Declara el autor de los Proverbios (20:12): “El oído que oye, y el ojo que ve, ambas cosas ha igualmente hecho Jehová.” Esta afirmación bíblica indica a las claras que la fuente de la vista y del oído es espiritual. Los Científicos Cristianos, razonando como se les enseña de causa a efecto, llegan a la conclusión de que, siendo la causa Dios, Espíritu, el efecto tiene que ser espiritual como la causa. La Christian Science confirma esta declaración escritural respecto a la naturaleza espiritual de la vista y del oído.
La cuestión que nos concierne es: ¿Puede probarse esto y manifestarse viendo y oyendo normalmente? ¿Puedo yo recobrar lo que parezco haber perdido? ¿Puede un órgano defectuoso volverse perfecto? Mientras consideremos la materia o la mente mortal como creadora y reguladora del hombre, no podremos percibir la causa y creador real de nuestra existencia; y para remediar esto hay que rechazar las teorías materiales de la vista y el oído y que encontrar estas funciones en la percepción y la comprensión de Dios.
La misma teoría material de la vista contradice la aparente evidencia de los sentidos. Suponed que estáis leyendo un libro y luego dejáis de leerlo para cerrar los ojos. Ya no podéis ver el libro; pero ¿por qué? Tal vez respondáis: “Porque mis párpados me interceptan la vista cuando los cierro.” En realidad no es así. Cuando cerráis vuestros ojos, no veis el libro porque la luz que proviene del libro no puede llegar a vuestros ojos. No veis ningún objeto a no ser que la luz que de él venga llegue a vos.
Mary Baker Eddy escribe en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 393): “Cuando Jesús declara que ‘la lumbrera del cuerpo es el ojo’, ciertamente que quiere decir que la luz depende de la Mente, no de los humores complejos, el cristalino, los músculos, el iris y la pupila que constituyen el órgano visual.” Aquí se define claramente la verdad respecto a la vista. Dios, Espíritu, Mente, es la fuente del esclarecimiento espiritual, y este esclarecimiento se manifiesta en el hombre como imagen y semejanza de Dios.
La luz del hombre es el esclarecimiento o inteligencia de Dios vista por reflexión. No se requiere ningún medio material para que sea clara esa luz. La luz de la Mente no viene a nosotros un momento desapareciendo al momento siguiente. No es clara un día e imprecisa al día siguiente. La luz de la Mente es incesante, invariable, pura y espiritual. Nunca se deforma ni se cansa ni duele. La luz de la Mente es siempre la misma, y esta luz es la luz que nos da vista normal.
Lo espiritual nunca es demasiado trascendental para que sea práctico. El esclarecimiento del Espíritu viene a nosotros dondequiera que estemos. Nuestra habilidad para recibirlo depende de nuestro deseo espiritual y de nuestra buena disposición para conocer a Dios. La luz de la Mente es tuya y mía y nos capacita para ver perfectamente. Reflejando la Mente, no sólo vemos bien nosotros sino que también iluminamos a los demás. ¿No podemos siempre compartir la luz de la Verdad con los que vienen a nosotros? Escribe Mrs. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 266): “El hombre es la idea del Espíritu; refleja la presencia beatífica, llenando el universo de luz.”
¿No hemos visto la luz del Cristo según lo revela la Christian Science? Entonces debemos reflejar esta luz abarcando a todos dentro de los gloriosos rayos del esclarecimiento espiritual. Uno halla constantemente necesario impedir cualquier tendencia de la mente mortal a inducirlo a reclamar la luz espiritual para sí mismo negando su presencia para los demás. Esto es miopía de veras, puesto que la luz del Amor está en todas partes. Una actitud criticona tiende a desfigurar la vista y a admitir a unos en el reino de Dios, suponiendo que otros quedan fuera.
La función del oído es también un don del cielo. Nada de bueno niega Dios a los que buscan comprenderlo. El oído material no oye. La materia no puede percibir ningún sonido. El sonido es mental y espiritual. Siendo espiritual, es claro, preciso, siempre presente y armonioso por naturaleza. Las disonancias orales o musicales son deformaciones que el sentido espiritual corrige. Si tropezamos con algún problema de oído defectuoso, vayamos a la fuente de todo ser, que es Dios, Espíritu, y encontraremos la función perfecta reflejando la consciencia e inteligencia de Dios. Si atendemos a las ideas más bien que a los sonidos, eso nos beneficiará.
La Vida divina se articula o expresa perceptiblemente. No hay detalle de la Vida que se le pueda negar al hombre. No se nos puede dejar fuera de la presencia de Dios, ni podemos estar sordos a Sus instrucciones. Lo que necesitamos es escuchar, obedecer y regocijarnos a cada paso del camino. La actitud empedernida, la obstinada voluntariedad, el punto de vista de justificación propia están sordos a la voz de Dios, pero el Amor divino disuelve esos errores.
La vista y el oído normales deberían ser tan naturales en los de edad avanzada como en los jóvenes; en realidad, mientras más sea nuestra experiencia mayores o mejores han de ser nuestras aptitudes espirituales en vez de decaer. Para conservar nuestras facultades de oír y ver es preciso luchar contra las creencias mundanales, pero vale la pena esa lucha, porque cuando vencemos damos testimonio del hecho de que lo causado espiritualmente es lo único real, y que las funciones del hombre son espirituales y por tanto normales, naturales y permanentes.
