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Es tiempo ya de que traiga al granero...

Del número de octubre de 1951 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es tiempo ya de que traiga al granero algunos diezmos de gratitud en la forma de este testimonio. Durante muchos años estuve en contacto con la Christian Science mediante mi madre, pero yo mismo procuraba practicarla o aplicarla sólo de vez en cuando. Siguió luego un período de agnosticismo no raro entre jóvenes que se mesmerizan o autosugestionan al adquirir conocimientos escolásticos. Así y todo, yo tenía consciencia de que Dios me guiaba en muchas situaciones. Las dificultades que me acarrearon mis cambios de medio ambiente acabaron por llevarme de nuevo, gradualmente, a la Ciencia, y la necesidad de cierta curación física cristalizó mi anhelo de encarrilarme por las sendas de Dios.

Durante muchos meses sufrí una apendicitis que por fin empeoró hasta hacerme buscar auxilio médico. Inmediatamente me prescribieron ingresara en un hospital para que me operaran, pero en vez de hacer eso fuí más tarde a ver a un practicista de la Christian Science. Lenta fué mi curación debido a que tuve qué deshacerme de un número de peculiaridades de carácter erróneas; pero desde un principio me sentí apoyado y animado.

En una ocasión, viajando yo por una región casi inhabitada a unos 96 kilómetros del más próximo garage, descubrí que mi automóvil tenía un cojinete de rueda quebrado y un muelle roto. En meses pasados había procurado conseguir un cojinete igual para otro automóvil de la misma marca y agradecí encontrarlo cuando todos me decían que era casi imposible obtenerlo entonces; pero esta vez en tan escueto medio ambiente y durante la guerra, la perspectiva de adquirirlo parecía sin una mínima esperanza desde el punto de vista humano. Pero pude proseguir caminando despacio hasta dar con una alquería solitaria. Allí logré componer el muelle, y en una mesa que había en una terraza trasera, topé con un cojinete precisamente como lo necesitaba. En otras varias ocasiones hemos tenido pruebas de la protección del Amor antes de comenzar el viaje, cuando me he sentido impelido a inspeccionar alguna pieza del automóvil, hallándola a punto de quebrarse o desprenderse y caer.

La falta de dinero a menudo ha constituido un problema, pero en cada una de esas veces la necesidad ha quedado satisfecha milagrosamente, y ahora ya sé que el abastecimiento (de fondos) es una manifestación de la substancia infinita e indivisible que es el Espíritu, y que la moneda que se requiere es la expresión del Amor y sus atributos. El practicista que con frecuencia nos ha ayudado citó una vez estas palabras inspiradoras de Mrs. Eddy: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (Ciencia y Salud, pág. 494), explicándonos que participamos de esta verdad siempre y cuando expresemos ese Amor en cuanto hagamos.

En la esfera de las relaciones personales, aplicando la Christian Science se han corregido antagonismos tanto en mí como en otros. Asimismo oigo decir que mi genio ha mejorado señaladamente. Los vicios de fumar y de tomar en las tertulias o visitas han desaparecido espontáneamente. A intervalos de pocas semanas sufría yo amigdalitis, cada año influenza y a veces dos veces al año, y tenía un catarro crónico. Todos estos y otros muchos males han desaparecido.

La Christian Science nos ha ayudado mucho en la crianza de nuestros hijos. Uno de ellos despertó cierta noche mostrando todos los síntomas de viruelas locas. Mi esposa le dió quietamente un tratamiento. Al amanecer no quedó ni rastro de ese error. Mi esposa ha dado a luz sin dolores de parto a pocos minutos de haber telefoneado a un practicista y aún después de habérsele anticipado que estaría en cama por un período prolongado porque el alumbramiento sería complicado.

Agradezco realmente la Christian Science y su promesa infinita. También doy gracias por todas las actividades de la Iglesia y por haber sido lector en dos grupos de Científicos Cristianos, con la consiguiente oportunidad de crecer en la gracia. El Consolador, la panacea universal, está verdaderamente con nosotros, y Mrs. Eddy es la más grande benefactriz de estos tiempos. “La Verdad está revelada. Sólo es menester practicarla” (Ciencia y Salud, pág. 174).—

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