¿Ha meditado usted alguna vez sobre la naturaleza de su experiencia individual? Las cosas que están incluídas en ella—el sombrero nuevo, el abrigo, el automóvil, el amigo o el enemigo—¿cómo entraron en su experiencia, mental o materialmente? Sin la conciencia ¿acaso podría existir cosa alguna para usted o para mí? La meditación tranquila y sincera sobre este punto demostrará que la respuesta a esta última interrogación tiene que ser negativa. Desde esta premisa, llegamos a ver que la experiencia individual es del todo mental, aunque muchas veces aparenta ser puramente física y material.
En la página 479 del libro de texto de la Christian Science, "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras", Mary Baker Eddy ofrece la solución de este enigma tan intrincado de la experiencia humana, en estas dos breves frases: "Todo lo que los ojos ven es una imagen del pensamiento mortal, reflejada en la retina. La materia no puede ver, sentir, oír, gustar ni oler." Es así como ella expone que todo fenómeno físico, así llamado, es mortalmente mental y no objetivamente material. Nadie puede sostener con razón que la materia, es decir, aquello que es inerte y carece de inteligencia, puede ver, sentir, oír, gustar u oler. Estas sensaciones no se pueden experimentar sino por medio de la conciencia o la mente. La mentalidad sólo puede abrigar pensamientos, jamás cosas. De manera que, tanto aquello que percibe como aquello que es percibido, es mental, y nunca algo denominado materia, separado del pensamiento.
Es en la retina de la llamada mente mortal, o la conciencia humana, donde se registran en la creencia mortal todas las impresiones de los sentidos físicos. Ninguna mera estructura y organismo material o físico puede poseer sensación o conocimiento alguno. Es evidente entonces que las cosas son pensamientos, y que sólo pueden ser reconocidas por la conciencia y como pensamientos convertidos en cosas. Por esta razón todas las discordancias, en la experiencia individual tanto como en la colectiva, tienen que ser consideradas como efectos de las creencias o de los pensamientos que no expresan la Verdad ni están en armonía con ella. La aceptación de este hecho lo prepara a uno para tomar los pasos sucesivos en el descubrimiento de los pensamientos verdaderos, que son los únicos que pueden librar la conciencia humana de la esclavitud impuesta por las creencias falsas. Jesús dijo (San Juan, 8:32): "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres." Cuando descubrimos que las cosas son pensamientos y no objetos materiales o físicos aislados, tomamos un gran paso para librarnos de la ignorancia, el temor y la mortalidad en general.
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