La comunión que los Científicos Cristianos conmemoran en los cultos celebrados en las iglesias filiales dos veces al año, es un acontecimiento de gran regocijo. En este acto de conmemoración ellos no dependen de los sentidos materiales para encontrar inspiración, sino de la misma fuente del Cristo, la Verdad, donde beben el agua viva a que se refirió Jesús, cuando le habló a la mujer samaritana de la fuente de agua viva que brotaba "para vida eterna" (Juan, 4:14).
En la Biblia se hace constancia de las muchas fiestas religiosas de los Hebreos. Estas se conocían como las fiestas de las Enramadas, de Pentecostés, y, más importante de todas, la de la Pascua, que había sido instituída por Moisés. Al celebrar esta fiesta con sus doce discípulos, la noche antes de la crucifixión, Jesús le dió un nombre y significado nuevos. Los cristianos la llaman la última cena de nuestro Señor. En su nuevo significado, el acto de comer panes ázimos simbolizaba que los discípulos estaban participando del cuerpo del Cristo, o sea, del ejemplo vivo que Jesús presentaba al mundo entero. El vino que bebían significaba la sangre del Nuevo Pacto, del cual tienen que participar todos los que siguen el camino del Cristo y que hacen frente a la resistencia opuesta por el mundo a la Verdad y el Amor. Esta fué la copa que Jesús agotó hasta las heces.
Pero lo que conmemoran los Científicos Cristianos no es ninguna de estas fiestas antiguas de los Hebreos, sino el refrigerio matutino, el desayuno espiritual, que Jesús preparó para sus discípulos después que hubo resucitado de la tumba.
El relato de este desayuno se halla en el capítulo vigésimo primero del Evangelio de San Juan. Aquí se podrá ver que cuando los discípulos saltaron a tierra arrastrando la red llena de peces, después de haberla echado a la derecha de la barca, en obediencia a la voz del Maestro, hallaron un desayuno preparado, pues como la Biblia nos cuenta: "Vieron allí un fuego de carbón, y un pescado puesto encima, y pan" (21:9). A indicación de Jesús, los discípulos comieron del pan y del pescado; pero es de notar que no había copa alguna en esta fiesta espiritual. La copa de la cual Jesús pidió ser librado había sido quitada, pues el Maestro había vencido la tumba.
Los Científicos Cristianos celebran la victoria de nuestro Señor que trocó la cruz por una corona. Ellos se regocijan por esta conquista en lugar de lamentarse por la experiencia humana de la crucifixión. Aunque al parecer ellos también tengan que beber la copa de amargura, como lo hizo Jesús, se dan cuenta de que esta es la cruz de la lucha humana que tienen que cargar pero lo hacen teniendo presente la resurrección y no la crucifixión. Recordando las palabras tan confortantes de Jesús, que se encuentran en el Evangelio de San Mateo (11:30): "Porque mi yugo es suave, y ligera mi carga", no se dejan agobiar por las tribulaciones humanas, sino que se deciden a tomar los pasos que conducen a la armonía celestial, al reino del Alma, donde las cadenas caen.
Los Científicos Cristianos comulgan diariamente con su Padre-Madre Dios, y multitud de ellos encuentran un valioso alimento espiritual al participar de este pan de la Verdad en las primeras horas de la mañana.
Una estudiante de la Christian ScienceEl nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (pronunciado Críschan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la "Ciencia Cristiana." tuvo cierto incidente que la obligó a reconocer la importancia que tiene este alimento diario espiritual. Encontróse lejos de su hogar en una gran ciudad, llevando a cabo un trabajo que requería que estuviese acompañada a toda hora por una amiga que no era Científica Cristiana. Las dos amigas se vieron en la necesidad de ocupar una misma habitación, y como no estarían juntas más de un par de semanas, la Científica Cristiana se decidió a suprimir su estudio diario de la Lección Bíblica, que se publica en el Trimestral de la Christian Science y que acostumbraba leer temprano por la mañana. Reflexionando sobre el asunto, se convenció de que sería mejor que se sometiera a las costumbres de su amiga, en lugar de ocuparse de algo en lo cual aquella no podría participar.
Pasaron varios días y su trabajo no progresaba con la armonía esperada. Además, la Científica Cristiana se halló en un estado tan perturbado que no podía reconciliar el sueño. Levantándose de la cama, recordó las palabras de Mary Baker Eddy que aparecen en la página 15 de su libro de texto "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras", y que dicen: "Para orar como se debe, hay que entrar en el aposento y cerrar la puerta." Con mucha insistencia le rogó a Dios que le hiciera saber su falta para que pudiera acallar los sentidos discordantes. Muy claramente le vino la respuesta: "Hace días que no tomas tu alimento espiritual."
Al punto se dió cuenta del poco juicio que había desplegado en su decisión anterior. ¿Acaso el haberse reunido con otra persona le hubiera inducido a dejar de tomar su alimento acostumbrado tres veces al día? ¡Cuánto más insensato privarse del alimento más importante de todos, o sea, el sustento espiritual que aporta el estudio de la Lección semanal! Despertada por estos razonamientos, sacó sus libros de texto, la Biblia y Ciencia y Salud, y alimentó sus deseos hambrientos con las verdades allí contenidas. ¡Qué satisfacción tan grande encontró en este alimento espiritual, y qué lección más valiosa aprendió al decidir que jamás se privaría de este refrigerio tan vital!
Los Científicos Cristianos reconocen que tienen una deuda muy grande para con Mrs. Eddy, su Guía, por haberles dado la verdad contenida en el libro de texto de la Christian Science, sin diluirla, la que quita la cáscara de las creencias doctrinarias a la Palabra inspirada de la Biblia, dándole al hombre el pan que viene del cielo, y que no está contaminado con las impurezas de las concesiones materialistas y mundanas.
El apóstol Pablo no faltó en dar a los Corintios el verdadero significado de la última cena del Señor, a fin de que no se perdiera con el uso del símbolo material. De la misma manera es muy importante que hoy en día descartemos todas las formas materiales de adoración y que empleemos la forma puramente espiritual. En su obra Ciencia y Salud (pág. 140) Mrs. Eddy dice: "Adoramos espiritualmente sólo cuando dejamos de adorar materialmente."
Los fieles miembros de esta iglesia han visto que los símbolos usados en sus antiguas maneras de adorar se les van desapareciendo, mientras que van aprendiendo a comulgar con el único Dios por medio de los sentidos del Alma. Esto hace que cambien sus teorías y prácticas materiales por las ideas regeneradoras del Espíritu. Así es que, para ellos, el fruto de la vid se convierte en el nuevo vino de la inspiración, que Jesús dijo que habría de beber con sus seguidores en el reino de su Padre.
