“La Honradez y la justicia caracterizan al que busca y halla la Christian Science,” dice Mary Baker Eddy en su libro The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (pág. 4). Con muchas otras normas de conducta así de explícitas Mrs. Eddy dirige a sus adeptos por la senda de la rectitud cristiana. Ella percibía que el poder para curar y la habilidad para recibir la curación exigen elementos mentales cristianos, y que desobedecer la ley divina del bien es perder el derecho a la bendición de Dios. Esto la indujo a establecer cierta ética respecto a lo que habían de cobrar como honorarios profesionales los practicistas cuyos nombres figuran en el directorio publicado en The Christian Science Journal y a quienes les prescribe el Manual de La Iglesia Madre que no sigan ninguna otra vocación (véase la Sección 9 del Art. XXV).
Hablando de los medios de subsistencia de los que dedican todo su tiempo a Dios en el ejercicio de esta profesión, dice Mrs. Eddy (Rudimentos de la Ciencia Divina, pág. 14): “Deben darle todos sus servicios, y no deber ‘nada a nadie.’ Para hacerlo así, en la actualidad deben cobrar honorarios adecuados por sus servicios, y luego ganarlos a consciencia, practicando estrictamente la Ciencia divina, y sanando a los enfermos.” Y en un artículo titulado “El Obrero y su Salario” en Miscellany (págs. 214–216), Mrs. Eddy vuelve a hablar de que es justo que el practicista cobre honorarios equitativos por sus servicios que curan. En este pasaje cita ella, en apoyo de sus instrucciones, las palabras de Cristo Jesús (Lucas 10:7): “El obrero digno es de su salario.”
Lucas menciona tres ocasiones en las que el Maestro dió instrucciones a sus discípulos en cuanto a sus medios de subsistencia. Una en la que envió a los doce a que predicaran el reino de Dios, y que sanaran a los enfermos 9:1–6); luego el caso mencionado en el capítulo siguiente, cuando envió a otros setenta a que le prepararan el camino; y finalmente, cuando estaba a punto de entrar en el huerto del Getsemaní. Es evidente que Cristo Jesús vió que el sanador cristiano no podía depender de la precaria misericordia de la humanidad para su sostenimiento cuando el error pretendía rebelarse contra la Verdad, pues en el último caso cambió sus instrucciones anteriores de que no llevaran alforja ni dinero ni pan, ordenándoles esa otra vez que mejor se proveyeran de lo necesario para su sustento. Dijo: “El que tenga alforja, tómela, y también su dinero” (Lucas 22:36, según versión inglesa).
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