EN un palacio real de los tiempos antiguos cierta noche David, tomando su arpa, tocó para el Rey Saúl, y Saúl curóse de un “espíritu malo”, obteniendo descanso y paz. Sin duda, los cantos tocados eran simples. David había sido un pastorcillo y casi siempre había vivido al aire libre. Su modestia y pureza deben haber sido evidentes cuando, a instancia de Saúl, presentóse ante él para tocar el arpa. Las cualidades de su pensamiento sin duda expresaríanse a través de su música.
Saúl sabía que se calmaba cuando tocaba David, pero no podía explicarse la razón, pues no era la música arrancada con las manos humanas la que le apaciguaba, sino el sentido espiritual de la armonía, del que David estaba consciente, lo que curaba a Saúl. Tal procedimiento es descrito por Mary Baker Eddy, Descubridora y Fundadora de la Christian Science, en la página 213 de Science and Health with Key to the Scriptures (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras), donde dice: “La mente mortal es arpa de muchas cuerdas, que expresa discordancia o armonía, según sea humana o divina la mano que la pulse.” La mano humana de David, tocando el arpa, no podía curar, pero su pensamiento, consciente de la presencia divina, era suficiente para producir la armonía.
La música, aún como se conoce humanamente, es universalmente amada. Muchos compositores y artistas han sido inspirados en su trabajo, a medida que se esforzaron por perfeccionar el tono, la melodía y la ejecución. Cierto compositor muy conocido, realizaba un largo viaje en automóvil. Al escuchar en su radio un programa oportuno, se dió cuenta de que tocaban una de sus propias composiciones. A medida que escuchaba, de cuando en cuando comentaba a su acompañante, criticando una que otra vez y de manera constructiva, la ejecución.
¡Cuál no sería su sorpresa cuando se anunció, al concluir la pieza, que se acababa de tocar un disco hecho por el autor mismo! Se le había olvidado por completo que había impreso tal disco, pero al recordarlo, se alegraba de haber progresado, al paso de los años, de manera que ahora podía ver dónde era posible introducir mejoras, para expresar con mayor claridad las ideas que había incorporado en su composición.
Apreciamos altamente la ardua labor de los músicos inspirados y previsores que nos deleitan con sus obras. Desde los tiempos más primitivos, el progreso espiritual ha sido poderosamente ayudado por la música religiosa. La música provista para los Científicos Cristianos en su Himnario y en los solos cantados en los cultos de la iglesia, es una fuente constante de auxilio y curación.
Sin embargo, necesitóse el discernimiento espiritual de la señora Eddy, para señalar el gran hecho espiritual que se expone en la página 106 de Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos) como sigue: “La música es la armonía del ser; pero la música del Alma proporciona los únicos acordes que estremecen las fibras del sentimiento y despiertan las cuerdas del arpa del corazón.” Reflexionando sobre este hecho y tomándolo como punto de partida, el estudiante pronto hallará una disminución de las aflicciones y una experiencia más armónica. Podráse dar menos y menos importancia a la mano humana que toca las cuerdas del arpa del pensamiento y ser más y más consciente de la inspiración divina.
El hombre verdadero no puede ser separado de la armonía de su ser. De consiguiente, él expresa en todas ocasiones la hermosura, la cadencia y la melodía de la música celestial. A medida que uno se identifica con la música que constituye la verdadera armonía, despierta del sueño de acordes y discordancias que integran la experiencia humana y se torna consciente del ritmo ordenado del universo espiritual. Luego escucha las grandiosas sinfonías de los coros de ideas espirituales que pueblan el reino de Dios, recordando las palabras de la señora Eddy, en su poema titulado. Christ My Refuge (Cristo, mi refugio), Poemas, página 12:
“Resuena el arpa del pensar
con la canción,
que triste y dulce en su compás
ata el dolor”.
Los estudiantes progresivos de la Christian Science pueden regocijarse, como “cuando a una cantaron las estrellas de la mañana, y gritaron de alegría todos los hijos de Dios”—pues de esta manera proclama la realidad el libro de Job. El hombre y la música coexisten en la expresión continua de la Mente divina. El que se valga de la verdad, de acuerdo con las enseñanzas de Jesús, puede hacer frente a cada problema con el pensamiento, “Mi corazón canta: ‛¡He hallado la Verdad!’ ”
¿Cuál es el supuesto problema? ¿Será la enfermedad, el falso deseo, la miseria, la limitación, el desengaño, el temor? La herencia del hombre es la armonía divina que acompaña, de hora en hora, al pensamiento que se está espiritualizando.
Hoy, quienes están venciendo el mal, cantan “un cántico nuevo”, a medida que tocan sus arpas ante el trono de Dios. Esta fué la visión de Juan, no un acontecimiento futuro, sino su conciencia de la realidad del reino de los cielos, aquí y ahora mismo. No hay realidad alguna en la discordancia, ni en la situación desagradable o inarmónica. El hombre científico y la música divina son inseparables.
Escuchemos más y más los tonos del compositor divino del universo, y determinemos percibir la verdad de que las contiendas y las disputas, la discordancia y el temor, jamás formaron parte de ese gran unísono de hermosura y verdad que expresa el universo real, incluso el hombre, en armonía eterna.