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La Obra curativa de la Christian Science

Del número de octubre de 1953 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nuestra Guía y su Misión curativa

¡Cuán claramente reflejan las palabras del himno de nuestra Guía “Apacienta mis Ovejas” (No. 304 del Himnario de la Christian Science) sus pasos en su misión de curar a la humanidad! Es de notarse cuán completamente dejó ella de guiarse por las normas de los mortales para volverse únicamente a Dios como el Pastor que habría de guiarla, no por sendero llano o fácil, pues bien sabía que la mente mortal se opondría a la verdad que sana. Era esta verdad la que ella debía de probar en la práctica, predicándola y enseñándola.

Mrs. Eddy sabía que Dios había estado con ella en las severas pruebas de su pasado. Y que ahora, como siempre, su infalible Pastor amoroso la guiaría con seguridad, aunque la senda fuera áspera y cuesta arriba toda la jornada. Ahora, como siempre, ella estaba atenta a las indicaciones celestiales, y bajo las órdenes divinas ella recogió las grandes verdades de la Ciencia para sembrarlas en la consciencia humana, a fin de que los hambrientos espiritualmente pudieran ser alimentados y los afligidos consolados.

Como lo había previsto, por cuanto atañe a humana compañía, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science tuvo que seguir sola su derrotero. Hasta sus más aventajados alumnos a menudo no comprendían lo que ella necesitaba ni siguieron su ejemplo. Y es indudable que no se debía a que no desearan hacerlo, sino a su falta de crecimiento espiritual. ¡Cuántas veces tuvo ella que perdonarles esa y otras faltas y que volver espaldas a la mortal inadecuacia para ir en busca de ayuda a la Mente divina solamente! A dos alumnos de su última clase dijo ella una vez, según lo recuerdo: “Encuentro fácil perdonar equívocos de la cabeza, pero que no son del corazón.” Su consejo era que siguiéramos adelante, dejando atrás las cosas que atrás quedan, porque no hay que abrumar lo presente con las penas del pasado ni con los triunfos mundanales.

Su trabajo que Dios le había asignado para el mundo y su amor por la humanidad en general coincidían en magnitud — un trabajo y un amor que sobrepujan a toda raza, credo, tiempo y distancia.

La eternidad recibirá lo que ella recogió. El tiempo hay que llenarlo ahora con la siembra que ella espera de sus adeptos. En la proporción en que oremos como ella oraba, estemos en comunión con Dios, trabajemos como ella trabajaba, en esa proporción prosperará nuestra siembra.

En presencia de Mary Baker Eddy, sentía uno su claro estar consciente de su Dios con ella como su Padre celestial y su guía. Para su mentalidad pura los ángeles de Su presencia eran una realidad tangible. Y eso sin que la hiciera indiferente hacia los demás. Su interés ingenuo por los que venían a ella y su amable solicitud eran de alegrar a todos. La actitud que asumía cuando daba clases era la de “Venid. .. y estemos a cuenta” (Isaías 1:18).

Era evidente su gran anhelo de ver que creciéramos en la gracia de modo que hiciera nuestras curaciones instantáneas. Ella podía decirnos cómo crecer, pero a nosotros nos tocaba crecer. Ella desviaba a su clase de que contemplara su persona para que se fijara en la gloriosa presentación de Dios y Su Cristo. Nosotros sentíamos que ella contemplaba con nosotros la admirable bondad del creador con una perspicacia muy por encima de la que nosotros poseíamos entonces. Ese modo de sentir nos infundía humildad sin que nos desalentara. La vislumbre que ella nos impartía de la divina integridad de Dios, siempre a la mano para bendecirnos, vimos que debíamos ensanchar cada uno de nosotros desde ese punto de vista que cada cual tenía entonces hasta que llenara toda su vida.

Mrs. Eddy aclaraba a cada clase que enseñaba la relación absoluta entre la Christian Science y Cristo Jesús. Nadie fuera de nuestra Guía ha expresado tan perfecta comprensión y aprecio de Jesús. No tiene uno más que estudiar el capítulo de “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” titulado “La Expiación y la Eucaristía” para ver cuán clara era su vista de la obra y la misión del Maestro y del ejemplo que nos dejó para que lo sigamos. ¡Que lecciones encierran sus palabras: “La divinidad del Cristo se manifestó en la humanidad de Jesús” y “Por la magnitud de su vida humana demostró la Vida divina!” (Ciencia y Salud, págs. 25 y 54.)

Cristo Jesús cumplió la profecía de Isaías de su venida y de su obra curativa. En lenguaje que nada tenía de incierto Jesús predijo al Consolador que guiaría a toda verdad. Y nuestra inspirada Guía probó con sus enseñanzas y demostración que la Christian Science es en verdad el Consolador que guiará a la humanidad hacia afuera de su cautiverio material y a la libertad espiritual de los hijos de Dios.

Mrs. Eddy interpreta la visión de Zacarías (4:12–14) de “los dos ungidos” (según versión inglesa). Escribe en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (págs. 346, 347): “Ciencia y Salud clarifica llanamente a todos los Científicos Cristianos que el hombre y la mujer creados por Dios ya han sido revelados en cierto grado mediante Cristo Jesús y la Christian Science, Sus dos testigos.”

La misión curativa de Mrs. Eddy es no sólo mundial sino también mundiagitativa. El Consolador saca el error a la superficie a fin de que la luz de la Verdad divina muestre su naturaleza irreal. Durante todo este enturbiamiento nosotros, como nuestra Guía, no podemos permanecer encastillados como simples espectadores, sino en el campo de batalla, en la tranquila consciencia de que Dios está llevando a cabo Su propósito para la humanidad entera.

Ya sabemos que hay que buscar a nuestra Guía en sus escritos y que hallamos a nuestra maestra y directora en Ciencia y Salud, como ella misma les dijo a sus adeptos cuando estaba entre nosotros en propia persona. Todo leal Científico Cristiano es devoto estudiante de lo que escribió Mrs. Eddy. ¡Que motivo de gratitud tan grande, que todos tengamos a nuestra disposición a la misma maestra!

Cualquier desviación del Principio y las reglas de Ciencia y Salud implica fracaso en la curación científica. Todo cuanto nuestra Guía enseñó personalmente a sus clases está en sus escritos. En ellos se halla su confianza inquebrantable en Dios, su nobleza de carácter, su profunda sabiduría, su honradez absoluta, su maternal ternura, su fuerte justicia compasiva, la realeza de su humildad, su intrépido valor al enfrentarse y vencer el mal, su vehemencia por compartir con los demás todo lo que Dios le había revelado tan admirablemente. Estas y otras virtudes cristianas hicieron de ella la clara transparencia por la que los enfermos sanaban prontamente por obra y gracia de la Mente divina siempre presente. No había en ella barrera para el poder de Dios que cura. Su pensamiento se volvía hacia Dios tan instintivamente como la flor hacia el sol.

Dice ella en Retrospection and Introspection (pág. 94): “Estoy persuadida de que sólo con la modestia y el afecto distintivo que Jesús ilustró en su carrera, pueden los Científicos Cristianos ayudar a que se establezca el reino de Cristo en la tierra.” Y añade luego: “En esta era y en los siglos venideros el ‘árbol de la vida,’ regado con el rocío de la Ciencia divina, florecerá a mayor libertad, y sus hojas serán ‘para la salud de las naciones.’”

La Misión salutífera de la Iglesia

Leemos en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por nuestra amada Guía, Mary Baker Eddy (pág. 136): “Jesús estableció su iglesia y mantuvo su misión sobre la base espiritual de la curación por medio del Cristo.”

¡Cuán significativas son estas palabras: estableció, mantuvo, base, curación por medio del Cristo! ¡Que de veras vió nuestra Guía la Iglesia real! ¡que segura, que reverentemente siguió ella a Cristo Jesús en su inspirada demostración de la organización de la iglesia! ¡Que amable, que humilde, que confiadamente afirmó que la curación por medio del Cristo es la base y el propósito de la existencia de la iglesia! Cuando en 1879 se reunió la pequeña banda de los valientes iniciadores para decidir formar una iglesia sin credos que habría de llamarse la Iglesia Científica de Cristo, votaron según leemos en el Manual de La Iglesia Madre por nuestra Guía (pág. 17): “Organizar una iglesia destinada a conmemorar la palabra y las obras de nuestro Maestro, la cual había de restablecer el Cristianismo primitivo y su olvidado elemento de curación.”

En el Evangelio según Lucas se relata que Juan el Bautista mandó una vez a dos de sus discípulos a que le preguntaran a Jesús: “¿Eres tú aquél que había de venir, o esperamos a otro?” En su respuesta Jesús no se refirió a la profecía escritural, ni a los admirables sucesos relacionados con su nacimiento, ni a sus métodos inusitados de predicar. Contestó sencillamente: “Id, dad las nuevas a Juan de lo que habéis visto y oído: que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres es anunciado el evangelio.” Y esta es la respuesta que, con toda humildad, da la Iglesia Científica de Cristo a los que le preguntan.

¡La iglesia viviente que cura! Yo he “derramado mi espíritu sobre la casa de Israel, dice ... el Señor,” leemos en la Biblia (Ezequiel 39:29). Ciertamente que Dios ha derramado Su espíritu sobre la Iglesia Científica de Cristo: la belleza y el gozo del Alma, la sabiduría de la Mente, la fuerza y permanencia del Principio, la omnipotencia de la Verdad, la vitalidad de la Vida, la gloria y supremacía del Espíritu, la amabilidad del Amor. Seamos cual “piedras vivas” en esta iglesia, “edificados en un templo espiritual. .. un sacerdocio santo; a fin de ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios, por medio de Jesucristo” (I Pedro 2:5).

¿No queréis voltear hacia atrás las páginas de la historia por cerca de medio siglo para ir conmigo por un momento a cierto pueblo en el suroeste de estos Estados Unidos nuestros a casa de una mujer a quien su médico le ha dicho que ya no puede hacer nada por ella? Como último recurso, le ha recomendado se someta a una operación quirúrgica sin que le pueda prometer que sanará, sólo puede esperar que le mitigue su padecer, por lo menos temporalmente. La enferma temía fuera fatal la operación. Era joven, la vida se le ofrecía rica y abundante. Pero ese padecimiento — ya no podía soportarlo. Así es que accedió al consejo del doctor y se fijó la fecha para la operación.

En esa misma población vivía una señora que era una cristiana devota y que apreciaba caramente a mi madre (que era la enferma de quien hablo). La víspera del día en que iba a entrar en el hospital, mi madre suplicó se la llevara a ver a esa señora. Tenía mucho que preguntarle acerca de la muerte; ¡era tan terrible su miedo de morir! Pero la señora la recibió con palabras de vida. Su hijo a quien mi madre conocía bien y que había estado tullido en una silla con ruedas por muchos años, ese único hijo suyo, ¡estaba bien! ¡Andaba! ¡Había sanado! Lo había curado una religión denominada Christian Science. ¡Mediante la oración! ¡Precisamente como en tiempos de Jesús! Las palabras realmente resonaban en los oídos de mi madre. Nada se dijo de la muerta esa tarde. La vida, la salud, la esperanza, útil actividad, gozo, triunfo y el amor infinito que Dios tiene para Sus hijos llenaban cada instante de la tarde, en la que mi madre también sanó, quedó curada por completo.

Le pequeña iglesia Científica de Cristo en nuestro pueblo era literalmente la iglesia de los “incurables” que habían sido curados, pues así de muchos eran los que habían sanado en la Christian Science. Raro era entonces el que recurría a la Christian Science a no ser que se hallara desahuciado. Esos Científicos Cristianos se reunían en un viejo cuarto destartalado en los altos de una tienda de abarrotes hasta que el hecho de haber habido más curaciones, y en consecuencia más miembros, los obligó a que se cambiaran a un local más amplio. Después edificaron, edificamos mejor dicho, pues cada hombre, mujer y niño era de importancia en la construcción y en la dedicación de esa iglesia. Aunque era una estructura de madera burda y pequeña, yo no he visto en Europa catedral tan bella. Porque fué edificada y quedó establecida verdaderamente sobre la base de la curación cristiana, y sobre esa base creció y prosperó.

Juan nos da en el Apocalipsis algunos conceptos esclarecientes de la iglesia. Escribe a las siete iglesias del Asia, evaluando sus frutos y desvalorando sus faltas. El mensaje es para “el que tenga oídos”— es decir, el intelectivo, el dispuesto a escuchar — y nos es tan pertinente hoy como lo era a las iglesias cristianas primitivas de aquellos días de Juan.

A la iglesia de Efeso le dice en esencia: Tú has hecho buenas obras, pero has dejado tu primer amor: tu consagración, tu entusiasmo, tu hambre y sed de justicia. A Esmirna: Tú has sufrido persecución del exterior y de por dentro. Sé fiel y te daré la corona de la vida. A Pérgamo: Tú tienes mi nombre, pero has mezclado falsas doctrinas con la verdad. A Tiatira: Tú has sido seducida por los sentidos personales, dejándote dirigir por la personalidad. A Sardis: Tú vives, pero estás muerta — en la apatía. A Filadelfia: Tú has guardado mi palabra. He aquí que yo he puesto delante de tí una puerta abierta que ningún hombre puede cerrar. A Laodicea: Tú eres tibia, ni fría ni caliente; eres rica en cosas materiales, pero pobre en comprensión espiritual. “Estoy a punto de escupirte de mi boca” (Apocalipsis 3:16).

Oremos con profunda humildad por que la Iglesia Científica de Cristo no sea culpable de tales faltas. Antes bien, que cumpla con su misión y cure — confiadamente, consecuentemente, gloriosamente. En su mensaje a La Iglesia Madre correspondiente a 1900, dice Mrs. Eddy (pág. 15): “En las palabras de San Juan, ojalá que el ángel de La Iglesia Madre escriba refiriéndose a ella: Yo conozco ‘tus obras, y caridad, y servicio, y fe, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras.’”

La Hora de la Siega

La Christian Science ha entrado en el mundo para reasegurar a toda la humanidad, como lo hizo Cristo Jesús, que Dios cumple Sus promesas. Mediante las inspiradas enseñanzas de Mary Baker Eddy, Descubridora y Fundadora de la Christian Science, el poder curativo de la Palabra de Dios se está manifestando abundantemente otra vez en las vidas de los hombres.

En el principio, Dios creó al hombre a Su propia imagen y semejanza. La narración bíblica nos dice luego que el hombre recibió instrucciones de fructificar y multiplicarse, y de henchir la tierra, y sojuzgarla, y de ejercer dominio. Nunca ha de parecer la existencia un enigma para el que estudie la Christian Science, puesto que la comprensión de la ley de Dios despierta en él un deseo sincero de obedecer estas instrucciones.

Nuestro Maestro era fructífero en el desarrollo de las multiformes ideas del Espíritu. Multiplicaba de continuo, en diarios hechos de bondad, sus pruebas de Amor y Vida divinos. Reponía incesantemente, con oración e inspiración, la abundancia del bien que derramaba. Subyugaba científicamente todo intento del mal de subvertir o pervertir la ejecución de su propósito divino. Nunca desaprovechó ninguna oportunidad de poner en práctica su dominio omnipotente. Jesús plantaba bien y cosechaba opima cosecha. Sanaba enfermos, limpiaba a los leprosos, echaba fuera demonios y resucitaba a los muertos.

Los estudiantes de la Christian Science se dan cuenta de que como las órdenes que daba y aun da Dios eran y son específicas, así los mandamientos del Ejemplificador del camino están repletos de la responsabilidad que traen consigo. El declaró que si pedimos, nos será dado. Que si buscamos, hallaremos. Que si llamamos, se nos abrirá. Y no perdamos de vista esta mandato significativo (Juan 15: 16): “Yo os elegí a vosotros, y os he designado a fin de que vayáis y llevéis mucho fruto, y permanezca vuestro fruto.”

Como entusiastas obreros en la viña de nuestro Padre nuestras oportunidades y privilegios no tienen límite. Asumamos la responsabilidad de familiarizarnos con las verdades vivientes, vigorizantes y majestuosas de las Sagradas Escrituras como las puso en práctica el Maestro del Cristianismo y ahora se revelan tan vívidamente a los que estudian la Christian Science, de tal manera que se nos halle manifestando siempre crecientemente la evidencia de la curación tanto en nuestra propia experiencia como en la de a los que ayudemos.

Cada uno de nosotros está ya en plena posesión ahora mismo de su patrimonio divino y con todos sus correspondientes talentos, las cualidades y atributos de la Mente divina que, debidamente utilizados, mantendrán la mies de nuestro pensamiento madura y lista para rendir su cosecha. Cada uno de nosotros se necesita para que dé testimonio de que está completo lo que Dios plantó.

Escribe Mrs. Eddy en sus Obras en Prosa (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 213): “Los frutos naturales de la curación mediante la Mente según la Christian Science son armonía, amor fraternal, crecimiento espiritual y actividad.” Hoy los sensatos Científicos Cristianos que están en guardia responden al llamado de levantarse a sembrar, a cosechar y a poner de manifiesto “el fruto del Espíritu,” que consiste en “amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza: contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22, 23). Estos esfuerzos de recolección redundarán en curaciones mejores, más rápidas y permanentes.

El mundo está aceptando la siembra de la Verdad según la enseña la Christian Science. Como obreros en nuestros respectivos campos de actividad, nuestro deber es ahora ocuparnos fielmente en la gozosa tarea de la recolección. Al entregarnos al desempeño de nuestros deberes, cuidemos con esmero que cada pensamiento que alberguemos, cada deseo que cultivemos, cada surco que preparemos demuestre una evidente consciencia espiritual en acción productiva, a fin de que nuestras faenas cotidianas se distingan siempre por el progreso constante en nuestra demostración del bien infinito.

Al escoger la semilla que sembrar, cerciorémonos de separar la cizaña de los pensamientos impropios como el de la carencia, temor, duda, congoja, desaliento y otros análogos. Así no nos veremos obligados después a extirpar las yerbas del descontentamiento.

La vista espiritual de Mrs. Eddy percibía a Dios como Amor, Vida, Verdad, y al hombre como Su imagen y semejanza verdadera. Por eso estaba habilitada para iluminar a sus adeptos en cuanto a lo que se requiere para cumplir con lo que Dios manda y para guardar dócilmente los mandamientos de Jesús. Ella sabía y comprendía como ningún otro maestro espiritual después de Cristo Jesús, que cuando Dios le dió al hombre dominio, el hombre quedó inmediatamente dotado, y para siempre, de autoridad soberana, completa e ilimitada sobre todas las cosas. Nosotros probamos tal dominio en nuestra labor curativa. Mrs. Eddy percibió que el hombre posee libertad de pensamiento y de acción recta por herencia que Dios le concede.

Por todo lo cual la cosecha es la evidencia necesaria e inevitable de que Dios está con nosotros. En palabras y frases benignas pero firmes, declara nuestra reverenda Guía (ibíd., pág. 354): “Un poco más de gracia, un móvil purificado, unas cuantas verdades proferidas con ternura, un corazón emblandecido, un carácter subyugado, una vida consagrada, restaurarían el funcionamiento correcto del mecanismo mental, y manifestarían el del cuerpo y el alma de acuerdo con Dios.”

Estos son, pues, los mandatos que nos atañen a los que deseemos seguir en pos de Cristo Jesús. Como sinceros Científicos Cristianos, alcemos la mirada para contemplar los campos que ya están de todas veras “blancos para la siega” (Juan 4:35).

Esforcémonos como nunca por multiplicar nuestras oportunidades de crecer en Espíritu; de reabastecer nuestros graneros mentales con pensamientos cristianos; de vencer toda tentación de cometer el mal; y de manifestar dominio — para que se nos halle dando testimonio de la verdad. Así comprenderemos mejor que ésta es en verdad la hora de la siega.

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