“Es obligación de cada miembro de esta Iglesia defenderse a diario de toda sugestión mental agresiva y de no incurrir en el olvido o descuido de su deber para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad. Por sus obras será juzgado,— y justificado o condenado,” escribe Mary Baker Eddy en el Manual de La Iglesia Madre (Art. VIII, Sección 6). Este Estatuto es aplicable específicamente a todo miembro de La Iglesia Madre, La Primera Iglesia Científica de Cristo, en Boston, Massachusetts, pero pueden utilizarlo también otros que así lo deseen. Es asimismo de valor significativo para los estudiantes de la Christian Science que no se hayan recibido de miembros de La Iglesia Madre pero que se esfuercen por entender las enseñanzas de esta Ciencia y quieran aplicarlas a su vida diaria.
Cuando se entiende y se aplica, tal Estatuto capacita al Científico para que haga uso de la autoridad inherente al hombre como reflejo de la Mente divina, a fin de que pueda ejercitarse en juzgar con rectitud y en guardar perfecto orden en su modo de pensar y en sus acciones. Primero hay que entender en qué estriba la obediencia al Estatuto, y luego hay que cumplir con él. A un estudiante se le reveló el significado de defenderse como el estar siempre alerta a lo que constituye su entidad verdadera, el hombre que Dios creó, apoya y mantiene. Vió el estudiante que hay que interesarse mucho más que casualmente en tal hombre, reflejo perfecto de Dios; que debe ocuparse de él vigorosamente, reconociendo como reales en él mismo y en los demás sólo las cualidades que de Dios reflejen y las potencialidades del hombre a Su imagen.
Al defenderse, el Científico Cristiano asume una posición definitiva contra toda sugestión mental agresiva. Está honradamente resuelto a que no lo toquen ni el error de palabra ni el error de efecto, por estar resuelto a vivir, moverse y tener su ser a toda hora y bajo todas las circunstancias como testigo de la verdad que el hombre creado por Dios tiene dominio y es recto, perfecto y divinamente inteligente. Él sabe que hay que mantener consecuentemente este elevado modo de pensar y obrar. No hay instante en el que el hombre sea menos que el que Dios ha creado, y la comprensión del ser del hombre es nuestra más alta o efectiva defensa contra cualquier sugestión mental en contrario, por agresiva que parezca.
Nuestra inspirada Guía, Mrs. Eddy, insiste en que el Científico Cristiano no debe “incurrir en el olvido o descuido de su deber para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad.” Puesto que el Científico sabe que el hombre expresa a Dios, la inteligencia y omnipotencia divinas, debe ejercer dominio sobre su propio modo de pensar, cerciorándose de no dar cabida ni a la práctica mental maligna ni a los malos pensamientos que se le dirijan. La sugestión mental agresiva, o magnetismo animal, no es de Dios y por lo mismo no puede tocar ni a Dios ni al hombre creado por Él. Entender esta verdad es probar que no existe poder aparte de Dios ni creación aparte de la creación de Dios, por lo cual no hay nada que temer. No hay ni oposición ni competencia contra la Mente divina o contra su creación.
Mediante el estudio del Estatuto mencionado, el estudiante de la Christian Science a que nos hemos referido encontró que a medida que aplicaba a él mismo las verdades que se le revelaban, tenía la inteligencia y la autoridad para resistir con éxito las supuestas sugestiones mentales agresivas y para preservarse libre de los efectos de tales influjos falsos. Si uno reclama la inteligencia y la autoridad que Dios le otorga, no puede inducírsele a que haga lo que se oponga a la voluntad de Dios. Ni puede incurrir a ninguna hora en el olvido de su deber “para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad.” La inteligencia divina es continuamente inteligente, siempre alerta y activa. El hombre refleja la omnisciencia y la omnipotencia siempre presentes de Dios.
Al estar alerta a su deber, el Científico Cristiano se identifica como verdaderamente el hombre real, su entidad auténtica, el reflejo perfecto de la Mente divina. De esa manera se encuentra en armonía con el Principio en incesante actividad y con su ley perfecta. Participa así de los beneficios de esa relación que se manifiestan en defensa y seguridad perfectas.
Muy a menudo oye uno decir: “¿Cómo sé yo que estoy escuchando a Dios o al error? El error es tan sutil que puede ser que yo le dé oídos creyendo que me está hablando la Mente divina. A veces me hallo en la necesidad de distinguir entre lo uno y lo otro, lo cual encuentro sumamente difícil.” La respuesta a ese dilema está en aplicar al problema la triple vara de medir que consiste en nuestro deber para con Dios, para con nuestra Guía y para con la humanidad. Ciertamente que nuestro deber para con Dios está en dar testimonio de Dios en toda Su perfección e integridad. Nuestro deber para con nuestra Guía consiste, por lo menos en parte, en aceptar sus enseñanzas y aplicarlas a nuestra vida diaria. Nuestro deber para con la humanidad bien puede consistir en bendecirla mediante nuestro recto pensar y vivir.
En consecuencia, cuando sea necesario, el estudiante de la Christian Science puede preguntarse estas tres cosas: Primera: ¿Glorificará a Dios mi tratamiento? ¿Lo magnificará esto que estoy por hacer? Segunda: ¿Demostrará lo que hago yo el poder de la Christian Science para curar y redundará en crédito para Mrs. Eddy, exaltando su contribución al mundo? Tercera: ¿Bendecirá a la humanidad? Un ferviente deseo de responder a esas preguntas mediante nuestro recto vivir será premiado con percepción y sabiduría espirituales para tratar con éxito el caso de que se trate. Un estudiante de la Christian Science al que lo agobiaba la confusión y la indecisión meditó el antedicho Estatuto con vigor, reflexionando muy detenidamente sobre esta triple vara de medir, dando por resultado que se le quitó un fuerte dolor de cabeza, se le despejó la mente, y el resto del día fué armonioso y fructífero.
Orando al aplicar estas medidas, dejando luego que se cumpla la voluntad de Dios, ha de traernos la idea espiritual específica que el caso requiera para decidirlo con justicia. Siendo segura nuestra defensa, el efecto ha de ser bueno. Cuando estamos en guardia y somos obedientes cumpliendo con nuestro deber como nos amonesta nuestra Guía, abrimos cause por el cual fluyan a bendecirnos las caudalosas corrientes del bien.
No deja de asaltarnos con cierta frecuencia la sugestión de que no sacamos mucho provecho de nuestro estudio de la Lección-Sermón en el Cuaderno Trimestral de la Christian Science; que no podemos reconcentrar y coordinar conscientemente las ideas al pasar de una a la otra o de una sección a otra. Si antes de entrar de lleno en el estudio de la Lección-Sermón aplicamos breve pero enérgicamente este Estatuto titulado: “Alerta al Deber,” clarificaremos nuestra mente y prepararemos el terreno para derivar las ricas bendiciones que han de resultar.
Nuestro Maestro Cristo Jesús dijo en defensa de la obra de su vida (Juan 5:17): “Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro.” Y al terminar su declaración encareciendo al Científico Cristiano que esté “alerta al deber” dice nuestra amada Guía: “Por sus obras será juzgado,— y justificado o condenado.”
