"Amados míos, ahora somos hijos de Dios; y todavía no ha sido manifestado lo que hemos de ser; sabemos empero, que cuando él fuere manifestado, nosotros seremos semejantes a él, porque le veremos tal como es." La Christian ScienceEl nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (pronunciado Críschan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la "Ciencia Cristiana." me ha proporcionado un vislumbre de la perfección de Dios, y del hombre verdadero, Su amado hijo.
Hace unos quince años que mi esposo me contó con mucho entusiasmo que un compañero de trabajo le había hablado de una religión que curaba las enfermedades a la manera de Jesús; pero en aquel entonces yo me mostré muy incrédula. Le contesté que en verdad yo creía que Jesús podía curar y que efectivamente había curado en su tiempo, pero que era sencillamente imposible que esos milagros ocurriesen hoy en día. Sin embargo, cuando el amigo aludido nos prestó un ejemplar del libro de texto, "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras", por Mary Baker Eddy, nos dedicamos a leerlo con regularidad. Así fué como descubrimos que esas mismas curas se estaban haciendo en nuestros días, y desde entonces los miembros de mi familia, que suman tres, han sido grandemente bendecidos.
Seis meses después se nos presentó la oportunidad de demostrar el poder curativo de la verdad. Estábamos a punto de emprender un viaje de vacaciones cuando nuestro hijo, que contaba con dos años y medio, se puso muy enfermo con unos furúnculos, acompañados de fiebre, que le salieron mientras estaba de visita en casa de un pariente. A pesar de las condiciones graves del niño, seguimos con nuestros planes, llevándolo con nosotros, aunque el pariente se opuso a ello. El primer día el niño permaneció acostado sobre el asiento trasero del automóvil, y por la mayor parte del tiempo parecía estar bajo un estupor. Cuando paramos en un hotel, le acosté, y sentándonos, mi esposo y yo, muy cerca de él, recurrimos a los pocos conocimientos que teníamos de la Christian Science. Abrimos nuestra Biblia y leímos el salmo número noventiuno, repetidas veces, hasta que nos sentimos completamente seguros de que Dios había enviado sus ángeles ministradores y que ellos se habían hecho cargo de nuestro hijito.
A la mañana siguiente nos despertamos al oír a nuestro hijo jugando en su cama. La fiebre había desaparecido y además, cosa que nos pareció un milagro, no quedaban ni vestigios de los furúnculos. Durante la noche el niño había recobrado completamente la salud.
Unos dolores de pecho muy agudos que solían dejarme postrada en cama por varios días, desaparecieron por completo. También hemos sido sanados de resfriados, tos, catarros, lastimaduras y varias enfermedades de niños. Nuestro hijo, a los cinco años de edad, se curó de una pierna que se le había roto. Todas estas curaciones las experimentamos algunas veces con la ayuda de un practicista y otras veces sin ella. Por medio de la aplicación de la Christian Science todos hemos sido sanados de enfermedades de la piel y de estreñimiento crónico.
Cuando mi abuela tenía setentidós años cumplidos, un médico le había dado cuatro meses de vida, diagnosticando la enfermedad que padecía como cáncer en el estómago. Fué llevada a casa de mi madre para ser cuidada y mi madre le leyó de la traducción alemana del libro de texto de la Christian Science. Casi dos meses después mi abuela pudo volver a su casa. La enfermedad había desaparecido y vivió diez años más, disfrutando de una vida útil, feliz y activa.
Me siento muy agradecida por haberme podido afiliar a La Iglesia Madre y a una de sus ramas. Me agrada mucho servir a nuestra Causa, aunque sea en cosas pequeñas. No puedo dar por terminado este testimonio sin expresar mi profunda gratitud hacia Dios por todas estas curaciones, y hacia nuestra querida Guía, que con tanta abnegación le dió a sus discípulos esta "perla de gran precio". Mi humilde deseo es seguir su ejemplo, ya que ella siguió con tanta fidelidad en las huellas del Maestro.
Las instrucciones en clase, que he recibido de un maestro de la Christian Science muy abnegado, han sido de mucho provecho. Desde que pasé por esta clase en el año 1938, mi esposo y yo ya no sentimos el deseo de tomar ni café ni té. La reunión anual de nuestra clase es un banquete de Amor, una fuente de Verdad, con la cual recobramos nuevas fuerzas para seguir adelante y difundir el evangelio sanador.
North Tonawanda, Nueva York, E. U. A.
