La Sociedad pro Fomento de Conocimientos Cristianos concedió a La Iglesia Madre, La Primera Iglesia Científica de Cristo, en Boston, permiso para incluir en su Himnario el poema tan inspirado de Arthur C. Ainger, cuya primera línea lee como sigue: “Dios está obrando Su voluntad” (Himno N.º 82). ¡Cuánta inspiración se siente al oír en La Iglesia Madre miles de voces entonando este canto de esperanza y valor! En la primera estrofa, dos veces se nos asegura que Dios, quien según la Ciencia es todopoderoso, “está obrando Su voluntad”, y luego añade:
Más y más se acerca la hora
del día que ha de llegar
en que Dios llenará la tierra con Su gloria
tal como las aguas cubren el mar.
Si alguna vez ha habido un momento en que la atormentada humanidad ha necesitado el consuelo y la fortaleza que ofrece esta promesa, ese momento es el actual. La evidencia ante los sentidos corporales indica que el mundo está lejos de alcanzar la gloria milenaria y que ni siquiera se aproxima remotamente a ella; sin embargo, en estas alentadoras líneas, encontramos la promesa del seguro triunfo de la Verdad, la Vida y el Principio.
En el segundo versículo se formula la pregunta acerca de lo que cada uno habrá de hacer a fin de
Medrar y aumentar
la hermandad universal
el reino del Príncipe de Paz.
El último versículo ofrece la respuesta. Revestido de la fuerza de la omnipotencia, habrá de salir al encuentro del error; es decir, a la luz de la verdad espiritual, habrá de percibir y probar que el mal es del todo irreal, falso, por no pertenecer al universo de un Dios bueno. A medida que la luz de la Verdad disipa las neblinas del materialismo, nos regocijamos en la comprensión de que aquí y ahora mismo, la gloria, bondad, belleza y armonía del perfecto creador, con Su creación perfecta, están a mano, como un hecho consumado. Y cada vez más se acumulan en la conciencia humana las pruebas del poderoso trastorno que se va produciendo, y que está desvelando y anulando todo aquello que tiende a ocultar de la vista del hombre la gloria y realidad del universo de Dios.
El profeta Ezequiel contempla mentalmente el día en que Dios, la Verdad divina, hará “que haya trastorno, trastorno, trastorno ... hasta que venga Aquel cuyo es el derecho” (Ezeq., 21:27), y la Descubridora y Fundadora de la Christian Science El nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la “Ciencia Cristiana”. vierte más luz sobre lo que ella llama “la catálisis moral”. En un memorable pasaje en su obra “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 540), Mary Baker Eddy dice: “En Isaías leemos: ‘Yo hago la paz, y creo la calamidad; yo, Jehová, hago todas estas cosas’; pero el profeta se refirió a la ley divina que fermenta la creencia en el mal hasta el fondo, trayéndola a la superficie y reduciéndola a su denominador común, la nada. El lecho fangoso de un río tiene que ser agitado para purificar la corriente.”
Luego sigue con esta importante declaración: “En la catálisis moral, cuando los síntomas del mal, de la ilusión, se agravan, podemos pensar en nuestra ignorancia que el Señor ha producido un mal; pero deberíamos saber que la ley de Dios desenmascara el llamado pecado y sus efectos, sólo para que la Verdad pueda aniquilar todo concepto del mal y toda facultad de pecar.” ¿Puede existir la menor duda de que los hombres y las naciones están en este preciso momento siendo testigos de esta gran perturbación? En vez de desfallecer de temor, ¿no debiéramos más bien hacer caso a la declaración del Maestro (Lucas, 21:28): “Mas en comenzando a suceder estas cosas, erguíos y alzad vuestras cabezas; porque vuestra redención se va acercando”?
En verdad que Dios está obrando Su voluntad; la misma naturaleza de la Verdad descubre y destruye la mentira. Muchos lechos fangosos del egoísmo, de la dominación humana, de la creencia en la materialidad y el amor a ella, de la satisfacción con la mera intelectualidad, necesitan esta saludable agitación y desafío de la Verdad, antes de poder introducirse una mejora en el orden social. La tarea del Científico Cristiano durante este tiempo de disturbios es anular el error — no darle alas — según se va desvelando. El Científico no pregunta consternado: “¿Adónde vamos a parar?” El sabe cual es el destino de la raza humana; poco a poco pero indefectiblemente, ella está llegando a comprender a Dios y a Su verdadera creación, se está acercando cada vez más al cumplimiento de la profecía de Jeremías (31:34): “Y no enseñarán más cada cual a su compañero y cada cual a su hermano, diciendo: ¡Conoce a Jehová! porque todos ellos me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor de ellos, dice Jehová.”
Ahora bien, mientras esta gran obra se va efectuando, mientras la humanidad aprende que los apoyos, teorías y panaceas materiales no están solucionando los problemas del mundo, sino que la confusión, las discusiones sobre las guerras que han de sobrevenir y una política egoísta parecen ser la orden del día, ¡cuán fiel debiera ser el Científico Cristiano en sus oraciones diarias en favor de toda la humanidad! En verdad que el mundo conocido por los sentidos humanos sería un lugar espantoso en estos días, si la sanadora y salvadora influencia de la Palabra de Dios, según obra y se expone en la Christian Science, fuera retirada.
En primer lugar, que cada Científico Cristiano se dedique individualmente a refutar y silenciar toda sugestión de que es imposible que no haya otra guerra, percibiéndola tan sólo como un murmullo mesmérico de Satanás. Que haga frente a todas estas sugestiones tal como enfrentaría una sugestión de epidemia u otro desastre inminente, es decir, con una vigorosa negación, seguida de la plena aceptación de la totalidad del Amor y de la presencia y omniacción de la Mente única. Los sangrientos conflictos del pasado se habrían evitado si bastantes cristianos hubieran sabido y demostrado la gran verdad de que sólo hay una Mente.
Las Escrituras nos dicen que un solo hombre “pobre pero sabio” puede librar una ciudad. ¿No podrán los miles de buenos pensadores de hoy salvar a la humanidad de otra guerra catastrófica? En el mes de junio de 1905, Mrs. Eddy exhortó a los miembros de La Iglesia Madre a que oraran por la terminación de la guerra entre Rusia y el Japón, y ¿no resulta interesante el que las hostilidades entre esas dos naciones hayan terminado antes de los dos meses? Nuestra Guía tenía mucha fe en el poder de la oración. Estaba muy acostumbrada a ver que sus oraciones eran escuchadas.
Que en estos momentos tan solemnes, sus seguidores se esfuercen por emular le fe de su Guía, su convicción de que Dios, el Principio divino, Amor, dirige el timón y está llevando a cabo sus propósitos. Que su reflexión del poder de la Verdad anule toda confusión y odio y revele el amor y la hermandad universales. Que nuestros gobernantes sean apoyados y tengan las fuerzas para anteponer el Principio a la política egoísta. Y que todos oremos por la convicción cristiana que nos asegura que aquí y ahora mismo la conciencia humana está llena.
... de la gloria de Dios
tal como las aguas cubren el mar.