse atado, ya sea por la timidez o el miedo, a un puesto inferior donde sus habilidades latentes están sepultadas y en peligro de atrofiarse. Que recuerde, quien así piense, el consejo que se encuentra en la página 264 del libro de texto, que dice: “Tenemos que mirar hacia donde deseamos caminar, y debemos obrar como si poseyéramos todo el poder de Aquel en quien tenemos nuestro ser.” Ateniéndose a ello, uno no tendrá miedo de posesionarse de los talentos con que ha sido dotado por Dios, declarando mentalmente, hasta percibirlo, su origen y dirección divinos y reclamando mentalmente la habilidad de expresarlos en su capacidad máxima. Al hacer estas declaraciones mentales, debiérase tener una clara percepción de lo que le fué tan evidente a San Pablo, cuando declaró: “No que seamos de nosotros mismos suficientes para reputar cosa alguna como procedente de nosotros mismos.” No se trata en forma alguna de una capacidad o posesión personal, sino de la suficiencia de Dios y el poder irresistible de Su reflejo. Entonces, bajo la dirección de la inteligencia divina, se presentarán nuevas oportunidades y nuevos medios de utilizar los talentos, para la gloria de Dios.
“Dios otorgando todo, y el hombre poseyendo todo lo que Dios le otorga.” ¿Puede haber una expresión más amplia, más completa y abundante de la posesión positiva, de la que abarca semejante declaración? Comprendiendo su posesión de todo el bien, debido a su aunamiento con la fuente de todo el bien, uno acepta espiritualmente lo que ha estado esforzándose en vano por obtener materialmente. De esta manera, encuentra su propio ser reposando en el Principio divino, manifestando la belleza, la actividad científica, la paz y la bondad rebosante de Dios. Acepta así el todo que Dios le otorga.