¿ Hasta cuándo tendrán los mortales que sufrir y ser castigados por los pecados de la carne? He aquí el problema que todo el mundo quisiera resolver. Sin embargo, si uno mismo se preguntara: “¿Cuánto tiempo tendré que sufrir los efectos de la creencia de que dos y dos son cinco?” no tardaría en darsecuenta que su equivocada noción duraría tan sólo el tiempo que continuara ignorando la ley de las matemáticas, que enseña que no suman cinco sino cuatro. El Cristo, la Verdad, ha aparecido hoy en la Christian Science, para redimir a la humanidad de las creencias erróneas referentes a Dios, la Vida, y para proclamar, en las palabras de Pablo, “la gloriosa libertad de los hijos de Dios.”
La Christian Science enseña y sostiene el hecho científico de que el hombre no nace en la materia, ni vive ni muere a causa de ella. La materia parece ser real solamente para los cinco sentidos físicos, que son simplemente creencias limitadas y restrictivas acerca de la existencia. Estas desviaciones, vagas y mudables, parecen relacionarse con el hombre, así como, visto desde un vapor transatlántico, el sol amaneciente parece levantarse del océano. Pero el hecho divino es que el hombre es la expresión inteligente y perfecta de Dios.
La inspiración que impulsó las bien meditadas instrucciones que Cristo Jesús impartió a sus discípulos, y que encontró expresión en la petición hecha a su Padre celestial con las siguientes palabras: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”, reconoce que el perdón es una de las cualidades del Amor divino. De ahí que el perdón no es obtenible por medio de las indulgencias, sino que es el resultado inevitable del haber probado ser el hijo impecable de Dios.
De manera que, al reflejar a Dios, la humanidad se ve capacitada para tachar y eliminar de la conciencia todas las creencias equivocadas que tenderían a privarle de su alegría y su libertad. En la experiencia humana, estas bendiciones se nos hacen más o menos evidentes, según la medida de nuestros estudios de las verdades contenidas en la Biblia y en los escritos de Mary Baker Eddy, y nuestra aplicación de las mismas. El perdón sólo hace falta mientras persista la creencia en la mortalidad, puesto que para el hombre verdadero no hay nada que necesite ser mejorado ni reformado.
Dios perdona o absuelve los errores no como una persona perdonando a otra, sino como nuestro amoroso Padre-Madre. Tal perdón se produce sin esfuerzo alguno y de una manera natural, así como la luz neutraliza y disipa la obscuridad. En su obra “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 339), nuestra amada Guía, Mrs. Eddy, ha escrito lo siguiente: “La Vida divina destruye la muerte, la Verdad destruye el error, y el Amor destruye el odio. Cuando el pecado es destruído, no necesita otra forma de perdón.”
El sentido espiritual de la oración de nuestro Señor, que nos ha dado Mrs. Eddy, contiene las siguientes declaraciones, que abarcan toda necesidad humana (ib., pág. 17): “Danos gracia para hoy; alimenta los afectos hambrientos” y “el Amor se refleja en amor.” Los Científicos Cristianos pueden testificar que, al utilizarse y demostrarse en la vida diaria, este Amor divino alimenta el corazón hambriento y le da de beber al sediento. Este refrigerio espiritual es la “gracia para hoy”, el pan de la Vida, que a su vez nos da las fuerzas y la inteligencia necesarias para ganarnos el pan nuestro de cada día. Tal oración consecuente proporciona la verdadera substancia que necesita la humanidad para librarse de la escasez y de la desgracia.
Al admitir y conservar en la conciencia la gracia del Amor divino, nos sobreponemos a la condenación propia por los errores del pasado, mitigamos nuestras angustias y preocupaciones, y cada día se nos llena de esperanza y gratitud hacia Dios. Así es como el bien se hace atrayente, mientras que el mal es reconocido como falto de atractivos y efímero. Y esta afluencia divina, en verdad “perdona todas [nuestras] iniquidades” y “sana todas [nuestras] enfermedades.”
Así es como encontramos que el perdón es una responsabilidad individual que exige de nosotros una consagración y devoción constantes. De ninguna manera depende de la actitud de los demás, sino que se resuelve por todos sin excepción a la manera de Cristo Jesús. Sólo cuando se hayan acallado todas las falsas creencias que suelen llamar a nuestras puertas mentales concernientes a nosotros mismos o a nuestros semejantes, quedará realmente perdonada la humanidad, pues entonces se habrá aceptado el concepto verdadero de la existencia.