Al escribir esta expresión de gratitud a Dios por la Christian Science siento hondamente que vengo a pagar una deuda que debía haber saldado desde hace mucho tiempo. Mis padres se interesaron en esta Ciencia cuando yo tenía unos doce años de edad, y hasta que cumplí unos dieciocho disfruté el privilegio glorioso de asistir a una Escuela Dominical de la Christian Science.
Cuando niño, presencié muchas pruebas del poder de la Christian Science para curarme tanto a mí como a otros de la familia. Pero a la edad de dieciocho años comencé a desviarme de la Ciencia. No que yo dudara jamás que la revelación de Mary Baker Eddy sea la verdad final respecto a Dios y el hombre, sino que me dejé mesmerizar por la falsa creencia de que una existencia independiente de la creación espiritual de Dios podía brindarme satisfacción y gozo. Pensé: “Voy a gozar de los placeres de la materia ahora mientras soy joven, y ya más tarde volveré a estudiar la Christian Science.”
Por supuesto que no encontré con tal creencia placer real ni duradero, y cuando de tiempo en tiempo tropezaba con algún problema perturbador, volvía a la Christian Science y encontraba invariablemente la solución. Y sin embargo, ya satisfecha mi necesidad del momento, retrogradaba a las viejas creencias.
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