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Asamblea Anual de La Iglesia Madre

Del número de octubre de 1951 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Asamblea Anual de La Iglesia Madre se verificó el lunes cuatro de junio con una concurrencia inusitadamente numerosa. Hallábanse presentes miembros procedentes de todas partes del mundo. Inspiraba notar por todos lados el entusiasmo y la evidente consagración a nuestra Causa amada.

La Asamblea se inició con el himno No. 208 del Himnario de la Christian Science, “Gentil presencia, gozo, paz, poder,” escrito por Mary Baker Eddy. Después de cantarlo, el Presidente saliente, Walter S. Cross, leyó los siguientes pasajes de la Biblia y del libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por nuestra venerada Guía:

La Biblia

Isaías 52:7, 9, 10
Mateo 5:1, 2
Mateo 6:19–21
Mateo 7:21
Juan 12:26
Juan 15:8, 12
I Juan 3:18

Ciencia y Salud

271:1–4
138:17–22, 28–31
40:26
30:30–32
238:26
459:4–8
454:17–19
266:19

Hubo luego unos breves instantes de oración en silencio seguida por la repetición audible del Padre Nuestro, uniéndose en seguida la congregación en el canto del himno No. 71, “Cantan todos tu alabanza.”

A continuación el Sr. Cross anunció los nuevos dignatarios de La Iglesia Madre, que son: Presidenta, Mrs. Lora C. Rathvon, de Boston, Massachusetts; Tesorero, Roy Garrett Watson, de Brookline, Massachusetts; Secretario, Gordon V. Comer, de Boston, Massachusetts.

Entonces hizo uso de la palabra el Presidente saliente, Sr. Cross, quien dijo en esencia:

Queridos miembros de nuestra amada Iglesia Madre:

Hoy nos hallamos reunidos aquí en gozo y gratitud. Cada año nos aporta su cosecha de logros espirituales. Registra unas curaciones cristianas sin paralelo desde los días de Cristo Jesús y sus apóstoles.

Al comenzar la segunda mitad del siglo veinte nos encontramos en medio de la más profunda revolución que ha conmovido a las edades. El materialismo se trastorna. Hay un fermento en acción radical. Y para los que perciben espiritualmente, es crecientemente evidente que “la levadura [de la Verdad] que tomó una mujer y la encubrió en tres medidas de harina, hasta que el todo se leudó” (Mateo 13:33) entra en acción en la consciencia humana. Un marcado interés que el público manifiesta cada vez más en la religión y el respeto cada vez mayor que siente hacia la Christian Science evidencian una avidez mental y una actitud escudriñadora que presagian una nueva era en la Cristiandad.

Nuestra divinamente inspirada Guía, Mary Baker Eddy, estableció su Iglesia de tal manera que el elemento divino nunca puede ni perderse ni opacarse. Así fundó esta Iglesia en la roca inexpugnable del Principio divino. La Santa Biblia y el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” por Mrs. Eddy, quedan para siempre, como ella lo instituyó, como el pastor de todas las iglesias y sociedades denominacionales de la Christian Science. De ese modo, cada Científico Cristiano, al estudiar la lección-sermón según el Cuaderno Trimestral de la Christian Science, tiene que recurrir directamente al foco original del esclarecimiento espiritual tal y como se ha otorgado a la humanidad, y al hacerlo así, demostrar por sí mismo la comunicación directa del hombre con Dios, su directa relación con la Mente divina. Cada congregación que concurra a nuestros servicios dominicales escuchará por siempre las claras y esclarecientes declaraciones de la Verdad revelada de estos libros de texto, desembarazadas de fluctuantes costumbres u opiniones humanas.

En pago de todo lo que nuestra gran Guía nos ha dado tan abundantemente mediante su laborar infatigable y sus sacrificios sin tregua, recae en cada uno de nosotros la sagrada encomienda, como sus leales adeptos por todo el mundo, de demostrar sanando y regenerando nuestras vidas la práctica realidad de su don inapreciable a la humanidad. Ella nos amonesta: “La obligación de probar que la Christian Science es Ciencia, toca a los Científicos Cristianos” (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 158).

Y en su Message to The Mother Church for 1901 (Mensaje a La Iglesia Madre correspondiente a 1901), pág. 35: “A menudo se nos presenta la pregunta: ¿Estamos dispuestos a sacrificarnos por la Causa del Cristo, a exponer nuestro pecho a la espada y a ofrendarnos sobre el altar? La Christian Science apela a voz en grito a los que duermen en las crestas de las colinas de Sión. Es clarín de llamada al reino de la justicia, al reino de los cielos dentro de nosotros y en la tierra, y el Amor es la senda por siempre.”

En seguida Mr. Cross presentó a la nueva Presidenta que dijo:

Nos hemos reunido hoy aquí en La Iglesia Madre, La Primera Iglesia Científica de Cristo, en Boston, Massachusetts, para reafirmar nuestra solemne promesa de amor y lealtad a la Causa de la Christian Science y a nuestra venerada Guía, Mary Baker Eddy, su Descubridora y Fundadora. Su descubrimiento es la Ciencia del Cristianismo que presentó Cristo Jesús al mundo hace siglos. Cada miembro reconoce que cuando Mrs. Eddy organizó su Iglesia bajo la dirección de la Mente divina, colocó los cimientos de una institución mediante la cual se demostrará al mundo el poder supremo e infinito de Dios. A esta Iglesia Dios le ha confiado el privilegio de divulgar la revelación científica del Cristo que sana; y a sus miembros les es dada la oportunidad y la responsabilidad de demostrar las verdades de la Christian Science tan completamente que todo el mundo entienda que Dios, la Mente divina, es omnipotente, omnipresente y omnisciente.

Estamos en el año octagésimo quinto desde que Mrs. Eddy recibió esta revelación del Amor divino, y cabe preguntarnos si estamos aprovechando en cuanto podamos esta formidable oportunidad; si estamos viviendo la vida de verdaderos Científicos Cristianos de manera que nuestro ejemplo atraiga al mundo a esta Ciencia sanadora del Cristo.

La responsabilidad de continuar la obra que nuestra Guía estableció y nos encomendó tan sensatamente recae por igual en todos los miembros de esta Iglesia. Nosotros podremos llevar a la práctica sus esperanzas sólo en el grado en que cada uno subyugue sus egoístas intereses personales y se rinda a la voluntad divina de tal modo que cada pensamiento, palabra y acción contribuya al progreso de la Causa que ella tanto amó.

En su mensaje a la Clase de Mayo de 1905, Mrs. Eddy escribió (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 254): “Amados:— Me alegro de que os gocéis en el alba de la Christian Science; debéis llegar a su meridiano. Velad, orad, demostrad. Libertados del materialismo, correréis y no os cansaréis; caminaréis y no desfalleceréis.” Aquí se refirió Mrs. Eddy a dos etapas de progreso en la Christian Science: el “alba” y el “meridiano.” Se alegraba de que sus estudiantes se gozasen “en el alba de la Christian Science;” pero les recordaba que “deben llegar al meridiano.”

Pueden ser excesivamente muchos los que se gocen más de lo debido en el alba de la Christian Science, deleitándose demasiado en su amanecer sin avanzar hacia el meridiano. El alba de la Christian Science es gloriosa, a veces al grado de hacernos contener el aliento al contemplarla tan maravillosa y pletórica de esperanza. Su irradiación comienza a penetrar en las tinieblas del materialismo, y sus rayos señalan el camino de la armonía eterna. Para llegar al meridiano, debemos “velar, orar y demostrar.” Este es el mandato de nuestra por siempre Guía que tenemos que cumplir individualmente ahora, si el mundo ha de presenciar el fruto colectivo de la demostración científica. El conglomerado de esfuerzos científicos individuales es poder irresistible para el bien.

Velar es despertar de la apatía, ponerse en guardia. Nunca ha habido una urgencia más apremiante que la que hoy tenemos de velar, despertar del concepto físico de la vida en la materia a fin de que entendamos que todo es Espíritu, Dios, y de que veamos al hombre como la idea espiritual de Dios. Nos hallamos en el umbral de una era nueva. Dijo Mrs. Eddy: (ibid., pág. 189): “En el crepúsculo de la pompa mundanal, en el postrer suspiro de una gloria ida, somos atraídos hacia Dios.”

Debemos avanzar con ahínco fuera del alba y, mediante la oración y la demostración, hacia los más amplios panoramas de armonía y de paz. Nos admira la manera en que nuestra Guía ensanchó los confines de la perspectiva mundial que la falsa teología había contraído o encogido al cifrar su confianza en la materia y el materialismo. Ella tomó la mano de Dios dejando que la guiara hacia la luz; ella excluyó de la senda su propio “yo” dando así lugar a que se le revelara el Cristo, la Verdad. De igual manera podemos nosotros excluir del sendero nuestro “yo” y avanzar hacia el meridiano de la demostración científica. Con tal fin, no debemos dejarnos mesmerizar o sugestionar por las exigencias materiales y las demandas del diario vivir y así descuidar la vital necesidad de progresar en nuestra comprensión y demostración espirituales.

En el Manual de La Iglesia Madre (Sección 15 del Artículo VIII) leemos: “Dios requiere nuestro corazón entero, y suministra dentro de los anchurosos canales de La Iglesia Madre concienzuda y suficiente ocupación para todos sus miembros.” ¿No esclarece ésto otro pasaje del Manual en el que dice Mrs. Eddy (Sección 7 del Artículo XXX): “Yo recomiendo que cada miembro de esta Iglesia se esfuerce por demostrar con su práctica que la Christian Science cura los enfermos pronta y completamente, probando así que esta Ciencia es todo lo que le atribuimos”? ¿No servimos “dentro de los anchurosos canales de La Iglesia Madre” cuando demostramos momento tras momento la verdad de la Christian Science en todo lo que hacemos? Mrs. Eddy asigna a cada miembro de esta Iglesia la gloriosa necesidad de probar “que esta Ciencia es todo lo que le atribuimos.”

Para desempeñar esta obligación tenemos que estudiar y meditar la Biblia y los escritos de nuestra Guía — todos ellos; tenemos que vivir sus enseñanzas antes de que podamos honradamente decir a los demás que lo hagan. Qué resonante provocación nos ofrece Mrs. Eddy cuando dice (Miscellany, pág. 126): “Una cosa esta aquí eternamente; reina supremamente hoy, mañana y por siempre. La necesitamos en nuestros hogares, junto a nuestras chimeneas, en nuestros altares, porque con ella ganamos la carrera de los siglos. La poseemos sólo a medida que la vivimos. Esta es la cosa necesaria — la Ciencia divina, mediante la cual los pensamientos se espiritualizan, tendiendo hacia afuera y hacia arriba hasta la Ciencia en el Cristianismo, la Ciencia en la medicina, en la física y en la metafísica”. No existe otro poder que el del Amor divino omnipotente, y entendiendo ésto, sabremos que no tenemos nada qué temer, puesto que se nos dice que “el amor perfecto echa fuera el temor” (I Juan 4:18).

¡Oh Padre-Madre Dios! ¡Oh tierno Amor! ¡Oh Espíritu infinito! Guarda a cada miembro de esta Iglesia amada y despiértalo a mantener su fe en Ti, a cumplir con Tus mandatos sacrosantos y eternos para que el mundo entero se esclarezca, se libre del materialismo, salvándose para glorificar Tu nombre y reconocer Tu omnipotencia, omnipresencia, omnisciencia y la universalidad e imparcialidad del Amor divino.

Una palabra de parte de La Junta Directiva de la Christian Science,

La Junta Directiva de la Christian Science da cordialmente la bienvenida a esta numerosa y feliz reunión de miembros en Asamblea Anual de La Iglesia Madre. A los más numerosos miembros no personalmente presentes en esta ocasión les enviamos nuestros amantísimos saludos. Nuestra bien querida Guía, Mary Baker Eddy, la evidencia de cuyo descubrimiento, la Christian Science, adquiere más poder con el transcurso de cada año, explica el objeto de esta Asamblea Anual en las siguientes palabras enaltecedoras (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 125): “Hermanos, nuestra asamblea anual es un guardián austero. Exige que déis cuenta de vuestro progreso, que refresquéis la memoria, que reverdezcáis los pámpanos y vivifiquéis los pimpollos, que torzáis hacia arriba las tijeretas e inclinéis la vid hacia el tronco padre.” Y añade: “Venís de apacentar vuestros rebaños, opimos de promesa; y venís con la honda del escogido de Israel al encuentro de los Goliates.”

Hoy testificamos con humildad y agradecimiento el cumplimiento en desarrollo constante del propósito para el cual se fundó La Iglesia Madre. Desde que nos reunimos en la asamblea de hace un año, hemos progresado mucho. Cuarenta y dos nuevas iglesias y sociedades filiales y diez organizaciones colegiales fueron reconocidas por La Iglesia Madre durante el año pasado. Existen ahora tres mil cuarenta y nueve iglesias y sociedades filiales, dos mil dos cientos setenta y nueva de ellas en los Estados Unidos y el resto en otros cuarenta y nueve países en distintas partes de los cinco continentes. Durante el mismo período tres cientos sesenta y dos nombres de practicistas de la Christian Science fueron añadidos a la lista de los que figuran en The Christian Science Journal, lo cual hace un total actual de diez mil quinientos tres. Hay además un gran número de obreros que dedican parte de su tiempo a esta sagrada vocación. Y un imponente número de nuevos miembros engrosaron la lista durante 1950. Es tan interesante como alentador observar que, de cada diez, uno de estos miembros es un Científico Cristiano joven, menor de veinte años de edad.

La lealtad y obediencia de los miembros de La Iglesia Madre es ya proverbial. Por todos lados abunda la evidencia de la unión, prosperidad y pacífica confraternidad características de nuestra grandiosa campaña. Por todas partes los Científicos Cristianos, con más profunda consagración que nunca, se hallan agrupados hombro contra hombro, armados “con la honda del escogido de Israel al encuentro de los Goliates.” Las grandes realidades del ser que Mrs. Eddy ha revelado a la humanidad por designio divino conmueven los corazones y las vidas de los humanos a un grado cada vez más patente a medida que avanza el tiempo. En una breve oración en letra bastardilla nuestra Guía sintetiza estas grandes realidades en el libro de texto de la Christian Science (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 492): “Dios es Mente, y Dios es infinito; por tanto todo es Mente.” El hecho de que Dios, la Mente divina, es todo, hace que el mal sea imposible. Este es el guante que la Christian Science arroja desafiantemente a la atención del mundo. Este es el reto que los miembros de La Iglesia Madre ha aprometido solemnemente apoyar. Y el progreso y la prosperidad seguirán acompañándonos a medida que mantengamos nuestra fe en este mandato fundamental.

Los Científicos Cristianos son exploradores que se abren camino hacia un nuevo mundo del pensamiento y de la acción. Mediante el estudio y aplicación de las enseñanzas de Mrs. Eddy van aprendiendo que la irrealidad del pecado, la enfermedad y la muerte se puede demostrar prácticamente en modos que satisfagan las necesidades humanas. Las pruebas se multiplican. Acumúlanse los testimonios convincentes que prueban que la Christian Science realmente sana de toda infidelidad y redime a los malhechores; que realmente cura del cáncer y de todo contagio; que realmente renueva la provisión que se había agotado; y que realmente salva al moribundo. Todo esto es sólo el principio. Nos da una vislumbre satisfaciente de las posibilidades infinitas, preventivas y curativas, que nos aguardan a medida que adelantamos en nuestra comprensión espiritual. Estas posibilidades se traducen en prácticas realizaciones en proporción a la sinceridad de nuestra disposición a renunciar a la fe en la materia y la sabiduría mundanal y a reconocer a Dios como la única fuente del poder.

Leemos en las Escrituras (Prov. 14:34): “La justicia ensalza a la nación; mas el pecado es la afrenta de los pueblos.” La futilidad de buscar la felicidad en la materialidad está despertando a los pueblos de muchas tierras a la necesidad que tienen de entender mejor a Dios. La Christian Science llena esa necesidad. La revelación de que el Principio divino es Amor sostiene todo esfuerzo justo y liberta a los mortales de la esclatitud del temor del mal. Cuando se percibe que esta es la única base lógica y sana para pensar, se halla franco el camino hacia una situación mejor y la armoniosa solución de todos los problemas que acedian a la humanidad, sean individuales, nacionales o mundiales. La conducta que se ajusta al Principio que es la justicia o acción debida, es la que nuestro Padre y Madre Dios bendice indefectiblemente. En tal obediencia hay una defensa completa contra el desastre y la destrucción. Y, lo que es más, no tenemos que esperar a que Dios nos conceda esta libertad: Es nuestra desde luego.

Los miembros de La Iglesia Madre apoyan de todo corazón las medidas encaminadas a fortalecer la causa de los gobiernos democráticos y de la libertad de pensamiento. Nuestras oraciones propugnan por los gobiernos en los que recae la obligación de tomar graves decisiones para remediar las perplejidades de la hora que pasa. Las miras esclavizantes de la humana voluntad disfrazada de tiránico poderío las pone de manifiesto el esclarecimiento espiritual profundizado. Y han de quedar reducidas a la nada. No hay ocasión para ansiedad o desmayo. Antes bien hay qué regocijarnos de que cada uno de nosotros podemos contribuir con nuestra útil cuota a la causa común y de que podemos esperar confiadamente el triunfo del bien. Toda la humanidad saldrá beneficiada, y grande va a ser el progreso subsecuente. A pesar de la ignorancia y el temor humanos, la justicia cristiana nunca ha sido ni derrotada ni frustrada permanentemente. La Christian Science expone las fullerías del mal y revela los recursos espirituales que nos capacitan para libertarnos. Si bien es cierto que hoy más que nunca parecen intensificarse las amenazas del peligro, también lo es que el poder del bien se va comprendiendo sobrepujantemente. Todas las naciones están destinadas a reconocer y esgrimir este poder, porque ese el designio del Amor divino.

La Christian Science apela al pensamiento humano en muchas y diversas formas. Y ninguna es más persuasiva que las vidas de los Científicos Cristianos vehemente y caritativamente vividas. Cada uno de nosotros es testigo de la influencia curativa y emancipadora de la Christian Science. Nuestra fuerza espiritual viene de nuestra constante comunión con la Mente divina; del estudio diario de la Biblia y Ciencia y Salud; de nuestro amante y desinteresado servicio a nuestra Iglesia y a nuestro prójimo. A medida que procuramos humildemente purificarnos a nosotros mismos, se exalta nuestro innato anhelo del bien hasta convertirse en profunda y demostrada convicción de la realidad y eterna presencia del bien. En grado incesantemente ascendente podemos hablar con autoridad, como nuestro gran Maestro Cristo Jesús, a las discordancias humanas hasta establecer en nuestros propios corazones “la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento” (Filip. 4:7).

Desde que se fundó, nuestra Iglesia ha disfrutado de grande y continuo crecimiento bajo la inspirada forma de gobierno prescrita por nuestra Guía en el Manual de La Iglesia Madre. Instamos a cada miembro a que tome una parte tan activa como pueda en el trabajo de tal iglesia. Ricas son las bendiciones que fluyen de esta labor desinteresada tanto para el obrero como para los demás. A los que se encomiende la tarea de enseñar en la Escuela Dominical, les damos la seguridad de nuestro aprecio y apoyo. Nuestras escuelas dominicales proporcionan formidable oportunidad para enseñar a los alumnos a aplicar la Christian Science de modos prácticos. El alumno que logre esta comprensión no cederá con facilidad a la tentación de abandonarla.

A los que sirven fielmente en sus respectivas filiales como miembros de las juntas directivas, les damos las gracias por ese valioso servicio a nuestra Causa. Promoviendo la unión y cooperación hermanable entre los miembros de la iglesia, están facilitando el alcance de la salvación de los enfermos y afligidos que no pertenecen a nuestra Iglesia. A los devotos lectores de nuestras iglesias filiales les expresamos nuestro agradecimiento. Ellos tienen el privilegio de presentar de manera aceptable y sanativa el pastor impersonal de nuestra Iglesia, cuya voz proclama el: “¡Calla! ¡sosiégate!” del Cristo a toda la humanidad. A los bibliotecarios de las salas de lectura de la Christian Science les decimos agradecidos: “El interés activo y cariñoso que ustedes muestran a todo visitador que entra en la sala, es un factor notable en el progreso de nuestra Causa.”

La fiel labor de los practicistas de la Christian Science, tan a menudo pobremente compensada, merece una palabra de reconocimiento en este mensaje. La curación espiritual es el cimiento que fundamenta nuestra Iglesia. En esa tarea glorificada no hay lugar para la competencia inequitativa ni para la rivalidad. Las curaciones rápidas y permanentes son evidencia persuasiva de influencia muy extensiva. El continuo desarrollo de nuestro movimiento está indisolublemente vinculado con la práctica curativa de la Christian Science. Manteniendo la pureza de las enseñanzas de nuestra amada Guía, nuestros practicistas rinden un servicio que sobrepasa todo encomio humano.

Hay un significado inmune al tiempo y fuera de su alcance en los mensajes que escribió Mrs. Eddy para las Asambleas Anuales de La Iglesia Madre, y conviene terminar este informe del progreso logrado citando dos oraciones del que escribió hace medio siglo (Message to The Mother Church for 1901, págs. 9, 10): “El Espíritu Santo toma de las cosas de Dios y las muestra a la criatura; y porque son cosas espirituales, perturban lo carnal y lo destruyen; son revolucionarias, reformatorias, y — hoy como antaño — echan fuera los males y curan los enfermos. El miembro de la familia de Dios que más ama y vive las cosas del Espíritu, más las recibe; él habla sabiamente, porque el espíritu del Padre habla por su mediación; obra bien y sana pronto porque el espíritu lo liberta: ‘Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.’”

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