Cuando contemplamos el esplendor de la florescencia, los corazones espontáneamente se nos llenan de alegría, pues en ese momento es muy fácil creer en el bien y en la felicidad. Mas, aun cuando las ramas de los árboles están desnudas y el color verde de la hierba se ha tornado a carmelita, en ese mismo momento, aunque oculto a la vista, ya se va produciendo el gran milagro que más tarde lo transformará todo en cascadas florales de color rosa pálido, blanco y carmín. Cada hoja existe en un estado de perfección, aun antes de aparecer en el árbol como la esmeralda trasparente. ¿Y a qué causa obedece este desenvolvimiento? Pues, a los cálidos rayos del sol.
Meditando sobre estas cosas, cierto día un estudiante de la Christian Science recordó lo que nuestra Guía, Mary Baker Eddy, dice en la página 331 de Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos), a saber: "Morando así en la Verdad, el calor y la luz de la oración, la alabanza y la comprensión madurarán los frutos del Espíritu, y la bondad hallará su libertad y grandeza primaveral." Nuestra Guía percibió que los seres humanos a menudo parecen asemejar a los árboles desnudos del invierno, con rasgos desagradables y deformes, que tienden a producir en nosotros cierta actitud de desprecio. Sin embargo, debajo de la tosca superficie encontramos belleza, gracia y ternura. Uno de nuestros himnos lo expresa admirablemente en las siguientes palabras: "Me cerca la belleza del Amor."
¿Qué es lo que hace florecer el árbol de nuestras esperanzas y deseos? Es el "calor y la luz de la oración, la alabanza y la comprensión—en una palabra, el amor. Nuestro prójimo necesita de nuestras oraciones. El tiene que ser visto a la luz pura de la visión espiritual. ¿No fué la visión pura del Maestro la que bendecía a todo aquél que se le acercaba? En su obra "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras" (págs. 476–477), Mrs. Eddy dice: "Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él allí mismo donde a los mortales aparecía el hombre mortal y pecador. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios y este concepto correcto del hombre curaba al enfermo."
Nosotros también debiéramos rehusar contemplar los falsos cuadros de los sentidos materiales, reemplazándolos con el concepto verdadero del hombre, que hallamos en la Biblia y en las obras de nuestra Guía. Entonces vendrá la "luz de la alabanza."
Tras la oración y la alabanza viene la comprensión, o sea, los rayos solares que hacen que nuestros árboles germinen y florezcan. Hay un antiguo refrán francés que dice: "Comprenderlo todo es perdonarlo todo." Si nosotros conociésemos algo acerca de la historia de algunos criminales, quizás alcanzaríamos a ver como han podido llegar a su actual situación. Es posible imaginarnos que unas palabras afectuosas o un acto bondadoso les hubiera detenido y encaminado hacia una vida útil y provechosa. Muchas personas se extravían por faltarles cierto aliciente para tomar el buen camino, sea esto por efecto de la educación errónea o debido a los malos ejemplos.
Mayormente, el mundo está sufriendo a causa de la ignorancia, y la ignorancia se corrige no tanto con el castigo, sino por medio de la instrucción. Cuando Jesús fué crucificado, elevó la siguiente oración: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen", y ésta debe ser nuestra oración. La palabra "perdónalos" bien se podría traducir como "instrúyelos", porque el verdadero perdón significa la cancelación del mal que se ha hecho, y el mal no se anula sino mediante la comprensión de lo que es real y justo.
La Biblia nos demuestra que el entendimiento es el don que debiéramos buscar por arriba de todo. En verdad que el entendimiento espiritual es lo que más necesitamos, porque al comprender a Dios, el Amor, la Verdad y la Vida divinos, comprendemos al hombre, ya que el hombre es la imagen de Dios. La necesidad más grande de la humanidad es la de tener "un corazón tierno", un amor que no culpa a la humanidad por no haber encontrado la llave de la felicidad, pero que le asegura que en Dios, el Amor divino y universal, se ha de encontrar satisfacción completa y felicidad indecible. El hombre es la imagen del Amor, ese Amor que todo lo abarca, que no ve pecador ni pecado alguno, sino su propia belleza.
Así es como la "oración, la alabanza y la comprensión" harán de nuestra tierra una primavera perpetua, en la que veremos a todos con caracteres tan bellos como el más bello de los árboles florescientes.
