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“El Manual de La Iglesia Madre perdurará eternamente”

Del número de octubre de 1946 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


QUIZÁS ninguna característica de Mary Baker Eddy, noble Guía del movimiento de la Christian Science, era más conspicua que su convicción sublime de que el mensaje espiritual que enunciaba, procedía de Dios y no de la mente humana. Escuchad la humilde declaración que aparece en la página 114 de su libro The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia Científica de Cristo y Miscelánea): “No fui yo misma, sino el poder divino de la Verdad y el Amor, infinitamente superior a mí, que dictó el libro de texto Science and Health with Key to the Scriptures (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras). ¿Dónde puede encontrarse declaración alguna que asemeje las palabras que luego añade: “He estado aprendiendo el significado más elevado de esta obra, después de haberla escrito”?

En la historia primitiva de la religión por ella fundada, los sermones se predicaban por pastores, como en todas las iglesias ortodoxas. Pero esta inspirada Guía, escuchando siempre el mandato de la Mente divina, al poco tiempo concibió la idea de ofrecer Lecciones Bíblicas como sermones impersonales, a leerse en todas las iglesias de la Christian Science por personas idóneas llamadas Lectores; estableciendo, a la vez, que la Biblia y el libro de texto Science and Health fuesen considerados como el único Pastor de la Iglesia Científica de Cristo.

Dichas Lecciones Bíblicas, compuestas de pasajes de las Sagradas Escrituras y selecciones correlativas de Science and Health, quedan así protegidas contra la adulteración o presentación errónea, motivada por el haberse dejado entrar opiniones humanas, mal dirigidas. Desde el púlpito de una Iglesia Científica de Cristo, jamás se escucha la opinión personal de un mortal, bien sea ésta correcta o incorrecta, acerca de esta Ciencia. Sólo se escuchan asertos puros de la Verdad misma, y puesto que la Verdad, como la luz, siempre debe disipar todo lo que le es opuesto, ¿es de extrañar que en multitud de casos los hombres y mujeres pierdan todo sentido de pecado y sufrimiento durante la lectura de las citadas Lecciones?

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