Cuando Jesús se describió a sí mismo como habiendo existido antes que Abraham (Juan, 8:58), se refería al Cristo, a su entidad incorpórea y espiritual, la imagen divina que coexiste con Dios, como Su eterna manifestación. Este era el Cristo que el Maestro nos aseguró estaría con nosotros para siempre. La Christian Science ilumina esta declaración al revelarnos la verdadera individualidad del hombre como la emanación incorpórea de un Dios incorpóreo, o sea el Espíritu. Es tan imposible que el hombre, la imagen de Dios, esté amarrado a la materia o a sus extrañas vicisitudes, que lo sería que así lo estuviere su Hacedor.
Mary Baker Eddy ha rechazado la errónea creencia teológica de que el hombre es un ser corpóreo. Y para dilucidar su tesis escribe en su obra “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 13): “Debido a la ignorancia humana del Principio divino, o sea el Amor, el Padre de todos es representado como un creador corpóreo; de ahí que los hombres se consideren a sí mismos como meramente corpóreos, ignorando al hombre como la imagen o el reflejo de Dios, así como la existencia incorpórea y eterna del hombre. El mundo del error ignora el mundo de la Verdad,— está ciego para la realidad de la existencia del hombre,— porque el mundo de la sensación no percibe la vida en el Alma, no en el cuerpo.”
La falsa teología enseña a los hombres que tienen que morir para poder alcanzar un estado espiritual e incorpóreo, pero la Christian Science declara que el estado en que estamos ahora es el normal, y que la carne es una ilusión mortal y no la base de la vida. Cuando Cristo Jesús se refirió a sí mismo como el “Hijo de Dios” (Juan, 10:36), hablaba de su propia entidad incorpórea y espiritual, y su entendimiento científico de este hecho espiritual le aportó evidencias de la herencia que le pertenecía como Hijo, o sea las cualidades del Cristo que le daban poder para disipar el error.
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