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Alerta al deber

Del número de octubre de 1953 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es obligación de cada miembro de esta Iglesia defenderse a diario de toda sugestión mental agresiva y de no incurrir en el olvido o descuido de su deber para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad. Por sus obras será juzgado,— y justificado o condenado,” escribe Mary Baker Eddy en el Manual de La Iglesia Madre (Art. VIII, Sección 6). Este Estatuto es aplicable específicamente a todo miembro de La Iglesia Madre, La Primera Iglesia Científica de Cristo, en Boston, Massachusetts, pero pueden utilizarlo también otros que así lo deseen. Es asimismo de valor significativo para los estudiantes de la Christian Science que no se hayan recibido de miembros de La Iglesia Madre pero que se esfuercen por entender las enseñanzas de esta Ciencia y quieran aplicarlas a su vida diaria.

Cuando se entiende y se aplica, tal Estatuto capacita al Científico para que haga uso de la autoridad inherente al hombre como reflejo de la Mente divina, a fin de que pueda ejercitarse en juzgar con rectitud y en guardar perfecto orden en su modo de pensar y en sus acciones. Primero hay que entender en qué estriba la obediencia al Estatuto, y luego hay que cumplir con él. A un estudiante se le reveló el significado de defenderse como el estar siempre alerta a lo que constituye su entidad verdadera, el hombre que Dios creó, apoya y mantiene. Vió el estudiante que hay que interesarse mucho más que casualmente en tal hombre, reflejo perfecto de Dios; que debe ocuparse de él vigorosamente, reconociendo como reales en él mismo y en los demás sólo las cualidades que de Dios reflejen y las potencialidades del hombre a Su imagen.

Al defenderse, el Científico Cristiano asume una posición definitiva contra toda sugestión mental agresiva. Está honradamente resuelto a que no lo toquen ni el error de palabra ni el error de efecto, por estar resuelto a vivir, moverse y tener su ser a toda hora y bajo todas las circunstancias como testigo de la verdad que el hombre creado por Dios tiene dominio y es recto, perfecto y divinamente inteligente. Él sabe que hay que mantener consecuentemente este elevado modo de pensar y obrar. No hay instante en el que el hombre sea menos que el que Dios ha creado, y la comprensión del ser del hombre es nuestra más alta o efectiva defensa contra cualquier sugestión mental en contrario, por agresiva que parezca.

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