En su libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” nuestra venerada Guía, Mrs. Eddy, declara (pág. 111): “La práctica de la metafísica divina es la utilización del poder de la Verdad sobre el error.” El testimonio que doy a continuación prueba que el poder de la Verdad es eficaz siempre que se aplique con fe y entendimiento.
En el año de 1941 mi madre, que a la sazón tenía noventa años estando en su habitación, sufrió una caída, fracturándose una pierna. La llevaron al hospital, donde le aplicaron los rayos X. El cirujano nos dijo que se había fracturado el fémur, y que debido a su avanzada edad, no podría ser operada, por lo cual había poca esperanza de que sanara. La llevamos a mi casa y el médico que la había atendido al momento del accidente la vino a ver.
Después de examinarle, nos dijo que mi madre sería una inválida el resto de su vida, y que nunca más podría bajar las escaleras sola. Añadió que quizás tendría complicaciones debido a su estado general. Mi señora y yo negamos mentalmente estos pronósticos alarmantes, a medida que se iban pronunciando, y cuando el médico expresó el deseo de volver a verla, le rogamos que esperara nuestro llamado. Mi madre aprobó nuestra decisión y también dijo que no deseaba tomar medicina alguna. Le pregunté si quería un tratamiento de la Christian Science y a pesar de no saber nada de esta Ciencia, consintió.
Por tanto, el único tratamiento que se le dió fué el de la verdad. Afirmábamos repetidamente la verdad y negábamos sistemáticamente el testimonio de los sentidos corporales. Ni una de las complicaciones pronosticadas por el médico se cumplió. Mi madre siguió adelantando y después de varias semanas le fué posible usar la pierna casi normalmente, andando de un lado a otro del departamento sin sentir ninguna molestia o cansancio. Por fin pudo subir y bajar las escaleras, anulando así los últimos pronósticos pesimistas del médico.
Mi señora y yo le damos gracias a Dios por esta demostración tan espléndida y sentimos también mucha gratitud por la ayuda que nos prestó durante este incidente una amiga que era adepta de la Christian Science. Hondo es el agradecimiento que sentimos hacia la Christian Science, y su Descubridora y Fundadora.—Paris, Francia.